Siempre sola

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La mañana pasó tranquila. Conversaciones sin importancia en los cambios de clase, las mismas miradas, revuelos, sonrisas y comentarios al verla de siempre, nada era distinto. Entonces, si nada había cambiado… ¿Por qué ella se sentía tan distinta y tan mal consigo misma? Tal vez le habían afectado demasiado las palabras de su amiga Cloe… A saber, pero estaba deprimida, distinta, era como se notaba.

Al fin en casa, pensó soltando un suspiro en cuanto abrió la puerta

-Hola mamá – Saludó mientras iba a la habitación a dejar su mochila, como cada día - ¿Mamá?

No obtuvo respuesta. Fue a la habitación de sus padres, al salón y, por último, a la cocina. Nada. Genial dijo para si misma con ironía. En la mesa de la cocina había una nueva nota.

Hola cari. He tenido que volver otra vez a la oficina antes de tiempo, siento no haber podido esperarte. ¡Hoy tengo un horario de locos!Ya veo, pensó – La comida está en la mesa, si está fría caliéntala en el microondas. No sé a qué hora llegaré. Muchos besos. Mamá

Miró al otro lado de la mesa y pudo ver un rebosante plato de carne con patatas, una guarnición de guisantes y salsa. Agh, guisantes, sabe que los odio pensó mientras le lanzaba una mirada de asco al plato. Aunque… la carne no tiene mala pinta… se dijo cogiendo un tenedor del cajón de los cubiertos. ¡Para! Le dijo una voz interior ¿En serio Aileen? ¿Tienes una oportunidad de oro para adelgazar y tú  la vas a desaprovechar comiéndote… eso?

Acto seguido, cogió el plato de comida y, sin pensarlo dos veces, lo tiró a la basura. Metió el plato en el lavavajillas y lo puso a funcionar. Muy bien Aileen, bien hecho se felicitó a si misma. Fue a su habitación. No tenía deberes, y aunque los tuviera, no tenía ganas de hacerlos, no tenía ganas de nada ¿Por qué estaba tan rara? No tenía respuesta para su pregunta, todo había empezado a cambiar muy rápido. Todo sigue igual, todo está bien, no hay ningún problema, sólo voy a ser yo misma intentaba convencerse cantando esas frases en su cabeza.

Se sentó en su cama y, de repente, un sentimiento de soledad la invadió por completo. No podía imaginarse la vida sin sus amigas, sin sus padres juntos, sin que la saludaran y le sonrieran al pasar, ¡no podía! Empezó a notar que se le humedecían los ojos. No, Aileen, ni se te ocurra llorar, eso es de débiles. Se tumbó boca abajo en su cama, con ganas de llorar, de que todo siguiera como siempre. Pensando en todo y en nada, y todos los métodos posibles para poder volver a ser la de siempre y sobre cómo adelgazar, se quedó dormida.

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