DIA 27 GOTICO

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En un enorme y fortificado castillo, construido en una empinada calzada, no lejos de Tokio, moraba el último de su raza y heredero de una gran fortuna, el joven y hermoso Conde de Furihata.


El año anterior lo había pasado en completa soledad en su apartada mansión; por el luto que llevaba por sus padres y su hermano, víctimas de las guerras civiles y enfermedades, aún así era gentil y de buen corazón. 

Pero el huérfano Conde había heredado un título de alcurnia y extensas tierras; y pronto comprendió que el Rey Kiyoshi, siendo su guardián, deseaba que otorgara ambos; junto con su mano, a algún noble cuyo nacimiento y talentos personales le dieran derecho a la dote.

El conde Kouki no deseaba a su lado a nadie, víctima de la tristeza y el dolor se encerró en su ahora, lúgubre y gótico castillo, logrando que este pasara de ser algo vivo y brillante a un lugar inundado de historias de horror por los lugareños.

Entonces una tarde el joven y valeroso enviado por el Rey Kiyoshi, el tambien Rey Seijuuro del linaje Akashi  fue enviado a por la mano del conde en honor de una deuda que naturalmente su honor le haría pagar. Llego con prontitud siendo recibido por solo un sirviente viejo y enjuto, espero al buen conde en el lugar donde se le indico.

La habitación donde se hallaba era muy amplia y alta. Tenía ventanas largas, estrechas y puntiagudas, y a distancia tan grande del piso de roble negro, que resultaban absolutamente inaccesibles desde dentro. Débiles fulgores de luz carmesí se abrían paso a través de los cristales enrejados y servían para diferenciar suficientemente los principales objetos; los ojos, sin embargo, luchaban en vano para alcanzar los más remotos ángulos del aposento, a los huecos del techo abovedado y esculpido. Oscuros tapices colgaban de las paredes. El mueblaje general era profuso, incómodo, antiguo y destartalado. Había muchos libros e instrumentos musicales en desorden, que no lograban dar ninguna vitalidad a la escena. Sentía que se respiraba una atmósfera de dolor. Un aire duro de profunda e irremediable melancolía lo envolvía y lo penetraba todo.  

Pronto el joven se presento, Akashi se incorporó de un sofá donde estaba sentado cuan largo era y le recibió con calurosa vivacidad,  Seijuuro pensó al principio que la cordialidad  era excesiva, un esfuerzo obligado del joven hombre. Pero una mirada a su semblante le convenció de su perfecta sinceridad.  

La palidez espectral de la morena piel, el brillo milagroso de los ojos, por sobre todas las cosas le sobresaltaron y porque no decirlo, le aterraron. El sedoso cabello; además, le había crecido al descuidado y como en su desordenada textura de telaraña flotaba  alrededor del rostro que le era imposible, aun haciendo un esfuerzo; relacionar su enmarañada apariencia con idea alguna de simple humanidad.

En las maneras del conde le sorprendió encontrar incoherencia, inconsistencia, y pronto descubrió que era motivada por una serie de débiles y fútiles intentos de vencer, una excesiva agitación nerviosa y desconfianza.

Las cosas cambiaron dos noches después. Kouki; informado ya por medio de una misiva de su rey, que ahora era ya el prometido oficial del  joven rey que le acompañaba.

Organizo una pequeña velada solo para ambos, comiendo viandas bellamente preparadas y bebiendo vinos de la mas alta calidad.

Entonces Seijuuro noto; tiempo después que era poco lo que el joven conde consumía.

Hablaba Seijuuro de como quería que la boda se realizase en sus tierras, por todo lo alto y con grandes fiestas, el conde a todo contestaba con afirmaciones, pocas palabras pero concisas.

Esa noche sin embargo; las cosas... serian muy diferentes.

Escucho las puertas de sus aposentos ser abiertas en un chirrido que despertó a la noche, una titilante vela le hizo ver a el joven castaño en una transparente bata, las sombras de la luz le dejaban ver su curveado cuerpo de docel, bello y placentero a la vista, poniendo a prueba su caballerosidad y buenas costumbres.

—Joven Kouki...—

Este no le contesto y; sirviéndose del impacto en el rey subió a su regazo.

—¿De verdad se casara conmigo aun sin conocer quien soy en realidad? ¿Me amaras?—

Akashi asintió impactado por la belleza etérea de su prometido. bebiendo de las sombras en su rostro.

El joven conde le beso sin reparo, extrañando al caballero por la frialdad de sus labios, abriendo los ojos desmesurado por el sabor sanguinolento de estos y por el dolor en cada rincón de su cuerpo.

—Demuestrelo mi Rey, muerda y selle el trato—

La piel canela se presento, moviendo a un lado la bata, mostrando su virginal desnudez. Seijuuro no lo resistió y algo que no supo entender le exigió morder el hombro izquierdo, la que supo era; una suave seda en sus labios. Bebió sellando un trato que no sabia seria eterno.

—Morí, morirás —dijo— tuve que morir para huir de esta deplorable locura. Así... así y no de otro modo me perderé. Temía los sucesos del futuro, no por sí mismos, sino por sus resultados. Me estremecía pensando en cualquier incidente, aun el más trivial así que ahora; conmigo, vivirás eternamente—

 Me estremecía pensando en cualquier incidente, aun el más trivial así que ahora; conmigo, vivirás eternamente—

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Un mes después el rey y una comitiva entraron al olvidado castillo. No habían tenido noticias de la prometida pareja.

Los encontraron; ambos tomados de la manos, lado a lado, codo a codo con sonrisas eternas en sus rostros y un desolado castillo.

El rey Kiyoshi ordeno quemar el castillo con los cuerpos adentro, puesto que encontraron a cada sirviente drenado y mas de un millar de lugareños muertos rodeando todo el castillo.

Sin embargo; el rey, jamas admitiría que entre las llamas vio a la pareja sonreirle antes de perderse entre ellas a un mar y aterrador eterno.

31 DIAS DE AKAFURIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora