COMPLETA
N°1 ranking Novela Histórica Mayo 2020
ROMANCE HISTÓRICO
Año 1839 En Inglaterra.
Gabriel Reece Relish, es el duque de Rutland. Jóven, sumamente inteligente, elegante, intrépido, repleto de magnificencia y desparpajo, que desperdicia la vida...
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Se cubrió con el sobretodo y acomodó el sombrero sobre su cabeza mientras ya avanzaba los pasos hacia la puerta.
- ¿Nos veremos en St. George? -preguntó Caldwell tan apresurado como la caminata de su amigo, que con un movimiento de su cabeza asintió. - ¡Ire más tarde! -anunció mientras chasqueaba su lengua preguntándose si acaso lo había escuchado.
Gabriel fijó su mirada en el carruaje con el blasón de Rutland e ignorando las insistentes preguntas de la gente alrededor, encaminó hacia el mismo, ansioso y con un nudo en su estómago por encontrarla allí.
Cruzó la calle repleta de barro y pequeños charcos, para encontrar la puerta abierta por el cochero y su mirada cristalina dentro, que sólo trajo paz y bonanza.
-Daghna... -Musitó mientras se sentaba a su lado y su cuerpo se relajaba. -He teghnido el corghazón en la maghno pensaghndo que me haghbías deghjado nuevamente... -Ella bajó su mirada, avergonzada por sus palabras que parecían recordarle que se había equivocado. Gabriel sonrió y tomó su mano entre las suyas, rodeándola y llevándola hasta sus labios. -Debo conghfesarte que he senghtido un peghsar, un dolghor agudo en mi peghcho... teghnía mieghdo. No erghan ellos ni Rutghland, era perghderte. Lo sé ahorgha que estaghs frenghte a mí...
-Lo siento mucho... no he debido irme así. -El acarició su mejilla y la atrajo tan cerca que Dana se estremeció.
-No vuelghvas a deghjarme. Yo te aghmo. Podghría vivir sólgho a tu laghdo y me alcanzarghía. ¿Por qughe no me esperghaste? -Sus palabras habían rozado su corazón herido y lo habían vuelto a la vida en aquel mismo instante.
-Debía hablar con Darla para que se adelantara a Leloir. Ha vuelto con Kent en el carruaje. No le reprendas, te lo ruego... solo ha querido ayudar a Lady Realish y lo de Hendricks aun ahora me cuesta creer y entender... -Gabriel irguió su espalda y apoyó su cabeza en el carruaje.
-No ségh qughé harghé con ella... de solo penghsar que si hubiergha acataghdo las órghdenes de Kent migh madghre...
-Si hubiera hecho eso, ella estaría en Leloir y tú habrías perdido todo... No imaginas el apoyo que ha sido para mí, el ánimo que me ha dado, su compañía... Descontando su ayuda y su testimonio que han ayudado y mucho... Te lo suplico, no ha sido su intención. -Gabriel corrió sus ojos de los suyos suplicantes. Su transparencia y la dulzura de su petición luchaban contra su dolor y su orgullo.
-No logh sé... No pueghdo pensghar en eso ahorgha. Solgho quiergho ir a caghsa y ordeghnar mi mentghe que es ughna marghaña de dudas y dolghor, pero teghnerte aqughi alighvia mi corghazón... -Ella contuvo sus palabras que pretendían insistir en la inocencia de su amiga, y aquella declaración sumada a su cercanía y el perfume húmedo de su piel la distrajeron, mientras él levantaba su mentón y se acercaba a sus labios deseosos dejando sobre ellos la suavidad de los suyos.
-Gabriel... es... -Se había acercado más a ella y apenas le permitía hablar pues la besaba insistentemente. -Es que... déjame hablar... -Él sonrió y se apartó apenas unos milímetros para permitirle pronunciar lo que deseaba. -Tampoco es simple, aun está ese niño...