Capítulo 4

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Recargaba su cuerpo en el marco de la puerta. Sus cejas estaban un poco levantadas, mordía su labio inferior, sus manos se sentían frías, el sol comenzaba a entrar por la ventana que se encontraba a unos cuantos pasos de la cama.

Las ojeras púrpuras ya se hacían notorias bajo sus oscuros ojos, aun así aquello no lo obligaría a dormir, no lo haría por dos simples razones.

Primera

Gun ocupaba la única cama, realmente no tenía intención de meterse a la misma cama e incomodarlo, pues este pensaría que es un pervertido y no se volverían a ver nunca más.

Segundo.

Gun no tardaría en despertar, si no estaba a su lado podría asustarse y tomar la situación de una mala manera.

Sin embargo, el chico se asustaría de cualquier manera. Despertar y notar que no estaba en casa, que era otro día mientras es visto por un hombre con el que se ha encontrado una vez en la vida y esa única vez haya sido para regañarlo por ensuciar la calle. Cualquiera pensaría que lo secuestro, pero estaría equivocado, lo había llevado a su hogar para poder protegerlo, no dejaría que aquel chico lo volviera a golpear, además del fuerte golpe que había recibido en la cabeza.

La parte superior de su frente se encontraba roja con pequeños toques morados, su cabello se pegaba levemente a su rostro a causa de el sudor que desprendía, aquel lugar era caliente.

Sin embargo, el calor en sus mejillas comenzaba a crecer, volviéndose un rojo vivo, claramente el tono de piel tan claro no ayudaba en nada.

Su ceño se frunció repentinamente al notar los pequeños estremecimientos del muchacho. Tocó con preocupación la frente caliente de su huésped, estaba ardiendo en fiebre, pasó su mano por el pecho, estaba igualmente caliente.

Aceleró sus pasos hacia el baño de la habitación, abrió el cajón del lavamanos, sacaba las toallas de una en una. Sus manos mojaban una pequeña toalla con bastante agua fría.

Sus nervios estaban a flor de piel, colocó la toalla sobre la cabeza del menor, arrebato las sabanas del cuerpo ajeno, desabotono los ajustados pantalones para después intercambiarlos por unos shorts cortos de algodón. Se deshizo de la camisa gris por una playera delgada de color blanco, agradece inmensamente no haber tirado esa vieja muda de ropa.

Inserto el termómetro entre los labios del menor, del closet saco una manta roja liviana, con eso bajaría un poco la fiebre o bueno eso era lo que pensaba.

Recargo su cuerpo contra la pared blanca del cuarto, cerró lentamente sus ojos, deslizó su cuerpo hasta llegar a el suelo, abrazó sus piernas, recargo su cabeza contra el mueble de madera, dejó su cuerpo relajarse sobre el duro y frío suelo y abrió los ojos lentamente.

¿Qué proseguía?. No lo sabía, lo tenía ahora tan cerca, teniéndolo a su merced. Tantos días imaginando estar tan cerca, tantas noches en vela preguntándose si aquel castaño notaría su presencia, tantas tardes dibujándolo. Ahora lo tenía sobre su cama, profundamente dormido. El chico de sus sueños estaba en la misma habitación, solo ellos dos.

Sus dedos tomaban pequeños mechones de cabellos castaños para luego soltarlos, eran tan suaves como siempre imagino. Las yema de sus dedos rozaban las rojas mejillas del hombre, la lenta respiración de Gun golpeando su mano.

Quitó el termómetro de los gruesos labios, el objeto marcaba una temperatura normal, lo dejó sobre la mesa de lado derecho. Metió sus manos en los bolsillos de su sudadera, su semblante se relajó.

Quería que esos minutos no se terminarán, quería estar con él más tiempo, quería tenerlo un poco más cerca, solo pedía eso, un poco de cariño de su parte, solo un poco.

Y mientras por otro lado, a varios kilómetros del lugar, se encontraban dos personas desesperadas por saber el paradero de su único hijo. La atmósfera era tensa, desesperación, era el sentimiento que no pensaba abandonar su cuerpo, necesitaba una solución a su problema.

─Son unos ineptos, mi hijo está desaparecido y ustedes no hacen nada, son una idiotas.─ gritó con desesperación el hombre, gritos que llamaban la atención de todos los presentes, recibía miradas de desaprobación y una que otra de comprensión.

─Perdone, pero no podemos hacer nada por ahora y le voy a suplicar que baje la voz, está en un lugar público, usted no es la única persona con problemas.

Dio un manotazo a el escritorio de madera, sus ojos se mantenían rojos, sus mandíbula tensa por el coraje, sus puños cerrados, sus uñas enterraban sobre la piel de su palma.

Sus manos se relajaron al ver a la mujer tras el llorar en silencio, intentando seguir de pie, sus brazos la rodearon, acarició el cabello castaño, dejó un casto beso sobre la misma. No sabía que decir, simplemente se dedicó a consolar el llanto de su esposa.

Nada, absolutamente nada, ningún sonido a su alrededor.

Su estómago gruñía, su cuerpo le dolía, aunque el mayor dolor provenía de la parte superior de su frente. Paso mano hacia la zona, siseo al sentir más dolor al hacer presión en ella.

Parpadeo seguidamente, la luz artificial proveniente del bombillo lastimaba sus ojos, el pánico comenzó a invadirlo, una briza de aire frío hizo que pusiera toda su atención sobre la ventana, un hombre parado de espalda hizo que su miedo creciera más.

─¿Quién eres tú?.─ pregunto tapando su cuerpo con la delgada manta.

─Oh, ya despertaste.─ hablo el pelinegro sin darle la cara.

Cerró sus ojos, llenó sus pulmones de aire para después soltarlo en un suspiro, echó un último vistazo al paisaje de afuera.

─Creía que no despertarías por ahora.

─¿De qué estás hablando?

Giró sobre sus talones, su oscura mirada se fijó en los confundidos ojos del muchacho, se acercó lentamente a él, paso su mano por la frente y luego por el pecho.

─ ¿Qué sucede contigo?, no me toques.─ alejo las manos de su cuerpo.

─Ya no tienes fiebre, Nong.─ sonrió levemente.

─ ¿De qué hablas?, me tengo que ir.─ se levantó de la cama, instantáneamente miró las ropas raras sobre su cuerpo.─ ¿qué es esto?

No podía dejarlo ir, no ahora que lo tenía. Camino hacia su acompañante, tomó su antebrazo llamando la atención del chico, sus ojos se miraban fijamente. Los ojos de Gun mostraban una pizca de rabia y temor. Los ojos ajenos no transmitían ningún sentimiento sólido, aquella mirada tan fría lo hacía temblar.

─No puedes ir ningún lado y no lo harás.─ apretó los dientes.

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