Bridgette no estaba preparada para otra de las charlas de lord Grosero. Había empezado a divertirse de verdad en Blessing Park, pero su regreso lo había ensombrecido todo. Creía que ya se había acostumbrado a la indiferencia de su esposo y no necesitaba verlo, pero al abrir la puerta del salón aquella noche, la había abatido descubrir que la pequeña semilla de deseo que había brotado en su interior hacía tantos años, no había dejado de crecer.
Sobre todo después de que lord Insufrible-Arrogancia la hubiera besado dos semanas antes.
Mientras se vestía, meditó lo que iba a decirle. Lady Haversham le había contado suficientes chismorreos como para saber que Félix era muy popular entre las mujeres, un dato que encontraba particularmente inquietante. La anciana dama le había insinuado incluso, que la viuda lady Lila Rossi era su amante. Eso no la había sorprendido. Él mismo se lo había dicho también. De hecho, la ojiazul había deducido que Lila debía de ser el motivo por el que el rubio no quería casarse con ella: quizá amara a la viuda.
Lady Haversham le había dicho que era una mujer popular por su belleza, una curvilínea castaña cobriza de ojos verdes, más o menos de la edad de Félix. Brid, por el contrario, era poco alta, tenía los ojos demasiado grandes en proporción con su rostro, un pelo rebelde y de un color azul oscuro nada elegante. No era de extrañar que Félix prefiriera a la hermosa lady Rossi.
Terminó de vestirse y se paseó nerviosa delante de la oscura chimenea para evitar lo inevitable. Tenía que ser lógica. Si volvía a América, lo haría deshonrada. Félix amaba a otra, pero había respetado su promesa de casarse con ella. Por lo visto, ella había aparecido en un momento de lo más oportuno; probablemente Félix se había propuesto poner fin a su amorío antes de casarse. Tal vez no había pensado que se casaría tan pronto.
Quizá él necesitara resolver el asunto de lady Rossi para poder entregarse a ella. Sin duda, aquello explicaría su deseo de que llevaran vidas separadas. No obstante, si había alguna esperanza de que él volviera a amarla, Brid le concedería encantada el tiempo y el espacio que necesitara.
Decidió respetar las condiciones de Félix. Le había dicho que debía pedirle permiso para todas sus compras. Eso le parecía bien. La moda no la atraía demasiado, y no se le ocurría nada que pudiese necesitar. Si Félix quería controlar su herencia como solían hacer los maridos, adelante.
También le había dicho que quería un heredero. Bueno, eso era algo más complicado. No soportaba la idea de llevar en su vientre un hijo de Félix si él amaba a otra. Le propondría al rubio que dejase pasar al menos un año, para que tuviera el tiempo suficiente de romper con lady Rossi. Además, la peliazul apenas lo conocía. ¿No debían buscar un punto medio en el cual convivir pacíficamente antes de ser padres? Por no mencionar el hecho de que él acoplara aquel cuerpo potente sobre el suyo, hacía que le temblasen las rodillas de pánico.
Y si él lo quería, ella se iría y no volvería la vista atrás, aunque aquélla fuese la opción menos deseable y significara su deshonra. Aun así, se negaba a escuchar a la parte de sí misma que no estaba dispuesta a renunciar a un hombre al que había amado toda la vida, por mucho que sufriese su orgullo.
Estaba dispuesta a darle lodo lo que quisiera, no, mejor dicho lo que él exigiera. Mientras tanto, viviría como había hecho las dos últimas semanas, disfrutando de la gran variedad de entretenimientos que Blessing Park ofrecía, sin entrometerse en su camino, y esforzándose por aumentar su indiferencia hacia él. Félix, por su parte, podía tomarse el tiempo que creyera necesario para poner fin a su relación con lady Lila Rossi.
Satisfecha y admirada de su habilidad para idear un plan aceptable, Bridgette se dirigió al salón de desayunos.
Apareció en el umbral de la puerta luciendo una sonrisa seductora y un vestido color crema estampado de diminutas violetas. Se sentía muy despejada a pesar de lo temprano que era, e incluso un poco mareada cuando vio a Félix sentado a la mesa. Iba vestido con una chaqueta azul oscuro y unos pantalones color esmeralda grisáceo a juego con sus ojos. Estaba guapísimo aquella mañana, pero ella era lo bastante fuerte para ignorar aquel dato.
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𝑬𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐
Diversos-𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐦𝐚𝐬 𝐠𝐞𝐥𝐢𝐝𝐚, 𝐬𝐞 𝐥𝐞 𝐨𝐭𝐨𝐫𝐠𝐚 𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐭𝐚𝐧 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚𝐨𝐫𝐝𝐢𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫. Bridgette Dupain-Cheng parte rumbo a Inglaterra para casarse con Fé...