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 Lord Caldwell caminó hacia la ventana y apoyó sus manos en el alféizar mientras extendía su rostro fuera para contemplar la vereda y los carruajes de la calle

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 Lord Caldwell caminó hacia la ventana y apoyó sus manos en el alféizar mientras extendía su rostro fuera para contemplar la vereda y los carruajes de la calle.

— ¿Estás seguro? ¿Es definitivo? —Dijo Keira con esa voz dulce y refinada que la caracterizaba, pero cargada de indignación.

—Al parecer... ya lo ves en la invitación.

— No puedo creer esto... ¿Cómo ha podido hacerme algo así? —Preguntó irritada, molesta y decepcionada.

—Sabes como es él... ¿o acaso alguna vez prometió algo más?

—Aún no, pero tenía la confianza de que lo haría.

—Es la solución que se nos ocurrió... el tiempo apremia, pues si la reina se expide en ese reclamo, estará perdido, o al menos demorará mucho en tener una audiencia y aclarar todo el asunto. Sabrá Dios qué clase de fidelidad hacia su sangre siente esa familia —Ella guardó silencio mientras se acercaba a la ventana junto a él y pensaba sus palabras una a una.

—No sé que decir, no sé... hasta cierto punto trato de entender, pero por otro lado me siento tan... despechada. —Admitió finalmente. Él se giró y acarició su rostro delicado haciendo que cierre sus ojos un momento e inspire profundo. Keira casi de inmediato apoyó su mano sobre la suya y la apartó. —Sabes que fue un error...

—Ya lo sé. —Rio. —Me lo has dicho muchas veces. No te preocupes que no suelo enamorarme... al menos no en tan pocos encuentros... —enarcó una ceja y sonrió. —Aunque te confieso que eres de las pocas que he admirado tanto. —Ella movió su cabeza en negativa y con gesto de desapruebo.

— ¿Crees que deba intentarlo? Temo su rechazo.

—Has dicho que lo quieres...

—Va a casarse con esa muchacha, tal vez la ama... ¿no lo has pensado? —replicó rápidamente y él lanzó una carcajada sonora.

—Claro que sí... pero tienes doble ventaja. —Keira cruzó sus brazos sobre su pecho y apretó sus labios mientras le oía. —Es simple... Ella es una mujer simple de un pueblo perdido, sin absolutamente nada más que su confianza y por esa necesidad apremiante de conseguir aliado y protección para recuperar su puesto. Claro que para que eso funcione debe tener aprobación de la reina...

—No puedo entenderlo... ¿Cómo es que se ha enamorado de una mujer así? Jamás me lo hubiera imaginado.

—Puedo comprenderte, yo también dudé al principio, pero bastó ver sus ojos cuando ella se negó a casarse...

— ¡¿Se negó?! —Preguntó incrédula y con sonrisa irónica. — ¿Acaso no entiende con quién se está por desposar? ¡Qué descaro!

—Pues ahí lo tienes... esa es la otra ventaja que tienes: ella no lo quiere. Esta enamorada de otro y digamos que él la amedrentó con la cárcel para que aceptara, por las acusaciones que Murray y Brown han lanzado en su contra. —Keira inspiró profundo y enarcó una ceja mientras caminaba por la sala.

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