Capítulo 5

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─¿Qué pasa por tu cabeza?, Phi.─ forcejeaba contra el agarre del pelinegro, pero a consecuencia los dedos comenzaban apretar más.─ espera, me lastimas.

Inhaló antes de soltar el antebrazo del castaño. ¿Qué estaba haciendo?, no lo sabía, su cabeza solo pensaba en no dejarlo ir, lo tuvo por tan poco tiempo, lo quería un poco más, haría lo que fuera.

─Perdón yo...

─¿Por qué me trajiste aquí?, ¿dónde está mi novio?.─ dio un par de pasos hacia atrás mientras sobaba su brazo rojizo a causa de la fuerza que había puesto en esa zona. ─¿por qué me haces esto?

─Gun, tu novio te golpeo, estabas muy ebrio, te desmayaste y te traje hasta aquí, en donde puedes estar a salvo.─ sonrió levemente.

¿Debía creer eso al chico que hace unos minutos le había dicho que no podría salir?. No podía recordar ningún suceso de la noche anterior, su cabeza dolía y su cuerpo se sentía caliente.

—Bien, entonces, creo que es hora de irme.— retrocedió un par de paso, hasta que su espalda golpeó la pared haciendo que se sorprendiera.— ¿Dónde está la salida?.— preguntó levantando una ceja.

Su labio inferior formó un puchero, el pelinegro frente a él no se movía ni un centímetro. El viento frío entrando por la ventana moviendo los cabellos del más alto, su rostro enrojeció.

—N'Gun.— llamó la atención del joven que abría la puerta.

Apretó los ojos, paro su paso ante la llamada del hombre, giró sobre sus talones, sonrió ante su acompañante esperando una respuesta.

Soltó un suspiro ante lo que tenía pensado decir. No estaba seguro de decirlo, pero ese podría ser el momento perfecto, estaban los dos solos, lo tenía ante él.

—Me gustas, me gustas mucho.

Hablo sin pensar, en él podía sentirse una pequeña esperanza a que el castaño correspondiera sus sentimientos, en sus labios se dibujó una pequeña sonrisa.

Sus ojos buscaban algún gesto en el contrario que mostrará que estaba bromeando. Sus labios estaban levemente entreabiertos.

Odiaba tener que rechazar a las personas, pero no estaba dispuesto a mentir e ilusionar a una persona con promesas y palabras que no sentía ni sentiría.

—Phi, eres muy lindo, puedo decir que eres muy guapo.— camino lentamente hacia Off, que lo miraba fijamente.— me gustan tus ojos, tu sonrisa.— respiro ando.— pero....— desvió la mirada con una mueca en sus labios.

—Pero.— animo a que siguiera con su discurso.

— pero no sé ni tú nombré, no recuerdo haberte visto en ningún lugar, perdón, no quiero lastimarte, ni jugar contigo.— volvió su mirada a los ojos melosos.— lo siento.

Decepcionado, así era como se sentía, sabía que corría riesgo por la confesión, pero su maldita necesidad de dejar libre esas palabras que guardo durante tanto tiempo lo carcomía.

Sus manos viajaron hacía las mejillas de Gun, acarició suavemente estás, su lengua mojo su labio inferior, junto sus frentes, sus miradas se apreciaban mucho mejor desde aquella posición.

No tenía ni la mínima idea de por qué no se alejaba o por qué de sus labios no podía salir alguna palabra.

Sus narices se rozaron, sus respiraciones se mezclaban, las caricias en las mejillas se habían ido, bajando por los hombros para poder terminar en las caderas del castaño.

—Te amo.— susurro contra los labios del muchacho.

—No sé tu nombre.— musitó.

—Off, llámame Off, sin honoríficos. 

—Aléjate.— ordenó finalmente.

Desvió la mirada de su contrario, se sentía estúpido, nuevamente se había dejado llevar por sus sentimientos, se odiaba a sí mismo.

Alejo cualquier contacto con pálido, no quería incomodarlo más.

—P'Off, yo...

—Perdón Gun, pero no puedo dejarte ir.

Aceleró sus pasos hacia afuera de la puerta, la cerro una vez fuera de la habitación. Sus puños se apretaron, golpeó la pared de lado derecho de la entrada, no sentía dolor en el instante, se sentía dolido internamente.

Salió de la casa con su cuerpo lleno de ansiedad, necesitaba desquitar su dolor, no lo haría con el chico que amaba.

Sus piernas comenzaban a moverse rápidamente, sus brazos y pecho comenzaban a sudar, su cabello se movía a causa de los movimientos bruscos del trote.

No lo quería, siempre lo supo, pero se negaba a aceptarlo. No quería aceptar que el chico no estaba hecho para él, realmente nada estaba hecho para él o él no estaba hecho para vivir, podría ser la segunda opción, pero lucharía por el, fuera lo difícil que fuera, lo conquistaría.

Paro su trote unos minutos, saco la camisa que portaba de su cuerpo, dejando ver el pecho y abdomen fuerte que poseía, revolvió sus cabellos negros mientras caminaba lentamente hacia su destinó, en donde ya se encontraba un aterrado castaño.

Caminaba de un lado a otro, sus manos jugueteaban entre ellas, se acercó por enésima vez a la ventana. Tenía miedo de saltar, era el segundo piso, corría el riesgo de romperse una pierna o un brazo si no llegaba a sostenerse en el gran árbol frente a unos metros.

Soltó un suspiro antes de sacar una pierna por la ventana, apretaba los ojos ordenándose a sí mismo a no mirará hacia abajo, intento impulsarse un poco hacía enfrente.

—Gun, perdón, pero...

Dejo sus palabras al aire cuando noto la escena en la ventana. Sus ojos se abrieron enseguida, corrió hacia el chico, lo abrazo por los hombros para luego dejarse caer, dejándolo sobre su desnudo pecho.

—¿Estás bien?— se levantó con el castaño sobre sus piernas.

—Sí.— susurro apenado.

—¿En qué estabas pensando?.— hablo recuperando su postura, miro a el chico aún sobre el suelo, su rostro reflejaba preocupación y molestia.— ¿Sabes que una caída así podría lastimarte?

Cerro fuertemente la ventana, volvió su mirada sobre el menor, esperando una respuesta, mientras que este solo lo miraba con cierto temor y vergüenza.

Revolvió y jalo sus cabellos, desvió la mirada del muchacho sentado en el suelo. Había sido su error por haberlo dejado solo, sabiendo que el chico odiaba quedarse en lugares  pequeños y solos.

—Sabía muy bien lo que pasaba, pero prefería correr el riesgo a quedarme aquí, odio estar aquí, quiero irme, ver a mi mamá, a mi novio.

La última palabra terminó con la poca cordura que quedaba sobre su cuerpo, sentía su sangre hervir al escuchar aquella molesta palabra.

—Eres mío.— lo levantó del suelo para dejarlo caer sobre la cama.— ¿Entiendes?.

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