Capítulo 15

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Cuando Sicheng alzó la vista, vio a lord Wu inclinado sobre el. Trató de incorporarse y echarse hacia atrás al darse cuenta de que aquello no eran imaginaciones suyas, sino una situación de lo más real. Incapaz de hablar debido a la sorpresa, se encogió hacia delante en cuanto vio que el hombre alargaba el brazo para apartar la parte delantera de su traje mañanero.

—He oído que estaba enfermo —dijo Wu, que lo miraba con los párpados entornados mientras seguía atrapado en el sofá—. Me apenó muchísimo que sufriera una aflicción semejante. Pero parece que el daño no ha sido permanente. Está—se detuvo y se humedeció sus gruesos labio— tan exquisito como siempre, aunque un poco más pálido, tal vez.

—¿ Cómo... cómo sabía que estaba aquí? —preguntó Sicheng—. Éste es el salón privado de los Marsden. No creo que ninguno de ellos le haya dado permiso...

—Conseguí que un criado me lo dijera —fue su petulante respuesta. —Salga de aquí —espetó Sicheng—. O gritaré que me está forzando.

Wu rió con ganas. —Querido, no puede permitirse un escándalo semejante. Su interés en lord Moon resulta obvio para todo el mundo. Y los dos sabemos que el más mínimo descrédito asociado a su nombre sería un desastre para sus aspiraciones—. Sonrió ante el silencio de Sicheng, revelando una hilera de dientes amarillentos y torcidos—. Así está mejor. Mi pobre y precioso Sicheng... Sé muy bien cómo conseguir que el color regrese a sus pálidas mejillas. —Metió la mano en el bolsillo y sacó una gruesa moneda de oro que movió ante él de forma tentadora—. Un regalo como muestra de mi simpatía por la horrible experiencia que ha sufrido.

La respiración de Sicheng se convirtió en un jadeo indignado cuando Wu se inclinó aún más hacia él con la moneda sujeta entre unos rechonchos dedos que trataban de apartar sus ropas para dejar allí su regalo. Logró apartar la mano del hombre con un manotazo fuerte y rápido. Aunque todavía se encontraba bastante débil, el gesto fue suficiente para que la moneda saliera volando y aterrizara sobre la alfombra del suelo con un ruido sordo.

—Déjeme solo —le ordenó, furioso

 —Puta engreída. No hace falta que finjas ser mejor que tu madre. —Cerdo... —Maldiciendo su debilidad y en medio de estremecimientos de repugnancia, Sicheng lo golpeó, apenas sin fuerzas, cuando el hombre se inclinó de nuevo hacia él—. ¡No! —exclamó con los dientes apretados y cubriéndose la cara con los brazos. Resistió como pudo mientras lord Wu lo agarraba por las muñecas—. No...

Un ruido metálico procedente de la puerta hizo que el hombre se incorporara, sorprendido. Temblando de los pies a la cabeza, Sicheng siguió la dirección del ruido con la mirada y vio a su madre, de pie en la entrada, sujetando la bandeja del almuerzo. La cubertería había caído al suelo en cuanto Victoria comprendió lo que estaba sucediendo.

La mujer negó con la cabeza, como si le resultara imposible creer que Wu estuviese allí. —Se ha atrevido a acercarse a mi hijo... —comenzó a hablar con voz ronca, Intensamente ruborizada por la furia, dejó la bandeja sobre una mesa cercana y se dirigió al hombre con voz calmada, pero furibunda—. Mi hijo está enfermo, milord. No permitiré que su salud se vea comprometida... Va a venir conmigo en este mismo momento y discutiremos este asunto en otro lado.

—No es discutir lo que me interesa en este momento —contestó Wu. Sicheng percibió la rápida sucesión de emociones que, cruzaron el rostro de su madre: repugnancia, resentimiento, odio, miedo y, finalmente, resignación.

—En ese caso, aléjese de mi hijo —le contestó con frialdad. —No —protestó Sicheng con un gemido al darse cuenta de que Victoria tenía toda la intención de marcharse para estar a solas con él—. Mamá, quédate conmigo.

Verano (Yuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora