Capítulo 20

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La reacción de Victoria ante las noticias fue de una sorprendente calma. Mientras los tres permanecían sentados en el salón privado de los Marsden y Yuta le contaba la noticia de su compromiso, además de la causa que lo motiva, el rostro de la mujer palideció, pero no pronunció palabra alguna. Durante el breve silencio que siguió a la concisa explicación de Yuta, Victoria le clavó la vista sin parpadear y dijo con cautela:

—Ya que Sicheng no tiene padre que lo defienda, señor Nakamoto, recae sobre mi toda la responsabilidad de obtener de usted ciertas garantías. Por supuesto, toda madre desea que su hijo sea tratado con respeto y amabilidad... y coincidirá conmigo en que las circunstancias...

—Comprendo— dijo Yuta. Impactado por su sobriedad, Sicheng lo observó sin perder detalle mientras centraba toda su atención en Victoria—Tiene mi palabra de honor de que su hijo no tendrá jamás motivo de queja.

En el rostro de Victoria apareció una breve expresión de recelo, ante lo cual Sicheng se mordió el labio, ya que sabía lo que venía a continuación.

—Sospecho que ya tiene plena conciencia, señor Nakamoto —murmuró su madre— de que Sicheng, no posee dote...

—Sí—replicó Yuta de, modo conciso.

—¿Y ese hecho no supone ningún problema para usted?— dejó caer Victoria con un asomo de interrogación en la voz.

—En absoluto. Tengo la fortuna de poder desentenderme de la cuestión financiera a la hora de elegir esposo. Me importa un bledo si Sicheng se casa conmigo sin un solo chelín en el bolsillo. Es más, tengo la intención de facilitar las cosas para su familia: asumir deudas, hacerme cargo de las facturas y los acreedores, de las matrículas de la escuela y todo ese tipo de cosas; lo que sea necesario para que vivan con total comodidad.

Sicheng pudo distinguir la palidez de los dedos de Victoria, que se apretaban sobre su regazo, y la indescifrable trepidación de la voz de su madre, que bien podía deberse al nerviosismo, al alivio, a la vergüenza, o una combinación de las tres cosas.

—Muchas gracias, señor Nakamoto. Debe comprender que si el señor Dong estuviera todavía vivo, las cosas serían muy diferentes —Si, por supuesto

Victoria reflexionó en silencio antes de musitar:

—Por supuesto, sin la dote, Sicheng no dispondrá de dinero para los pequeños gastos...

—Pienso abrir una cuenta a su nombre en Barings —dijo Nakamoto sucintamente—. Estableceremos una cifra inicial de, digamos... ¿Cinco mil libras?Y repondré el saldo cada cierto tiempo cuando sea necesario. Por supuesto, yo correré con los gastos del mantenimiento de un carruaje y los caballos además de la ropa, las joyas... y Sicheng dispondrá de crédito en todas las tiendas de Londres

La reacción de Victoria ante sus palabras pasó desapercibido, para Sicheng, cuya cabeza comenzó a dar vueltas como una peonza. La mera idea de disponer de cinco mil libras, toda una fortuna, se le antojaba casi irreal. Su asombro se mezclaba con una pizca de anticipación. Tras años de penurias, podría acudir a las mejores tiendas, comprarle un caballo a Renjun y redecorar la casa de su familia con muebles.No obstante, el hecho de discutir las cuestiones económicas de un modo tan franco justo después de recibir una proposición de matrimonio le producía la inquietante sensación de haberse vendido a cambio de dinero. Dirigió a Yuta una mirada cautelosa y vio que sus ojos habían adquirido ese brillo burlón tan familiar. Lo comprendía demasiado bien, pensó al tiempo que un indeseado rubor coloreaba las mejillas.

Permaneció en silencio mientras la conversación giraba en tomo a los abogados, contratos y estipulaciones, lo que lo llevó a descubrir que su madre poseía la perseverancia de un bull terrier en lo referente a negociaciones matrimoniales. Toda esa discusión, que se parecía mucho a una reunión de negocios, no podía calificarse de ninguna de las maneras como romántica. De hecho, no había pasado por alto que su madre no le había preguntado a Nakamoto si lo amaba y que tampoco él había afirmado hacerlo.

Verano (Yuwin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora