La primera de... ¿Cuántas?

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El trayecto que tenía que hacer para conseguirlo era sencillo. Se secó las lágrimas con las manos y esperó unos segundos hasta calmarse totalmente y conseguir que su respiración fuera normal. Abrió la puerta lentamente sin hacer el más mínimo ruido. El baño estaba al lado de su habitación, sólo era dar cuatro pasos por el pasillo y listo. Asomó la cabeza por la puerta y escuchó atentamente. La voz de la periodista del telediario se escuchaba nítidamente por lo que no corría peligro. Miró a ambos lados, sabía que con que la pillaran haciendo eso no la dejarían en paz, la llevarían a un psicólogo o a un manicomio o a saber qué.

Entró en el baño con sigilo sin ningún tipo de problema y cerró la puerta a su espalda. Ahora, la pregunta del millón, ¿dónde guardaba su padre las cuchillas? No sabía exactamente la respuesta, pero no iba a ser un problema muy grande poder encontrarlas. Su padre guardaba todas sus cosas en su neceser, no utilizaba nunca los cajones ¿el por qué? No lo sabía. Encontrarlas no le fue nada difícil, pero cuando tuvo esa pequeña cajita en sus manos con todas las cuchillas dentro un escalofrío recorrió su cuerpo ¿y si su padre se daba cuenta de que le faltaba una cuchilla? No tiene porqué pensar que fuiste tú, tonta le contestó su voz interior. Además, ahora ya estaba allí ¿qué tenía que perder? Se sentía fatal, tenía ganas de sacarse ese dolor del corazón, aunque fuera haciéndose daño físico, seguro que dolía menos que el que sentía en ese momento y le ayudaba a olvidarse, por lo menos durante un rato, de todo lo que estaba sufriendo.

Con la cuchilla escondida en la mano, Aileen salió del baño y volvió a su habitación cerrando la puerta detrás de sí y sin el más mínimo ruido. Todo estaba en silencio, sólo podía escuchar el latido de su corazón que cada vez iba más rápido. Vamos Aileen, sé valiente se decía a sí misma. Se sentó en el suelo, de espaldas a la puerta y apoyada en la cama.

Con cautela cogió la cuchilla y la observó durante unos segundos. Tú… Tú, vas a ser una amiga de verdad… Tú me vas a sacar este dolor que tengo tan dentro, dentro de mi corazón le decía en su mente a la cuchilla. La dejó en el suelo a su lado y se remangó la muñeca izquierda. Con la mano derecha volvió a agarrar la cuchilla y con temor y decisión a la vez se hizo un primer corte en la muñeca. Le escocía, pero se sentía mejor, menos dolor en el corazón, más dolor físico, de ese que se cura rápido, o por lo menos más rápido que el del corazón.

La sangre no tardó en empezar a brotar por su herida, un corte superficial que la marcaría para siempre. La primera herida que se hizo de muchas ¿cuántas? Ni ella misma lo sabía aún. Llevaba una.

Una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora