Capítulo 14: Buceo

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Mina

 Pragos creó una copia de mí, tal y como Jordan lo hizo en el pasado y la única diferencia era que este clon mío ni siquiera tenía algunas extremidades, solo las suficientes para no levantar sospechas. Además, mi voz sonaba dos tonos más agudos de lo normal, pero supongo que solo hablaría lo necesario. 

 Después de ponerle mi traje de buzo a mi otra yo, el tritón me llevó por pasajes secretos de la misma cueva en la que estábamos que a mi parecer era pequeña, resultó ser todo un laberinto. Llegamos a lo que parecía ser algún espacio de la fosa marina; dos chicas un poco más grandes que yo nos esperaban ahí. No tenían la apariencia de Pragos o de Cristál, en cambio, eran como Mérope y yo, otras pléyades. La mayor, Maya, lucía una cola dorada con un cuarto de esta color negro y motas plateadas, casi blancas, su cabello era de color miel al igual que sus ojos y unas cuantas pecas decoraban sus mejillas; la segunda hermana, Alcione, tenía una cola que parecía estar dividida a partes iguales, azul rey con morado, pequeñas estrellas negras decoraban los bordes de sus caderas, sus ojos eran azul índigo y su cabellera era de un castaño rojizo. Me preguntaba si yo también me veía como ellas, todas mis hermanas que había visto hasta ahora estaban dotadas de una belleza extraordinaria.

 Ambas se presentaron conmigo y, a pesar de no tener recuerdos de ellas, su abrazo era algo que necesitaba. Nuestro encuentro fue breve, intercambiamos algunas palabras y cuando ellas estaban por retirarse una pequeña criatura parecida a un dragón marino se hizo presente, se restregó en ellas de manera cariñosa y después nadó junto a mí.

  —Su nombre es Drok. Cuídalo, él hará lo mismo por ti —fue lo que me dijo Alcione antes de desaparecer por uno de los túneles. Cómo se suponía que iba a tener a ese pequeño conmigo con todos los de mi clase allá afuera.

 Pragos ya me llevaba al lugar inicial de nuestro encuentro, Drok nos adelantó el paso con una agilidad sorprendente, tenía una actitud hiperactiva y alegre. 

  —Sabe que es un leviatán, ¿No es así? me ve de reojo aminorando su nado para ir a la par conmigo.

  —A mi parecer, el leviatán se vería más viejo.  Él es apenas una cría.

  —En efecto, es una cría, pero es pariente del leviatán del que usted me habla. Como sabrá, la Atlántida era habitada no solo por Atlantes y seres de otros planos, también era la tierra en la que dioses de todas las culturas y lugares hacían parada, siempre que no trajesen la discordia al pueblo eran bienvenidos. Por lo tanto, el pequeño Drok también tiene su historia.

  ¿Entonces no es un dragón? confusa y con un poco de miedo veo a Pragos, el cual, niega lentamente.

  —Cuando usted gobernó hace miles de años, tenía otro leviatán, la abuela de ese pequeñín e hija del primero de la especie. A diferencia de los humanos normales, las criaturas míticas comparten con los dioses su longevidad. Aunque ella murió el último día, dejó su legado, la madre de Drok, pero fue asesinada en menos de medio siglo debido a los marineros de la zona del mediterráneo, jactándose de matar a la bestia del fin de los tiempos. Drok nació milagrosamente hace unas semanas, al ser un huevo que llevaba varios milenios en ese estado, sus hermanas ya lo consideraban una piedra, resultó que solo necesitaba caer en un geiser para terminar su incubación sonríe, pero una tristeza acumulada por el tiempo emana de su aura—. Por desgracia, los humanos le temen a lo desconocido, por eso las criaturas que salimos de su conocimiento pasamos la mayor parte de nuestras vidas escondidos.

  —Eso cambiará cuando logre que el Imperio renazca. Al menos con lo que respecta a mi pueblo, ya no tendrán que ocultarse digo decidida sin reparar en su reacción de estupefacción. Ya hemos llegado al final de los túneles.

Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora