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El anciano lo observó con detenimiento, levantó su muñeca y tomó su pulso con sus anteojos en la punta de su nariz y los labios apretados

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El anciano lo observó con detenimiento, levantó su muñeca y tomó su pulso con sus anteojos en la punta de su nariz y los labios apretados. Murray observaba con atención y Gabriel permanecía inmóvil y con las vendas en sus brazos donde tenía las marcas de las sangrías.

—Que permanezca dormido es lo mejor, doctor. No quisiera volver a presenciar un ataque de locura como el de aquel día, ni tampoco que dañara a mi sobrino o algún miembro de la familia. —Sugirió Murray mientras se acercaba a la ventana y hablaba de espaldas a la cama donde yacía el cuerpo de su hermano.

—Entiendo. No se preocupe que la medicación lo tendrá tranquilo, y el descanso ayudará a recobrar fuerzas. —Respondió el anciano.

—Quisiera que hablara con mi madre, está bastante preocupada por él y no ha dejado de preguntar y desesperarse por verle. Si fuese posible que hablara con ella y le explicara  lo peligroso que puede ser, quizás a usted le crea y se tranquilice. Francamente los últimos días ha estado insoportable y no encontramos manera de calmarla.

—Pienso lo mismo. —Agregó Lord Brown. —Incluso creo que también le haría bien dormir un poco, relajarse, calmarla de alguna manera. ¿No crees Murray?

—Sí, creo que sería lo más sensato. —Dana apretó sus ojos al oír aquello.

—Haré lo posible. Por lo pronto señorita —le dijo a ella que permanecía en silencio, apretando sus manos delante de su falda y oyendo aquellas barbaridades, y no pudiendo evitar los pensamientos que la carta de Lady Realish le habían provocado, llevando el corazón en un puño y un deseo terrible de llorar —Continuaremos con el láudano y el opio. Regresaré mañana por la mañana para comenzar con las purgas, así que prepare todas las cosas. —Apenas asintió pues no podía mirarlo, temía que se le escaparan sus reclamos y sus pensamientos.

—Doctor Wilkins, ¿cree usted que pueda recuperarse? —preguntó Lord Brown.

—Lo dudo. Los casos de apoplejía son muy difíciles de recuperar. —Hizo un suspiro de resignación y Murray apoyó la mano sobre su hombro un instante, como si le diera consuelo.

—Muchas gracias doctor por sus servicios, que desde luego que serán muy bien recompensados. Su excelencia merece la mejor atención y creo que ha sido un acierto llamarlo a usted. —Se despidieron del doctor que pronto abandonó la habitación y ambos se quedaron de pie junto a la cama.

—Quizás fuera mejor que luego del tribunal lo trasladáramos a una clínica especializada. Es sumamente incómodo para todos que permanezca aquí. —sugirió a Murray que asintió pensativo mientras los dos abandonaban la habitación y Dana expiraba como si hubiera contenido su respiración cada segundo desde que ellos invadieron el lugar.

Se sentó junto a la ventana tratando de aclarar sus ideas, abrazó sus piernas rodeándolas con sus propios brazos y giró su rostro apretando su mejilla contra su  rodillas, mirando su rostro pálido, su barba larga y sus ojos dormidos de tanto láudano. Sólo podía pensar en las palabras de Hendricks, en la nota de Lady Realish y en sus propios pensamientos enredados y difusos.

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