Capítulo 10

73 12 4
                                        

En cuanto los ojos de Sicheng conectaron con la atónita mirada de Nakamoto, no pudo apartados de él. Parecía una de esas pesadillas de las que uno siempre se despierta con una sensación de alivio al saber que algo tan espantoso no ocurrirá jamás. De no haberse encontrado en una situación tan desfavorecedora, podría haberse divertido al observar a un Nakamoto Yuta totalmente estupefacto. En un principio, su rostro no traslucía expresión alguna, como si encontrara extremadamente difícil asimilar el hecho de que estuviese ante él tan sólo ropa interior. La mirada del hombre se deslizó sobre su cuerpo muy despacio hasta que llegó a su ruborizado rostro. 

Tras unos instantes de abochornado silencio, Nakamoto tragó saliva con fuerza antes de decir en un tono ahogado: 

—Probablemente no debería preguntar, pero ¿Qué demonios están haciendo? Esas palabras sacaron a Sicheng de su parálisis. Desde luego, no podía quedarse allí de pie y conversar con él vestido tan sólo con la ropa interior. Sin embargo, su dignidad —o lo que quedaba de ella— le exigía que no emitiera un chillido estúpido antes de correr por su ropa tal y como habían hecho Mark y Chenle. Satisfecho con esa idea caminó con rapidez hacia su abandonado traje y lo sostuvo frente a el mientras se giraba para enfrentarse a Nakamoto Yuta una vez más. 

—Estábamos jugando al rounders —explicó, aunque su voz sonó bastante más aguda que de costumbre. 

Nakamoto echó un vistazo a su alrededor antes de clavar la vista en el una vez más. —¿ Y por qué...? —No se puede correr de forma adecuada con ropa —lo interrumpió Sicheng— Cualquiera diría que es algo obvio. 

Al escuchar el comentario, Nakamoto apartó la mirada con premura pero no antes de que el pudiese atisbar el súbito destello de su sonrisa. 

—Puesto que nunca lo he intentado, tendré que aceptar su palabra al respecto. Por detrás de él, Sicheng escuchó cómo Chenle le recriminaba a Taeyong: —¡Creí que habías dicho que nadie venía jamás a este prado! —Eso fue lo que me dijeron —replicó Taeyong con voz apagada al tiempo que se colocaba todas sus prendas lo más rápido posible.

El conde, que había permanecido callado hasta ese momento, dijo unas palabras con la mirada deliberadamente fija en el horizonte. 

—Su información era correcta, señorito Zhong —dijo de forma controlada—. Este terreno es, por lo general, poco frecuentado. 

—Muy bien, ¿Entonces por qué están ustedes aquí? —quiso saber Taeyong con un tono tan acusador que hizo parecer que él, y no Jung, era el dueño de la propiedad. 

La pregunta consiguió que la cabeza del conde se girara con asombrosa velocidad. Le dedicó al chico americano una mirada de incredulidad antes de apartar la vista una vez más. 

—Nuestra presencia aquí es producto de una simple casualidad— dijo con frialdad—. Hoy deseaba echar un vistazo a la parte norte de mi propiedad. —Le dio a la palabra «mi» un énfasis sutil pero inconfundible—. Fue cuando el señor Nakamoto y yo recorríamos el camino que los oímos gritar. Creímos que lo mejor sería investigar lo que sucedía y acercarnos con la intención de ofrecer ayuda si era necesario. No teníamos ni la más remota idea de que ustedes estarían utilizando este prado para... para... 

—Jugar al rounders en pololos —terminó Taeyong al tiempo que terminaba de colocarse las prendas superiores. 

El conde, al parecer, fue incapaz de repetir aquella ridícula frase. Se giró con su caballo y dijo de forma cortante por encima del hombro: 

—Planeo sufrir de amnesia en los próximos cinco minutos. Antes de que lo haga, les sugeriría que en el futuro se abstuvieran de llevar a cabo actividades que supongan andar en cueros fuera de sus aposentos, ya que puede que el siguiente transeúnte que los descubra no se muestre tan indiferente como el señor Nakamoto o yo mismo. 

Verano (Yuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora