Capítulo 9: Problemas a la Vista

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Mina

 Terminé mi turno a las 3:25 de la mañana, fue una buena racha de pedidos y mesereadas gracias a la temporada vacacional que se viene. Llego a mi casa agotada y mis padres ya están durmiendo, no veo por qué no hacer lo mismo, subo a mi habitación encontrándome a Klein en las escaleras.

  —¿Qué haces aquí, pequeño? —el cachorro mueve la cola cuando lo cargo para llevarlo conmigo. Intenta soltar pequeños ladridos de emoción, pero sigue despabilándose del sueño por lo que río levemente. Cuando abro la puerta, estiro cobertores por mi cama ya que lo tendré ahí un rato y sigue siendo cachorro, puede que haga una travesura. Apago la luz y dejo prendida la lámpara de mi cómoda—. Por cierto, gracias por ayudarme a dormir a mi mamá, pequeño.

 Klein mueve la cola y me lame la cara, río ante este gesto, pero nuestro momento no dura mucho. El pergamino se materializa en mi cama como si supiese que ahí lo leeré. Coloco a Klein en su almohada favorita y yo me siento junto a él, tomando el pergamino entre mis manos y desenrollándolo.

  >>Bien, la primera gema está en las profundidades del Atlántico, entonces tendré que nadar hasta ahí. Será un viaje largo y difícil de encubrir. ¿No crees? —el dóberman me ve y pone la pata sobre el pergamino, intentando acaparar mi atención, intento quitarlo de encima ya que no quiero que lo rompa— ¿Qué le diré a mis padres? No puedo ocultarles esto. Es algo que incluso se sale de mis manos.

 Suspiro, resignada leo todo el pergamino una y otra vez ya que cada que lo termino la información desaparece dejando espacio a nuevo contenido. Klein ya se ha dormido en mi regazo, no me doy cuenta de la facilidad con la que pasa el tiempo sin que uno se dé cuenta hasta que escucho a mi madre gritar.

  —¡Mina, a desayunar! —me sobresalto y veo la hora, son las 5:30 de la mañana. Tallo mis ojos, los cuales hacen un sonido pegajoso por la falta de humedad. El sueño se hace presente en mi sistema. Klein al escuchar a mi madre se para de donde está y se acurruca en otra parte de mi cama, a él le doy de comer cuando ya estoy por irme a clases.

  —Deséame suerte —le digo a Klein y sus ronquidos son los que me contestan. Salgo de mi habitación y cierro la puerta. Bajo las escaleras con calma mientras pienso cómo les diré a mis padres lo que pasó realmente ayer, pero un repentino susurro de una voz masculina llega a mi mente «No lo haga, si lo hace, ellos también correrán grave peligro». 

 Llego al comedor y hay tres platos para cada uno de los integrantes de la casa: un bowl de fruta, a su lado, una rebanada de pan integral con Nutella y plátano y, por último, el platillo fuerte que son claras de huevo con jamón. Me siento y mi madre pone frente a mí un jugo de frutas y una taza de café.

  —Gracias —digo tomando primero mi bowl.

  —Debes de estar agotada por tu turno de ayer, Clark me contó que repusiste tu tiempo perdido desde las cinco de la tarde —trago una rebanada de fruta al escuchar eso. Le debo una a mi jefe.

***

 Salgo de mi casa con ánimos renovados, pues ya he pensado en un plan perfecto para ir por la gema sin que mis amigos o progenitores sospechen de mí. Solo queda esperar cuatro meses de clases, después les diré a mis padres que Rose me ha invitado a su casa en Grecia y, podré llevar a cabo mi plan para ir en busca de las gemas, pero, mientras tanto, intentaré seguir con mi vida lo más normal que pueda.  Reviso mi teléfono en lo que vienen los chicos; al abrir los mensajes, Nick aparece como primero en mi lista de mensajes por responder, anoche después de vernos me escribió, ruedo los ojos al leerlo. Abro directamente nuestro grupo de amigos y Jordan ha abandonado el grupo. Consternada, leo los mensajes que le siguen.

Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora