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Permanecía unos pasos por detrás de él, con las manos apretadas y conteniendo el deseo de intervenir

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Permanecía unos pasos por detrás de él, con las manos apretadas y conteniendo el deseo de intervenir. Aún se lo veía un tanto débil pero la determinación con que se movía, su espalda erguida y su orgullo indómito eran claras muestras de que Gabriel Reece Realish era el duque de Rutland, legítimo heredero y gobernador excelso, sin importar sus ropas pobres y ásperas, o la condición inmóvil de parte de su rostro y brazo.

-Qué bueno que se encuentre mejor señor Mirabillis...-Expresó Dorothy con una sonrisa amigable en su rostro regordete, pero Gabriel no respondió nada en absoluto, apenas se limitó a levantar sus ojos y mirarla con desagrado y desaprobación por atreverse a dirigirle la palabra sin su permiso. La mujer carraspeó ofendida. -Dos chelines. -exigió en pago, y de inmediato él buscó en su bolsillo pero estaba por primera vez en su vida, vacío. Apretó su frente sumamente molesto y no le quedó alternativa que volverse hacia Dana quien buscó entre las pertenencias que cargaba y le extendió la pequeña bolsa con el dinero. Metió su mano dentro tomando un par de monedas y se las extendió a la mujer dejándolas en la mesa, no permitiendo siquiera que rozara su mano con la suya. -Gracias. -Respondió ella a secas y se volvió sobre sus pies mientras ellos caminaban fuera de la posada.

Dana rápidamente se volvió hacia la mujer, quien aún permanecía molesta por su actitud y los observaba con fastidio mientras limpiaba la superficie de una mesa con un paño húmedo.

-Señora Dorothy, muchas gracias por su hospitalidad. ¿Podría indicarme usted dónde podemos conseguir un caballo en alquiler o tomar la diligencia?

-Deben llegar hasta Birminhoum. -Respondió con tono áspero.

-Pero ¿no hay algún caballo que pudiéramos conseguir para que nos ayude a llegar? Faltan treinta millas. -era mucho para hacer a pie y mucho más en el estado en que Gabriel aun estaba.

-Me temo que no... solo dependen de la buena voluntad de algún viajero. Lo que sí le anticipo es que lo veo difícil con los modales de su esposo.

-Mis disculpas por favor. No se ha sentido bien y el viaje lo ha perturbado. -hizo una mueca con sus labios y resopló aún molesta.

-Caminen hasta la encrucijada de caminos, si llegan a tiempo el señor Bramming pasa en su carreta hacia el pueblo y suele apiadarse de personas como ustedes.

Dana sonrió agradecida y se apuró a alcanzar a Gabriel quien aguardaba fastidiado y de espaldas a la posada unos metros por delante, con la pequeña bolsa de dinero en sus manos mientras apretaba sus labios y las contaba.

-Milord, podría caminar hasta la encrucijada de caminos y tomar la carreta del señor Bramming que lo llevará hasta Birminhoum. -Apenas levantó una ceja y la observó estupefacto, molesto y hasta ofendido.

-¿Pieghsa jarme?

-Su excelencia, volveré a mi pueblo. Creo que...

-No. -Volvió a sonar perfecto y con aquella voz majestuosa que apenas recordaba. -Usghed ene coghjmigo.

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