𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 15

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La vida de Bridgette fue perfecta hasta la tarde siguiente. Tras un desayuno tardío y tranquilo con Félix, Brid se retiró a su cuarto a encargarse de la correspondencia que tenía a Plagg al borde del infarto. Iba bastante bien cuando Nino la interrumpió para comunicarle que había ido a visitarla un caballero, el señor Claude Lahiffe.

Cuando entró contentísima en el salón azul, su primo estaba de pie junto a la ventana, toqueteándose nervioso el corbatín marrón oscuro.

—¡Claude! ¡Vuelves a sorprenderme!— rió ella, recibiéndole con los brazos abiertos.

—Como no te encontraba en Blessing Park, pequeña...— Él sonrió y le devolvió el abrazo. La soltó y retrocedió unos pasos para contemplar risueño el vestido verde mar y crema. —Por lo visto, Londres te quiere.

Bridgette sonrió vergonzosa y lo condujo al sofá, donde se instaló muy fina, con las manos recogidas en el regazo.

—¿Llevas mucho tiempo en Londres?— le preguntó ella.

—Unos días— respondió él encogiéndose de hombros. Concluí mis negocios en Portsmouth y fui directo a Blessing Park, luego le seguí aquí.— El joven le miró las manos, le cogió una entre las suyas y la examinó con detenimiento.

Bridgette lo notó inexpresivo y se preguntó si su negocio habría fracasado.

—¿Y bien?— lo instó. —¿Concluyó satisfactoriamente?

—Podría decirse que si— declaró sin dejar de mirarle la mano.

—¡Claude, eso es estupendo! Entonces ya tienes un puesto, ¿no? ¿De capitán?— le preguntó emocionada.

Él le soltó la mano despacio, se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en los muslos, y se quedó mirando al suelo.

—Brid, tengo algo importante que contarte. Quizá deberías despachar al criado.— Bridgette arqueó las cejas, preguntándose que querría contarle que no pudiera decir delante de Hanson. —Creo que es preferible que lo oigas sólo tú— murmuró sin dejar de mirar al suelo.

Un mal presentimiento se apoderó de ella.

—Pero ¿qué...?

—Te aseguro que es un tema algo... delicado. Lo hago por tu bien.

Claude alzó la vista y la miró tan preocupado que a Bridgette le dio un vuelco el corazón. Su primer pensamiento fue que algo le había ocurrido a la tía Nathalie o a una de las chicas. Ella intentó descifrar su gesto, pero él volvió a desviar la mirada y le cogió las manos con fuerza.

Bridgette miró por encima de su hombro.

—Por favor, discúlpanos, Hanson.— Esperó a que el criado cerrase la puerta. —¡Cielo santo!, ¿qué ha ocurrido? ¿Le ha pasado algo a la tía Nathi?

—¡No, no!— rió él nervioso. —Lo que tengo que contarte es importante... para ti tanto como para mí.

Brid sintió una vaga punzada de pánico.

—¿Qué pasa?— preguntó ella despacio, convencida de que no quería oír la respuesta.

Claude había estado esperando aquella noticia con entusiasmo, pero, en aquel momento, parecía a punto de vomitar, como si no soportara la idea de contarlo en voz alta.

—Bueno, me cuesta contártelo, la verdad. Es una historia muy larga. No sé si sabes que tu padre y yo estuvimos peleados unos años.— Bridgette pestañeo sorprendida. —Él me consideraba un poco irresponsable— le explicó Claude a grandes rasgos, —y lo fui de joven, pero eso cambió y, por suerte, en los últimos tres o cuatro años, el capitán y yo nos reconciliamos.

𝑬𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora