Capítulo 18

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La noche era cálida, el aire fresco, la luna llena, las calles iluminadas por los postes de luz que radiaban luz amarilla, todo tan solitario pero lindo. 

Su cabello enredado volaba con el viento, su sucio vestido se levantaba dejando ver sus rodillas raspadas. En sus brazos podía apreciarse una pila de rosas rojas y blancas con un olor delicioso que se le  impregnaba a la ropa y parte del cuerpo. 

La noche se volvía cada vez más frío y aquella mujer parecía no irse, eso preocupaba de gran manera a el hombre que se encontraba sentado a cinco bancas de ella, en donde la obscuridad impedía que lo vieran espiar a la chica que vendía flores en el parque todo el día.

Una chica muy hermosa  de aproximadamente 19 años. El de 23 siendo un acosador. Vaya sorpresa, a esa edad debería poder hablar con ella, pedirle una cita o algo parecido, pero se encontraba sentado en una banca del parque espiando a la chica que quería, junto a un poste de luz que no servía.

—ella es realmente linda.— lamió sus labios.

Habían pasado seis meces y aún seguía volviendo al parque a espiar o más bien acosar a la chica que vendía flores en el mismo lugar de siempre, había tenido el suficiente tiempo para saber su nombre, no había sido por sus propios mérito, sino por casualidad una mujer de edad mayor la había llamado. 

El atardecer comenzaba a irse y con él las esperanzas de hablar con Pier; debía volver a casa, maña sería un día ajetreado en la empresa, tenía que ducharse, revisar algunos papeles y finalmente dormir, la rutina de siempre.

—Hola.—hizo un wai, era ella, aquella linda chica que le gustaba estaba parada frente a el.— lo he visto mucho por aquí.— sonrió.— solo quería preguntarle si quería comprar alguna rosas.— sus mejillas se sonrojaron.

¿Qué debería decir?, no necesitaba las rosas, pero quería seguir hablando con la chica, así que eran las dos o ninguno y claramente escogería las dos.  

No sabía que había pasado después, solo que estaba feliz; había pasado un largo rato charlando de cosas triviales, cosas que ambos les gustaban, eran muy similares, parecía que se encontraba más enamorado que antes y no solo eso, era un enamorado con cuarenta rosas.  

El tiempo pasaba rápido, ambos parecían conocerse de años, el tema de conversación  nunca faltaba, su relación se había formalizado, ahora eran una pareja, aun cuando los padres de Pier se lo habían prohibido,  no paraban de repetirle que ese hombre solo estaba jugando, ella estaba muy confiada en su amor y no lo dejaría por lo que dijeran. 

Tan cegada que había olvidado la protección, se había dejado llevar por la noche estrellada, el bochorno de la habitación, las caricias y por supuesto por el amor. 

En sus manos se podía apreciar los resultados de todo. Era madre a sus veinte años de un lindo niño, estaba feliz, triste y tenía miedo.

El señor Adulkittiporn se encontraba a su lado mostrándole una linda sonrisa, mirando fijamente a aquel pequeño niño que era su hijo, estaba feliz, realmente lo estaba, pero no estaba listo para ser papá, era una decisión importante, tener que criar a un niño, mostrarle lo que es bueno y malo, pasar tiempo con el, algo que nunca se imaginó que pasaría. Más bien sabia que pasaría, pero no tan pronto, solo llevaban un año de relación.

Era momento de responsabilizarse, de cuidar más de Pier y su hijo; tomar control de su vida, cuidar de su ahora familia, era hora de ser duro y cerio. Más por su hijo que necesitaba saber lo duro que puede llegar a ser la vida. 

Soltó un gran suspiro, como si toda esa historia cargara sobre sus hombros todo ese tiempo, como si fuera un tipo de secretos que solo podía saber las personas más cercanas; cuando realmente no era algo que ocultara, era una linda historia. Se enamoró de una chica pobre que vendía flores en el parque. 

—Espera un minuto.— hablo Off acariciando sus sienes con dos de sus dedos.— mamá era pobre y tu rico, se enamoraron y me tuvieron a mí por accidente.— frunció el ceño. Quería reír, parecía novela antigua.— tu decisión fue ser rudo respeto a mí.— aclaro

—exacto.

—que estúpido. Nunca pensaste en como me sentiría. Cuando tenía doce años llegue a creer que me odiabas, que te avergonzabas de mí.

—Era lo mejor, serías un hombre fuerte, que no temería a luchar por algo, pero fue lo contrario.— suspiro. Dejo pasar algunos segundo, para poder meditar bien lo que estaba a punto de decir,  no quería alterar a su hijo que se encontraba ahora tranquilo.— fuiste una persona insegura e impulsiva, confundes rápido que es el amor. 

—Yo no estoy confundido, amo a Gun.

—Amor no es obligar a alguien que este contigo, has pensado en como debe sentirse ahora, en cuan mal debe sentirse volver a la realidad, no al mundo de caramelo que le hiciste creer. ¿Realmente pensaste en tu Nong?.— pregunto frunciendo el entrecejo. Necesitaba aclararle a su hijo lo que realmente había causado.— te volviste un egoísta desde la primera vez que el te pidió que lo dejaras ir y  te negaste.— lo miro serio negando con la cabeza.— lo obligaste a amarte, ahora que volvió a su vida, te olvidara y sabrás que realmente no te amo.  

Bajo la cabeza, todo lo dicho por su padre era real. Había obligado a Gun a amarlo a estar junto a él, el amor no era así. 

Tan solo era un egoísta que no pensó en los sentimientos de la persona que realmente amaba, que en realidad no lo amaba, solo estaba confundido, todas aquellas promesas y palabras habían sido falsas, se había dejado llevar por el momento, teniendo miles de estrategias para enamorarlo, había elegido una idea psicópata, haciéndole daño a un chico que no se lo merecía.

Gun no lo amaba y aunque le costará, debería aceptarlo. Esa era la realidad.

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