Capítulo 18: Graduación

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Jordan

 Suspiro aun sentado en los escalones de la casa de Mina. No hay nadie, todas las luces están apagadas y ya pasa de la media noche, sé que a estas alturas Amanda ya les habrá dicho a mis padres a dónde estaba, me esperaba un buen regaño, pero no importaba, no mientras me asegurara de que Mina estuviera bien. Un carro color ocre se estaciona frente a la casa, suspiro cansado.

 Perséfone baja del vehículo, abrigándose con la chamarra de "su hermano" y dirigiéndose hacia mí con paso seguro viéndome fijamente. Mi cuerpo se tensa al tenerla frente a mí, alzo la cabeza y me paro de mi asiento. Brook me saluda desde su coche.

  —¿Y bien? ¿Qué estás haciendo aquí?

  —Visitaba a una vieja amiga —digo despreocupado encogiéndome de hombros. Ella lame sus labios volteando hacia otro lado con una sonrisa pintada en sus labios.

  —Claro, visitas a Electra en mitad de la noche solo para saludarla —sus ojos vuelven a encontrar los míos y a pesar de sus lentillas matices rosas son apenas visibles en ellos—. Siento que a veces se te olvida que tratas con una diosa, mi amor. 

 Trago en seco. Nadie le pudo haber dicho que yo estaría aquí, la subestimé porque pensé que sus poderes eran nulos, pero a estas alturas es probable que ya tenga acceso a los tres reinos dentro del dominio de los dioses.

  —Si lo que te preocupa es que le revele tus planes, no me conoces lo suficiente. Jamás te traicionaría, mi diosa —muerdo mi lengua, para qué carajos estaría aquí entonces si no fuese por eso.

  —Ya entiendo, sigues enamorado de ella —abro los ojos como platos y retrocedo como si hubieran sacado todo el aire de mis pulmones con un golpe.

  —Jamás. No estoy enamorado de la persona a la que considero una hermana —digo asombrado por la creciente muestra de recelo en la voz de la reina del inframundo.

  —Creí que esos sentimientos ya habían quedado atrás hace años. Me habré equivocado —por primera vez desde que reencarnó, la veo mostrarse ante mi sin filtros—. La alejé de ti aun cuando su padre la había puesto en tutoría de mi madre, pero fuiste a servirle apenas cumpliste la mayoría de edad, me abandonaste y con el tiempo te olvidaste de mí, ya no me visitabas ¡Ya no me amabas!

 Explota. De sus manos sale una luz verde que en vano intento contrarrestar antes de que "su hermano" las vea, las plantas en el jardín de Mina empiezan a crecer tomando la forma de una enredadera que sube por mi cuerpo, tomando mis tobillos, muñecas y, por último, mi cuello. La presión se hace más presente en esta última parte y lucho por encontrar el aire, pero la planta tira de mí poniéndome de rodillas. Perséfone me ve con lágrimas en sus ojos.

  —Por favor, detente —le ruego, mi voz sale entrecortada y débil—. Tu hermano...

  —Ese mortal no es nada para mí —se acerca tomándose su tiempo. Mientras lo hace, la planta va poniéndome a su altura—. Ya no te necesito —sus palabras las dice sobre mis labios. De reojo veo a Brook bajar de su carro y correr hacia nosotros. Al llegar y ver la escena que se desarrolla ante sus ojos, su rostro se pinta de verdadero terror.

  —Huye —le digo en apenas un susurro antes de perder la conciencia y caer en seco contra el pasto. 

 

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Atlántida: El Renacer del Imperio (I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora