...

6 0 0
                                    

No estoy sorprendida por estar en este lugar, realmente me merezco haber terminado aquí. Todo está oscuro y las paredes son rojas. Puedo divisar el fuego a través de la ventana.

Me levanto del sofá y me sirvo un vaso con anís. Me acerco hacia la ventana y doy un trago.

Comienzo a pensar en todo lo que he sufrido y en todo lo que he hecho para acabar aquí. Con un rosario en la mano pido perdón por todos mis errores, ya no hay lágrimas que caigan por mis mejillas, han sido malgastadas... Quisiera que hubiera sido al revés, que tú me hubieses hecho daño a mí, no yo a ti, aunque no tengo excusas que valgan, lo he hecho y por mucho que me arrepiente no puedo arreglarlo. Prefiero recibir mil y un apuñaladas por vosotras que por mí misma. No me puedo despertar, esto no es un sueño, aunque desearía que lo fuera.

Estoy ida y confundida, no sé cómo sentirme, no se cómo manejarlo, no sé nada, pero vosotras tampoco. No sé explicarme y no sé cómo pediros perdón, así que lo haré como mejor sé, con actos. No quiero volver a estar rota pero yo misma me he hecho daño.

No tengo excusas, sé que queréis que me arrodille ante vosotras y que sufra y pida perdón a gritos hasta desgajarme la voz. Pero aquí nadie ha sido un santo, yo recibí el mismo daño pero no lo reproché; sin embargo, eso me tuvo que servir para aprender y no hacer lo que no quisieras que te hicieran, y como quien bebe del vaso que tiene veneno, lo hice. El diablo me ofreció el plato pero no me obligó a comerlo, aunque con ojos desorbitados y estado de fiereza me lo comí.

Me sirvo otra copa mientras Avaricia me acaricia el pelo, ella me entiende.

Aparece Pereza por la puerta con cara cansada, hace un amago para que me acerque.

- ¿Querías algo?

- Te está esperando - señala una puerta y desaparece.

Llamo un par de veces y entro. Está completamente vacía, la sala entera está pintada de blanco y el suelo está plastificado.

- Aquí estás - me sobresalto ante una voz masculina. Es Él.

- Bonitas cejas - sonríe ante mi comentario.

- No está bien lo que has hecho, vas a tener que pagar un precio muy duro por ello.

- Lo sé, no me importa.

- Mírate al espejo.

Soy incapaz de mirar mi rostro, pero recorro con la mirada de arriba a abajo el vestido negro que llevo, de luto vestida pido misericordia. Cierro los ojos, no quiero mirar más.

- Ábrelos, mírate a los ojos.

Me tomo mi tiempo para abrirlos.

- No, la del espejo no soy yo.

Se me acerca por detrás y coloca su mano sobre mi hombro mientras me mira fijamente a los ojos.

- Es duro aceptar la verdad. Has hecho mal, pero ¿y qué? Ya no hay manera de retroceder. Te va a pesar durante toda la vida, pero tú misma conocías la situación y sus consecuencias, y aún así pecas.

- Lo siento.

- No es a mí a quien tienes que pedir perdón.

- No puedo, no sé expresarme. Siento que estoy en un bote en medio del océano, me acompañan un mono y un borracho de mediana edad. Estoy perdida. Quiero olvidar. Salto a las fuertes aguas y espero a mi destino, mientras voy perdiendo mi conciencia voy sintiéndome más viva.

Cierro los ojos otra vez y respiro hondo.

- Pégame, hazme daño.

- No voy a hacer eso.

- Necesito sentirme viva.

- No lo estás.

- Ni lo voy a estar.

Acepto mi camino.

Pensamientos sin másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora