Capítulo 19

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Maldiciéndose a sí mismo, Sicheng recorrió el camino de vuelta a la casa. No podía creerlo. Justo cuando tenía lo que deseaba al alcance de la mano, lo había arrojado por la borda.

—Estúpido —musitó para sí entre dientes—. Estúpido, estúpido.

Ni siquiera podía imaginar qué les diría a sus amigos cuando llegaran al claro y lo encontrarán vacío; Tal vez lord Moon se quedó donde lo había dejado, con el aspecto de un gato al que acaban de quitarle el plato de leche antes siquiera de haberle dado un lametón.

Sicheng se juró que no volvería a pedirles ayuda a los demás floreros para encontrar un futuro marido; no cuando había tirado por tierra la oportunidad que le habían brindado. Se merecía cualquier cosa que le sucediera a partir de ese momento. Sus pasos se convirtieron casi en una carrera en su afán por llegar al dormitorio. Estaba tan, concentrado en su frenética huida que a punto estuvo de taparse de bruces contra un hombre que caminaba con tranquilidad por el sendero que discurria al otro lado del muro de piedra. Se detuvo de golpe y murmuró una disculpa:

—Le ruego que me disculpe.

Lo hubiera sorteado de no ser porque su estatura tan característica y esas manos grandes y bronceadas que abandonaron los bolsillos de su abrigo delataron de inmediato su identidad. Sorprendido retrocedió mientras Nakamoto Yuta lo miraba.

Ambos se observaron con expresiones carentes de toda emoción.

Puesto que acababa de huir de lord Moon, Sicheng no pudo sino advertir las diferencias entre ambos hombres. Nakamoto tenía el aspecto decididamente bronceado a la luz del crepúsculo que se cernía sobre ellos; corpulento y muy masculino, con los ojos de un pirata y la crueldad despreocupada de un rey pagano. No era menos arrogante que antes, como tampoco más dócil ni refinado; sin embargo, se había convertido en el objeto de un deseo tan arrollador que Sicheng estaba convencido de haber
perdido la razón. El ambiente que los rodeaba se cargó y crepito por la pasión y el conflicto.

—¿Qué sucede?—preguntó Nakamoto sin preliminares, observándolo con los ojos entrecerrados ante su evidente nerviosismo.

La tarea de exponer sus emociones en unas cuantas frases coherentes se le antojó imposible. De todas formas, Sicheng lo intento.

—Te marchaste de Stony Cross sin avisarme.

Su mirada era dura y fría como el ébano.

—Tu guardaste el juego de ajedrez.

—Yo... — Apartó la mirada de él al tiempo que se mordía el labio—. No podía permitirme ninguna distracción

—Nadie te distrae ahora. ¿Deseas a Moon?... Pues disfrútalo.

—¡Vaya! Muchas gracias —replicó sarcástico— Es muy amable de tu parte que dejes el camino libre ahora que lo has estropeado todo.

El hombre le dirigió una mirada cautelosa.

—¿Qué quieres decir con eso?

Sicheng sintió una irracional sensación de frio, a pesar de que estaba envuelto por el cálido aire veraniego. Un ligero estremecimiento se inició en sus huesos y acabó por traslucirse en su piel.

—Los botines que recibí mientras estuve enfermo —dijo precipitadamente— los que llevo ahora mismo…  me los mandaste tú, ¿No es cierto?

—¿Acaso importa?

—Por Dios, admitelo —insistió.

—Si, te los envié yo —respondió con sequedad— ¿Hay algún problema?

—Hace un par de minutos estaba con Moon: todo marchaba según lo planeado y él estuvo a punto de… Pero no pude, no pude. No pude dejar que me besara mientras yo llevaba estas malditas botas. Ahora sin duda piensa que estoy loco, después de la forma en que lo dejé. Pero, después de todo, tenías razón, es demasiado agradable para mi. Y hubiéramos formado una pareja espantosa.— Se detuvo para tomar aire, entonces se percató del súbito brillo de los ojos de Nakamoto. Tenía el mismo aspecto de un depredador a la espera de su oportunidad de atacar.

Verano (Yuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora