Los días pasaban uno detrás de otro, todos iguales, unos mejores que otros, normalmente cada día peor. Ya casi había pasado un mes desde que Aileen tenía la cuchilla escondida en su cuarto y no había vuelto a sentir la necesidad de utilizarla. Cada día que pasaba veía esa cicatriz en su muñeca y se sentía algo reconfortada, pensando en el pequeño momento de dolor y alivio que le dio esa herida.
Megan y Cloe cada vez le dirigían menos la palabra y seguían criticándola, pensando que Aileen no se daba cuenta, aunque no era así. Cada día que pasaba la distancia entre ella y sus antiguas mejores amigas era mayor y notaba como si un abismo ya insalvable las separase.
Al contrario de Megan y Cloe, Kayla seguía manteniendo el contacto con Aileen, quien desde un primer momento había sido su amiga. No se atrevía a contarle lo que Megan y Cloe decía a sus espaldas, pero tampoco era capaz de criticarla como lo hacían ellas. Estaba, por decirlo de alguna forma, sin ir ni a favor de un bando, ni de otro.
En casa los cambios ese mes tampoco habían sido gran cosa. Su madre intentaba pasar más tiempo en casa y llegar un poco antes, al igual que su padre. Pero las discusiones por nada y las peleas se seguían sucediendo cada vez más frecuentemente.
Aileen seguía intentando comer cada vez menos, había decidido temerle a la aguja de la balanza, como si eso pudiera elegirlo. Ocasionalmente sentía haber comido "demasiado" o lo que para ella lo era, y vomitaba. No era que le gustara, tan sólo lo hacía en algún caso contado, y aunque no se sentía bien consigo misma, se sentía mejor que pensando que había comido demasiado.
Y todo el panorama parece calmado, no va a mejor, pero tampoco empeora drásticamente. Pero como se suele decir, después de la calma siempre viene la tempestad.
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Una vida
Teen FictionUna vida perfecta, todo va sobre ruedas. Pero un día todo cambia, las cosas malas se suceden como fichas de dominó. ¿Será capaz de soportarlo?