Una mañana, tres días después de la mordedura de la víbora, Sicheng se sintió por fin con la presencia de ánimo suficiente como para salir de la cama. Para su inmenso alivio, la mayoría de los invitados se había marchado con el fin de asistir a una fiesta que se celebraba en una propiedad colindante, de modo que Stony Cross Park había quedado en paz y bastante vacía. Tras haberlo consultado con el ama de llaves, Victoria trasladó a Sicheng a un salón privado de la planta superior, con vistas a los jardines. Era una estancia encantadora, con las paredes cubiertas por un papel de estampados florales en color azul y repletas de alegres retratos de niños y animales. Según el ama de llaves, ese salón estaba reservado para el uso exclusivo de los Marsden, pero el propio lord Jung había sugerido la estancia en beneficio de la comodidad de Sicheng.
Después de colocar una manta de viaje sobre las rodillas de su hijo, Victoria depositó una infusión de presera en la mesa que había junto a él.
—Debes beberte esto —dijo con firmeza en respuesta a la mueca de desagrado de Sicheng—. Es por tu propio bien.
—No hace falta que te quedes en la habitación para cuidar de mi, mamá—contestó—. Estaré encantado de quedarme aquí descansando mientras vas a dar un paseo o charlas con alguna de tus amistades.
—¿Estás seguro? —preguntó Victoria. —Totalmente. —Sicheng cogió la taza con la infusión y le dió un sorbo—. Incluso me estoy tomando la medicina, ¿Ves? Vete, mamá, y no te preocupes más por mí.
—Muy bien —accedió Victoria a regañadientes—. Pero sólo un ratito. El ama de llaves me dijo que utilizaras esa campanilla qué hay sobre la mesa si necesitas a algún criado. Y no olvides beberte la infusión.
—Lo haré —prometió Sicheng, esforzándose por componer una enorme sonrisa que mantuvo hasta que Victoria abandonó la habitación; en cuanto su madre desapareció, se inclinó por encima del borde del diván y vertió con sumo cuidado el contenido la taza por la ventana abierta.
Con un suspiro de satisfacción, Sicheng se hizo un ovillo en uno de los extremos del diván. De vez en cuando, el ruido que hacía la servidumbre rompía el plácido silencio: el estrépito de los platos, el murmullo de la voz del ama de llaves, el sonido de una escoba que limpiaba la alfombra del pasillo... Apoyó un brazo en el alféizar y se inclinó hacia un rayo de sol, dejando que su brillo le bañara el rostro. Cerró los ojos y escuchó el zumbido de las abejas mientras se desplazaban, perezosamente, entre el despliegue de flores de las hortensias rosas y los delicados ramilletes de los arvejos que adornaban los parterres. A pesar de que aún se encontraba demasiado débil, resultaba muy placentero sentarse a disfrutar del cálido letargo, medio adormilado como un gato.
Se estaba sumiendo en el sueño cuando escuchó un sonido proveniente de la puerta. No fue más que un ligero golpecito, como si el visitante se resistiera a interrumpir su sueño con un golpe más fuerte. Deslumbrado como estaba por la luz del sol, Sicheng parpadeó repetidamente y se quedó donde estaba, con las piernas dobladas bajo el cuerpo. Las motitas de luz fueron desapareciendo poco a poco de su campo de visión, y, cuando por fin lo hicieron, encontró con la vista clavada en la oscura y esbelta figura de Nakamoto Yuta. Descansaba parte de su peso en una de las jambas de la puerta, con un hombro apoyado contra ésta en una elegante, aunque inconsciente, postura. Tenía la cabeza inclinada y la observaba con una expresión indescifrable.
El pulso de Sicheng se desbocó. Como era habitual, Nakamoto vestía de forma impecable, pero el atuendo formal no ocultaba de ninguna de las maneras la masculinidad que parecía emanar de él. Sicheng recordó la dureza de sus brazos y su pecho mientras lo llevaba en brazos, el tacto de esas manos sobre su cuerpo... ¡Señor, jamás sería capaz de mirarlo sin acordarse!

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Verano (Yuwin)
Fanfiction"Un chico decidido a contraer matrimonio podía superar cualquier obstáculo, salvo la ausencia de un dote." Entra para conocer más UwU