Harrison Green era el sobrino sin título de un duque muy influyente que se había ganado la fama entre los aristócratas londinenses de organizar los eventos más bulliciosos e indecentes de toda la ciudad. El gentío allí presente aquella noche daba fé de la inmensa popularidad de sus fiestas. Bridgette fue consciente de las miradas que Claude y ella eran objeto mientras se abrían paso entre la multitud. Al echar un vistazo a su alrededor, empezó a hacérsele un nudo en el estómago. Temblaba de pensar lo que Félix le haría si la encontraba allí con su primo. Aunque vivían en la misma casa (o eso pensaba ella), no lo había visto desde la discusión en el salón, pero sabía que la Peste Negra salía todas las noches.
—¡Lady Darfield!— Aquella voz chillona pertenecía a lady Delacorte, que se abría paso sin ceremonias entre la multitud tirando de su esposo. —¡Cuánto me alegro de verla! Esperábamos que asistiera a nuestra pequeña reunión de anoche— dijo al llegar hasta ella.
Bridgette abrió mucho los ojos al caer en la cuenta de que había olvidado la invitación.
—Lo siento mucho, lady Delacorte! ¡Discúlpeme por ser tan grosera!— exclamó verdaderamente horrorizada por su metedura de pata.
Lady Delacorte arqueó una de sus cejas pintadas.
—¡Por favor, querida, no hay necesidad de disculparse! Lord Darfield nos explicó la situación muy claramente— sonrió la mujer.
Se quedó pasmada. Confiaba en que no la hubiese ridiculizado en público. No habría sido capaz.
—¿La situación?— preguntó tímidamente.
—Mi esposa se refiere a que lord Darfield nos contó que lamentablemente había descubierto usted de pronto que era alérgica al marisco— le explicó lord Delacorte, besándole cortésmente la mano.
Brid sintió un gran alivio. Félix aún no la había denigrado, al menos no delante de los Delacorte.
—Al marisco. Sí, me temo que si— murmuró.
—¡Ay, qué hombre tan encantador! Nos lo hemos encontrado en el bufet hace un momento... ¡Qué raro!, no nos ha dicho que hubiera venido acompañado.
De modo que estaba allí. Ya no tenía escapatoria; la escasa esperanza que había albergado de no verlo aquella noche se había esfumado incluso antes de que ella pusiera el pie en aquella casa.
—Eh, bueno, es que él no lo sabe...— se obligó a sonreír.
—Lo que mi querida prima quiere decir es que ella pensaba que tendría que esperar en casa mi llegada, señora, pero como me he adelantado, hemos decidido darle una sorpresa al marques— explicó Claude con una reverencia.
—¡Si, eso es!— añadió Bridgette nerviosa. —Les presento a mi primo, Claude Lahiffe.
—¡Qué divertido, un primo!— trono una voz a su espalda. Un tipo corpulento vestido con una chaqueta de satén azul cobalto se acercó tambaleándose al pequeño grupo.
—Lady Darfield, el señor Harrison Green— sentenció lord Delacorte.
Sus pequeños ojos azules se iluminaron, y el anfitrión se pasó torpemente la copa de champán a la mano izquierda para poder saludarlo como es debido. Bridgette apartó con suavidad su mano de los labios gruesos y húmedos de Green.
—Señor Green— dijo tímidamente.
—Lady Darfield, que tremendo placer. Su reputación la precede, ciertamente, pero no le hace justicia— declaró el dueño de la fiesta.
ESTÁS LEYENDO
𝑬𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐
De Todo-𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐦𝐚𝐬 𝐠𝐞𝐥𝐢𝐝𝐚, 𝐬𝐞 𝐥𝐞 𝐨𝐭𝐨𝐫𝐠𝐚 𝐞𝐥 𝐥𝐮𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐭𝐚𝐧 𝐞𝐱𝐭𝐫𝐚𝐨𝐫𝐝𝐢𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫. Bridgette Dupain-Cheng parte rumbo a Inglaterra para casarse con Fé...