Todo empezó...

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En realidad, toda su vida se había empezado a derrumbar hacía ya dos años. Aileen era una chica popular, segura de si misma, con un montón de amigas, guapa, inteligente. Su pelo largo castaño y ondulabo y su dulce sonrisa encandilaba a cualquiera que la mirara. Todo era perfecto, sacaba buenas notas, tenía un buen cuerpo, y una personalidad radiante.

Un día vio a sus tres mejores amigas, Megan,  Kayla y  Cloe; hablando en el recreo. Se acercó con una sonrisa sin que la vieran pero cuando iba a saludarlas escuchó parte de la conversación

-Sinceramente creo que Aileen no es taaaan guapa como todos se creen – hablaba Megan mientras masticaba un chicle y se hacía tirabuzones con los dedos en su melena rubia.

-Sí, tienes razón, ¿habéis visto lo mal que le queda la camiseta que lleva hoy?- Esta vez hablaba Cloe, sacudiendo su media melena pelirroja con gran desparpajo para peinársela con los dedos.

-Bueno, yo no creo que esté tampoco tan mal ¿no?- Fue Kayla la que pronunció esas palabras a media voz, agachando la cabeza y dejando que su pelo castaño oscuro cubriera su cara.

-No seas tan buena y sé realista, anda – le soltó Megan bruscamente. Retomó la compostura y dijo algo más calmada - ¿Quieres decirme que no te has dado cuenta de lo mucho que ha engordad?

-Megan tiene razón, está muy gorda.

Ambas se rieron a carcajadas.

Las palabras de Cloe se clavaron en la mente de Aileen como cuchillos afilados. No podía creerse que sus mejores amigas le estuvieran haciendo eso. No pudo evitar que se le escaparan las lágrimas. Se tapó la cara con las manos y salió corriendo hacia el baño donde se encerró, llorando como nunca había llorado.

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