Conjunto de drables como reto para la página #Porque Amamos el AKAFURI
Distintas temáticas, todas completamente AKAFURI.
(Algunas de estas historias tendrán una continuidad)
Un lobo corría con velocidad por la nieve, era feliz como nunca antes.
Había logrado huir con éxito de un par de cazadores, a quien le viera seguro se reiría de semejante vista.
El lobo era pequeño para el estándar, de pelo castaño y poblado, perfecto para la nieve y el frío.
Sin embargo este lobo era diferente. En sus pupilas habitaba la conciencia de algo más.
Un ser que; si se lo proponía podía lograr ser aterrador.
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Seijuuro vivía cerca del linde del bosque, en una cabaña apartada. Solían decir que era un monstruo pero la verdad es que consideraba al resto de los ciudadanos del pueblo como molestos, hipócritas y avariciosos, como el grupo de mujeres que competían; sin que el lo supiera, según ellas claro, para terminar con su soltería.
Tetsuya y los pocos que consideraba casi familia le visitaban cada que sus agendas se los permitían.
Entonces sucedió.
Una noche cuando la nieve ya era una gruesa capa en el suelo y el se encontrará revisando uno de los tantos papeles de la pequeña empresa que llevaba en el pueblo, lo escucho.
Un quejido.
Los animales heridos solían visitar su puerta, así que solo debía llamar al capataz y este se hacía cargo, pero por alguna razón está vez no sucedió así.
Una curiosidad nunca antes sentida le invadió y algo le dijo que debía ver personalmente.
Fue en dirección del sonido, que se escuchaba a penas en un; suponiendo, intento de acallar.
Abrió la puerta que daba al patio posterior, ese que daba a los enormes pinos escarchados en blanco.
Visualizo con asombro un lobo, no temió por alguna razón, vio como avanzaba con dificultad, caía y se levantaba, entonces pensó que si debía llamar a alguien, no fuera que; este estando herido y desorientado, pensara en atacar, después de todo era un lobo salvaje.
Pero en cuanto una de las nubes se movió y la luz de la luna dio de lleno contra el animal, la magia sucedió.
Una ventisca de nieve blanca lo cubrio todo, un resplandor rojizo y después, a pocos metros, se encontraba un pequeño de no más de 12 años, con una herida en un costado que sangraba terriblemente, un par de orejitas del mismo color de su cabello, castaño.
Camino unos cuatro pasos más y cayó a la fría nieve inconciente.
Seijuuro no lo pensó dos veces, corrió a su rescate quitándose el abrigo, llegó donde el pequeño y lo acunó.
Luego repasaria lo visto, quizá era el cansancio o ya se había abandonado a la locura...
Pero el pequeño que yacía entre sus brazos mientras corría a su hogar, el calor, la respiración y la sangre, le decían que estaba más vivo que nunca.
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Kouki gruñó, sentía el calor rodear cada terminación de su cuerpo, se hizo uno aún más entre las sábanas y gimió de gusto.
Entonces salto de entre la bruma y el confort, cubriendo su desnuda piel mientras aguzaba su oído en busca de algún nuevo ataque.
Maldijo el momento en que bajo la guardia y el cazador le dio de lleno con esa flecha.
Se mareo por la pérdida de sangre y casi cayó al suelo, pero un par de tibias manos le sostuvieron.
Comenzó a temblar aterrado, era justo de lo que había huido, de aquellos que cazaban a los pocos que quedaban de su especie.
No quería rendirse y sin quererlo comenzó a llorar, su cola se enredo en una de sus piernas y sus orejas bajaron signo de su derrota. A saber qué clase de tortura y aberración sería sometido antes de rendirse a la muerte.
—No temas... No te haré daño. Estás herido aún, no te levantes de la cama, levanta la mirada—
La voz suave pero autoritaria lo aturdido por un segundo, su corazón latió como loco y sin evitarlo más, le vio.
Era como el fuego en el invierno. Su cabello, su mirada, su calor.
Ladeó el rostro asorado, impactado ante la vista, curioso como siempre levantó la mano casi tocando el rostro de alabastro.
Pero el miedo le detuvo.
Seijuuro también era un lio temeroso pero no lo demostraba, quería, ansiaba saber más del pequeño, de lo que fuera que fuese.
Pero era obvio que temía de el, de todo a su alrededor. Lo recostó en la cama cubriendo su cuerpo desnudo, tan dulce y tierno. Se reprendió por su pensamiento así que se alejó un poco, con lo que no contó fue que el chiquillo se aferrado de su brazo, asustado y con un sinfín de pensamientos rondando su mente.
—Grrr... Grrr-Gra... Gracias—
Casi muere y va al cielo con semejante forma de hablar, asintio y le llevó una de sus pillamas, sería difícil vestirme con... Esa extremidad en su espalda baja. Sus orejas le causaban un insano deseo de morderlas pero se contuvo... Nuevamente.
—¿Que eres?— hablo sin pensar.
Kouki sabia debía irse, debía dejar de querer aferrarse al pelirrojo, de querer sentir su calor, pero algo en su interior le dijo que estaba a salvo.
—Un... grrr-Hijo de la Luna—
Bueno... Eso no respondía sus dudas, pero algo si sabía.
Jamás lo dejaría marchar.
Y Kouki... Bueno Kouki había caído en cuenta que ese calor, que esa añoranza, provenían del hecho que había encontrado a la otra mitad de su luna.