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Que lo disfruten!

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Que lo disfruten!

Era la primera noche en toda su existencia que le había tocado dormir a la intemperie

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Era la primera noche en toda su existencia que le había tocado dormir a la intemperie. Aun sentía el dolor en su espalda por las rocas, sus ropas húmedas por el rocío de la noche y un dolor de cabeza agobiante.

Lo que más extrañaba era su alta cama, aquel colchón blando con sábanas suaves de seda, el desayuno con su café americano y sus cosas de afeitarse. Su barba estaba larga y áspera, le incomodaba y el calor del campo le agobiaba. Inspiró profundo ahuyentando su pesar y el grito exclamatorio de Dana lo sobresaltó.

—¡Allí está!

Levantó la mirada y vislumbró las piedras grisáceas de las primeras construcciones que se escondían entre los frondosos bosques de abedules, fresnos y robles con sus ramas tortuosas y bajas que brindaban una sombra excepcional a medida que el estrecho camino se adentraba en ellos, dando un fresco alivio.

Continuaron con entusiasmo hasta que dieron de frente con la entrada del pueblo. Era pequeño y pintoresco, con tejados en dos aguas, paredes de piedra y el verde brillante del verano que se entremezclaba, perdiéndose a medida que se adentraban en él.

A pesar de que Rutland recordaba pocas visitas al lugar, claro que conocía de hospedajes, la oficina postal, la plaza principal y la diligencia.

Dana lo observaba algunos pasos por detrás, caminaba extraño, ocultando en parte su rostro y su brazo lo llevaba apretado a su pecho, con su mano cerca del mentón. En cierta manera le conmovía que se ocultara ya que ninguna de las personas que caminaba por la calle ni en el mercado podría reconocerlo. Ella era del común del pueblo, humilde y venía de familia trabajadora, jamás había tenido oportunidad de enfrentarse a un noble hasta que llegó a Leloir, nunca los había cruzado por la calle directamente y mucho menos se hubiera atrevido a mirar directamente al rostro de un conde, muchísimo menos a un duque. Para todos aquellos que caminaban en esa calle, él era un ser humano común, pobre y miserable por sus ropas y su cuerpo maltrecho.

Se entretuvo pensando qué haría él al llegar a Londres, qué encontraría en aquel lugar que de alguna manera le había pertenecido, pero que ahora parecía repleto de mentiras y engaños, de dolor y de muerte. Tembló al recordar su camastro y él yaciendo débil y adormilado por el opio, las voces de su hermano y Lord Brown planeando internarlo. Recuerdos dolorosos y de alguna manera terroríficos por los cuales no se arrepentía de haberlo sacado de allí, a pesar de que aquella aventura terminaría incierta para él, y para ella destruyéndola por completo.

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