Capítulo 22: Desaparecidos (Parte III)

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Nick

 Cansado de esperar de brazos cruzados a Jordan, decido tomar acción por cuenta propia para rescatar a Mina. Si bien, Jordan me explicó los efectos de Amorphia, pero de algo estoy seguro, ninguna poción es capaz de cambiar mis sentimientos, ni siquiera Perséfone pudo hacerlo, mucho menos un poco de agua conjurada. 

 Cierro mis ojos apretándolos de frustración, llevo nadando en círculos en la piscina de mi casa desde hace más de media hora, aun no sé cómo nadaré en el océano con muchos más metros de profundidad, con miles de criaturas desconocidas y libres por ahí y con Mina perdida en alguna parte de esa inmensidad. Salgo a tomar aire de la superficie al todavía no estar acostumbrado a respirar bajo el agua, dirigiéndome hacia la orilla para secarme, me recargo en un escalón y veo mi cola azul marino flotando inerte ante mí, acaricio las franjas plateadas sintiendo las escamas de mis manos y de mi nueva extremidad. Al escuchar la puerta de casa cerrarse y el grito de Laisa, salgo rápidamente de la piscina volviendo a ser humano, me cubro con la toalla cuando veo como baja las escaleras con una sonrisa pintada en sus labios, detrás de ella viene mi tío con una caja de pollo frito.

  —Vístete, imbécil. No sabía que tenías el fetiche de nadar desnudo —abro los ojos viendo por entre la toalla. ¿Cómo carajos hace Mina para salir con su traje de baño intacto sin que se rompa la parte de abajo en la transformación?

  —Vuelvo enseguida —mi tío niega mientras que Laisa suelta una carcajada.

  —No tardes, hay temas pendientes que tratar —dice Miguel cuando paso por su lado corriendo escaleras arriba.

 Al llegar a mi habitación, me cambio de ropa con lo primero que veo, no es bueno hacer esperar a un militar, mucho menos si ese militar es tu tío y está enojado.

***

 Cuando bajo, ellos ya se encuentran comiendo, jalo una silla del otro lado de la piscina para unirme a ellos.

  —¿Qué noticias tienes de tus amigos? —mi tío me observa esperando una respuesta que tarda en llegar, pues mastico el pollo más lento de lo que una persona normal lo haría.

  —Supongo que ya deben de estar en casa —tomo una bolsita de papas y la vacío en mi plato—. Nada de qué preocuparse, esos dos siempre andan en la playa o en sus casas devorando libros.

  —No es así, mi padre se puso en contacto con la madre de Jordan y con la de Mina y ninguna sabe en dónde están sus hijos —suspiro mientras aprieto la mandíbula y volteo a ver a Laisa con labios apretados en una sonrisa.

  —Los conozco mejor que tú. Me crie con ellos —Miguel nos interrumpe con voz seria.

  —Si no aparecen en menos de veinticuatro horas, levantaremos la Alerta Amber. Si no quieres que tus amigos hagan un escándalo, Nick, te recomiendo que los encuentres —me pasa los carteles con los rostros impresos de mi novia y de mi mejor amigo parándose de ahí, dejándonos a Laisa y a mí con una orden de pollo casi intacta.

  —Perdón. Josh también está preocupado por ustedes tres, ni siquiera te tomaste la molestia de mandarle un mensaje cuando llegaste a casa.

  —¿Tenías que decirle? —pregunto molesto y ella se encoje de hombros.

  —Sabes de las desapariciones y de los fenómenos extraños que han estado ocurriendo estos últimos días, lo último que quiero es que te pase algo junto con tus amigos. Además, qué idiota iría a mitad de la noche a nadar y a pasar el rato en la playa, sabiendo que ya se prohibieron incluso los eventos de los hoteles a altas horas de la noche.

Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora