Capítulo 8: Visiones, Celos y Algo más...

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Jordan

 Después de lo sucedido en la playa, no supimos nada de Mina, le insistí a mis padres quedarnos ahí, pero ellos se negaron por el mal clima que había. Nick estaba en lo mismo y los policías nos dijeron que la buscarían, estoy seguro de que esa búsqueda no iba a dar resultados, Mina en la playa es una lombriz que se escabulle por sitios que nadie más conoce. Además, no olvido lo que vi. El castillo, la Atlántida.

  —Jordan, hijo. El doctor nos indicó que debes descansar —mi madre me saca de mis pensamientos, volteo a verla y ella se acerca y toca mi hombro, apretándolo de manera reconfortante—. Es hermoso.

 Señala el lienzo frente a nosotros y veo los matices dorados, cafés, verdes, azules, y demás gama de colores que utilicé para realizar la gran e imponente ciudad; descanso mi mano sobre mi rodilla y una gota de pintura cae del pincel. Suspiro.

  —Tuve una visión —le digo a mi madre y ella niega lentamente, sabe que desde pequeño tengo sueños extraños que nunca supe interpretar y decidí mejor plasmarlos de esta manera. Al final, siempre los interpretaba demasiado tarde.

  —Jordi, no sobre pienses las cosas. Después de lo que los chicos y tu vieron en el museo, has estado actuando de manera extraña. Lo entiendo, mi cielo, fue una impresión muy fuerte, pero las autoridades encontrarán esa cosa y... —la interrumpo, sé que no es verdad.

  —Nada es seguro, madre. Es un terreno sin explorar y si me lo permites, paso a retirarme.

 Me paro de mi asiento y dejo a mi madre en el cuarto que me ambientaron como estudio, cierro la puerta tras de mí y la escucho suspirar. Me dirijo a mi recámara, la luz que entra es mínima y lo único que la alumbra son las luces led color rojo que coloqué en el techo, enciendo la lámpara junto a la puerta y cierro con seguro. Este "sueño" no lo interpretaré cuando ya sea demasiado tarde.

 Este "sueño" no lo interpretaré cuando ya sea demasiado tarde

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Mina

 Mientras camino rumbo a entregar un pedido, mis pensamientos son un ir y venir de preguntas constantes: ¿Quiénes son esas cosas?, ¿Qué quieren exactamente?, ¿A dónde quieren llegar con todo esto? y, además, ¿Cuánto tengo que ver con su mundo realmente? 

 Me detengo y freno a todos mis pensamientos que de por sí ya son un desorden, cuando me detengo frente a la casa de Coleman, risas femeninas se cuelan a través de la puerta, dudo en tocar, pero por desgracia, la puerta es de cristal y se ve a través de ella que el pedido ha llegado, en cuanto la silueta se va acercando, sé de quién se trata y no sé qué demonios hace aquí.

  —Mina. No sabía que trabajabas en ese restaurante, que pequeño es el mundo, ¿No crees? —Lena sonríe arrogante y yo descuelgo el pedido de mi espalda, pegándole con este en el estómago y escuchando un ruidito de reproche de su parte. Abro mi bolsa y saco tres órdenes de comida, cuando se la voy a entregar a Lena, Nick se encuentra a su lado con la tensión en todo su cuerpo.

Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora