Capítulo 5: Primera Cita...

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Mina

 Hemos llegado al departamento de Rose, olvidaba que en la ciudad la vida es más agitada, miles de carros se escuchan como si estuviesen en la sala con nosotras, Rose se quita su abrigo color beige colgándolo en el respaldo de una silla de su comedor y se dirige a la cocina, yo tomo asiento en el sillón frente a la mesa de la sala.

  —¿Agua o jugo de frutas? —dice saliendo con ambas bebidas alzando una y luego otra en mi dirección.

  —Agua —me pasa el vaso cuando llega a mí sentándose a mi lado—. Gracias —tomo un sorbo, pero ella observa el contenido del suyo, recargando sus codos en sus rodillas—. ¿Ocurre algo?

 Pregunto y ella parece salir de su ensimismamiento tomando un sorbo de jugo, recargándose en el sofá plácidamente.

  —Supongo que me perdí en mis pensamientos por un momento. No es muy común que quieras sorprender a tu mejor amiga llegando al país en donde se conocieron y, lo primero que te diga su madre es que el mar casi se la lleva —mi cuerpo se tensa y de forma inconsciente presiono el vaso de agua. Se forma un incómodo silencio, silencio que después de unos minutos decido romper.

  —Fui imprudente. Decidí ir a la playa por una estupidez que ocurrió en la mañana con los chicos —le cuento a Rose lo que pasó en el museo con lujo de detalle, ella permanece seria todo el relato. Solo en algunos momentos se sobresalta o forma muecas, recuperando la compostura al instante.

  —Ambas sabemos que las sirenas no existen, Mina —es su respuesta ante todo lo que le he contado, me deja en shock, pensé que, de todos, ella podría entenderme. La confusión ante lo que me dijo pasa y es reemplazada por enfado, ¿Cómo es posible que no me crea la persona a la que por nada del mundo le mentiría?

  —¿Es en serio? No estoy bromeando, Rose. Los chicos pueden contarte, si no es Jordan, puede ser Nick o Josh. Incluso salió en el periódico local.

  —Mina, existen actrices, leí sobre el museo y pensaba en acompañarte, pero lo cerraron de improvisto. Seguramente era una actriz más profesional que se metió de lleno en su papel, incluso pudo haber influido la temática y la sugestión de la gente a lo que se podrían encontrar ahí.

  —¿Y qué hay de los daños? ¿También fue la actriz? —digo parándome del sillón, yendo a la cocina para dejar el vaso y subir las escaleras al piso de arriba, ya sé que habitación me toca.

 Escucho a Rose llamándome desde la planta baja, pero simplemente decido ignorarla y cerrar con seguro la puerta, sé que ella tiene la llave, pero no me molestará. Sube las escaleras y momentos después, llama a la puerta.

  —Mina, lo siento. Sé que acabas de pasar por un día muy, MUY pesado, creo en ti, pero —guarda silencio, ya me he sentado con mi espalda pegada a la puerta para escuchar mejor— no lo sé. Solo... buenas noches, si en la mañana quieres hablar con la mente más clara, lo haremos.

 Escucho pasos alejarse, me paro y voy a buscar el pijama que tengo aquí. Una vez bañada y cambiada, destiendo la cama y me acuesto en ella. Siento un vacío expandiéndose por todo mi pecho, como si algo me faltase y apenas me diese cuenta de ello. Tomo el dije del collar entre mis dedos frotándolo con las yemas de estos, voy cerrando los ojos como si ese simple gesto me arrullara. Antes de caer en un profundo sueño escucho una voz.

  —"Nereida, el tiempo se está agotando. Te necesitamos."

***

 Ha pasado una semana desde el incidente en la playa, desde ahí, no ha pasado nada fuera del lugar dentro de mi vida, solo el hecho de que noto a Rose y Jordan más distantes de lo normal, es como si estuviesen evitándome. Mientras escucho la clase de historia, ideo un plan en mi mente para ir a la playa, constantes voces se hacen presentes en mis sueños desde que fui "transformada". Además, necesito que la sirena me responda unas cuantas preguntas.

Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora