Capitulo 9

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— ¿De verdad vamos a hacer esto? —preguntó Sicheng con voz lastimera mientras los demás floreros caminaban por el bosque con las cestas y las canastas en las manos—. Creí que todo eso de jugar al rounders en pololos no era más que una broma para reírnos. 

—Los Zhong jamás bromeamos acerca del rounders— señaló Chenle—. Sería un sacrilegio. —A ti te gustan los juegos, Sicheng —dijo Taeyong con diversión—. Y el rounders es el mejor juego de todos. 

—Me gustan los juegos de mesa —replicó Sicheng— Los que se juegan con la ropa puesta, como Dios manda. 

—La ropa está demasiado sobrevalorada —dijo Chenle con frivolidad. Sicheng estaba aprendiendo que el precio de tener amigos consistía en que, de vez en cuando, uno se veía obligado a ceder a los deseos del grupo, aun cuando fuesen en contra de las propias inclinaciones. De cualquier forma, esa mañana, Sicheng había tratado de poner a Mark de su parte sin que los otros dos se percataran, incapaz de creer que el chico pretendiera realmente quedarse en calzones a la vista de cualquiera. Sin embargo, Mark estaba más que decidido a seguir los planes de los Zhong, ya que al parecer lo consideraba como parte de un programa autoimpuesto para infundirse valor. —Qui-quiero parecerme más a ellos —le había confiado a Sicheng —, Son tan libres y atrevidos... No le temen a nada. 

Al contemplar el rostro entusiasmado del muchacho, Sicheng se había rendido con un enorme suspiro. 

— Está bien, está bien. Supongo que, siempre que no nos vea nadie, no tiene nada de malo. Sin embargo, no. se me ocurre en que puede ayudarnos. 

—Puede que sea di-divertido, ¿No crees? —había sugerido Mark; a lo que Sicheng había respondido con una mirada de lo más elocuente que había logrado que el chico se echara a reír. 

Por supuesto, el clima había decidido cooperar en todo con los planes de los Zhong: el cielo estaba azul y despejado; soplaba una suave brisa. Cargados con las cestas, los cuatro chicos avanzaron por el camino y dejaron atrás prados húmedos salpicados con capullos rojo de drosera y brillantes violetas púrpura. 

— Estad atentos por si veis un pozo de los deseos —dijo Taeyong con entusiasmo—. En ese punto tenemos que cruzar el prado hasta el otro lado y atravesar el bosque. Hay una pradera en la cima de la colina. Uno de los sirvientes me dijo que nadie se acerca por allí. 

—Tenía que estar en la cima de la colina, ¡cómo no! —dijo Sicheng sin rencor—. ¿Qué aspecto tiene el pozo, Taeyong? ¿Es una de esas pequeñas estructuras encaladas con un cubo y una polea? 

—No, es un enorme agujero fangoso en el suelo. — ¡Allí está! —exclamó Chenle al tiempo que salía a la carrera hacia el acuoso agujero parduzco, que se abastecía de una ribera próxima —. Venid todos, tenemos que pedir un deseo. Incluso tengo alfileres que podemos lanzar. 

— ¿Cómo sabías que debías traer alfileres? —preguntó Taeyong. Chenle sonrió de un modo travieso. —Bueno, ayer por da tarde, cuando estaba con mamá y las demás viudas mientras cosían, hice nuestra pelota de rounders. — Sacó una pelota de cuero de su cesta y la mostró con orgullo—. Sacrifique un par de guantes nuevos para hacerla, y no fue tarea fácil, la verdad. No obstante, las viejas damas, me vieron rellenarla con trozos de lana y, cuando una de ellas no pudo soportarlo más, se acercó y me preguntó qué diantres estaba haciendo. Por supuesto, no podía decirles que era una pelota de rounders. Estoy seguro de que mamá se lo imaginó, pero estaba demasiado avergonzada para decir nada al respecto. De modo que le dije a la viuda que estaba haciendo un alfiletero. 

Todos los chicos se echaron a reír. —Debió de pensar que era el alfiletero más espantoso del mundo —señaló Taeyong. —Sin duda alguna —replicó Chenle—. Creo que le di bastante lástima. Me dio algunos alfileres y dijo en voz baja algo sobre pobres y arrogantes chicos americanos que no tienen habilidad prácticamente para nada. —Con la punta de la uña, sacó los alfileres de la pelota de cuero y los repartió entre todos. 

Verano (Yuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora