COMPLETA
N°1 ranking Novela Histórica Mayo 2020
ROMANCE HISTÓRICO
Año 1839 En Inglaterra.
Gabriel Reece Relish, es el duque de Rutland. Jóven, sumamente inteligente, elegante, intrépido, repleto de magnificencia y desparpajo, que desperdicia la vida...
Feliz año para todos. Este ha sido especial para mí, pues los he llevado conmigo durante todo el trayecto, recorriendo historias y creando personajes. Gracias por eso. Les deseo un año precioso y lleno de bendiciones. Este es mi regalito para ustedes, espero que lo disfruten. Un abrazo 💕🥂
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El día había amanecido nublado y algunos truenos resonaban como gruñidos angustiantes en su mente adormilada. Llevaba los ojos hinchados por el desvelo, no había podido conciliar el sueño en toda la noche y quiso atribuirle el hecho al revuelo que había en Leloir, aunque sabía a la perfección que era una burda mentira pues a esa hora todos dormían, a excepción del cocinero que horneaba el pan y preparaba los bocadillos para el desayuno. La culpa total de su angustiante insomnio había sido el comportamiento extraño del duque, su cercanía y sus ojos tormentosos y pecaminosos.
Constató el estado de Lady Realish y ante los ronquidos profundos que producía, cerró la puerta con cuidado y tomó el pasillo , deteniéndose frente a su puerta. El recuerdo de murmullos indecentes y un encuentro decadente y por completo deshonroso se aparecieron en su mente desdibujando la idea del duque perfecto, noble y cariñoso con su madre, para terminar convirtiéndose en un libertino aferrado a las faldas de una dama de reputación tan hedionda como el estiércol que llevaba la cabeza de la duquesa.
Inspiro profundo convenciéndose a sí misma que ella humilde y todo, valía más que aquel par repletos de riquezas y títulos, aunque saberlo así le doliera en lo más profundo de sus entrañas, y se negara a toda costa la razón de aquellos sentimientos.
Continuó la caminata y bajó las escaleras hacia la cocina donde el perfume del pan caliente con miel y canela, la envolvió. Le llamó la atención el revuelo en la cocina y la presencia de Lord Brown ya levantado, dando instrucciones a Kent quien se encargaba de distribuir la mercadería en la despensa. Habían llegado carros cargados desde el pueblo y cargamento exclusivo para el duque desde América. Tomó un par de panecillos y los colocó dentro de una canasta envueltos en un paño, junto a su cuaderno y sus acuarelas.
Poco tiempo después estaba en el jardín y apuró el paso hacia la glorieta que estaba un tanto más alejada. Estaba pintada de blanco, en medio del paseo, junto a la fuente y recorrida hasta la parte superior por una enredadera preciosa que daba unas flores en forma de campanitas anaranjadas. Se sentó en ella y acomodo sus cosas para pintar y desahogar sus tristes sueños y pensamientos confusos. Miró a través de las hojas verdes de la enredadera, que en aquel instante enmarcaban un trozo de cielo gris acerado, el campo de hierba verde y la torre de Leloir.