Capítulo 32

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Despertó exaltado, mirando al lado suyo observó que Yokozawa no estaba, a su mente acudieron todos los recuerdos de la noche anterior y... Todo su ser se lleno de culpa y remordimiento, estaba desesperado, lleno de angustia, Yokozawa jamás lo perdonaría y lo sabía, que incluso con amenazarle, aquél se iría, buscaría ayuda y con la evidencia de todos aquellos moretones y marcas en su cuerpo podría ir a la policía, a denunciarlo, y que sería él quien se quedara sin sus hijos y sin Yokozawa, comenzó a sollozar, el arrepentimiento lo invadía y no sabía que hacer, rogar y suplicar perdón no serviría de nada, había herido a Yokozawa de manera tal que ni siquiera él se perdonaba, porque  ahora, con la cabeza más fría y sin todo ese atisbo de celos y posesión se dió cuenta de que; Yokozawa no sería capaz de engañarle, es cierto que era demasiado denso para darse cuenta de las cosas, pero no era alguien que pudiera engañar, él ya lo sabía, lo sabía desde aquel evento deportivo en  el colegio de su hija, que él era lo más importante para el chico, y claro, su hija también, él lo sabía, entonces ¿porqué?  ¿Porqué su mente cegada por los celos había actuado de una manera tan salvaje? ¡Contra la persona que amaba!

Se quedó en el borde de la cama llorando, si lo perdía todo no había a quien culpar más que a sí mismo.
Pasados unos minutos se levantó de la cama, caminó fuera de la habitación sintiendo su cuerpo mucho más pesado que de costumbre, sintiendo sobre sus hombros toda la carga de la culpa, al salir pudo percibir el olor a comida, sorprendido miró hacia la cocina, ahí estaba Yokozawa, de espaldas cocinando... No se fue... Ahí estaba, entonces... ¿Tanto le temía? Se odio, ahora Yokozawa no sentiría más amor por él sino miedo, terror.

A sus ojos asomaron más lágrimas, no tenía derecho, se lo repitió una y otra vez, que él no tenía el derecho a llorar de aquella manera pero no había forma de evitarlo, se acercó a Yokozawa lentamente y con manos temblorosas se asió a él desde atrás, sintiendo como aquel se estremecía y tensaba por el contacto, entonces sintió mayor culpa.

---...lo siento... Lo siento Yokozawa, lo siento de verdad...--- disculparse no le serviría de nada, debía comprenderlo pero las palabras salieron de sus labios sin que pudiera evitarlo.

---Kirishima-san...

---perdóname... No, no lo hagas, no lo merezco... No lo merezco... Odiame, gritame, golpeame, y si quieres... Déjame... Porque he sido... Tan cruel contigo... Que no te merezco... ¿Te hice... Mucho daño... Verdad?

Yokozawa lo miraba asombrado,  prácticamente sin saber que decir o como actuar, Kirishima se dejó caer en un banco de la cocina con las manos entre su cara sin dejar de llorar, Yokozawa  escuchó sollozar al castaño y dejó la cuchara que tenía en la mano sobre la mesa, se acercó a Kirishima y levantó su lloroso rostro para que pudiera verlo.

---Kirishima-san... ¿Estás preguntándome... Si me... violaste?

Kirishima no fue capaz de sostenerle la mirada, sus ojos se cerraron en automático y continuó llorando sin responder a la pregunta, pero para Yokozawa la respuesta fue obvia.

---yo ... Solo... Lo siento Yokozawa... Lo lamento... Si pudiera volver el tiempo atrás...

Kirishima se levantó de donde estaba, apartando con suavidad las manos del menor, se dirigió a la sala de la casa y se derrumbó de nuevo, Yokozawa lo miró irse, apagó el fuego de la estufa, dejando el desayuno a medio  hacer, se encaminó a la sala y se quedó de pie frente a Kirishima, mirándolo.
El castaño no podía más, el solo hecho de saber que estaba ahí, parado frente a él no hacía más que recordarle todo, y la culpa lo invadía más y más a cada minuto, de pronto levantó un poco la mirada y ahí estaba, el serio semblante del menor, aquellos ojos azules que lo miraban serios, y él no podía saber que pensaba.

---...Yokozawa... Vete--- sí, era mejor que se fuera, era mejor dejarlo ir y así mantenerlo a salvo de él, dejarlo ir era mejor, el menor encontraría quién le amase más que él  y de manera apropiada, sin hacerle daño, porque teniéndolo ahí, sentía como esos ojos le juzgaban, lo declaraban culpable y la condena por mancillarlo era... Tremendamente cara... Tanto que él no podía soportarlo, incluso, tal vez, preferiría morir a seguir viviendo después de aquello.
Yokozawa encontraría a alguien mejor, se merecía nada más que lo mejor, y en ese momento, él se sentía la peor escoria que hubiera osado pisar la tierra.

---¿que me vaya dices? ¡Fuiste tú quien dijo que me quería a su lado siempre! Que me lastimaste, ¿preguntas? ¡Tú deberías saberlo!

Ahí estaba, el carácter fuerte que tanto le gustaba al castaño, las lágrimas y sollozos se detuvieron y él solo pudo observar la imponente figura de Yokozawa hablándole fieramente, se quedó sin habla, una lágrima más bajo por sus mejillas, Yokozawa limpió aquella lágrima, parecía molesto, irritado de verle de aquella manera, Kirishima bajó la mirada, pues a su parecer, era Yokozawa quien sufría más y ahí estaba, de pie, firme, en una sola pieza.
Cerró los ojos, no podía hacer otra cosa, y de pronto...
Sintió como Yokozawa se sentaba sobre sus piernas, quedando frente a frente.

Se miraron, y Yokozawa terminó de limpiar cada lágrima que el castaño había derramado, cuando acabó  besó la frente del castaño y lo miró con calma, con dulzura. Kirishima no entendía, o tal vez sí, Yokozawa... Siempre había tenido un buen corazón, un corazón puro, y esa era una de las razones por las que  se había enamorado perdidamente de él.

---... No pienso irme... Tú... Tú debes hacerte responsable de tus actos.--- Kirishima lo miró con espanto y cerró los ojos.--- tú me enamoraste, y ahora no puedes decirme simplemente que me vaya.
Dices... Que me lastimaste... Pero, Kirishima Zen... Tú, mejor que nadie deberías saber... Que tú... Jamás me has lastimado... Nunca  me has obligado a hacer algo en contra de mi voluntad... Jamás me has dicho algo realmente hiriente, conoces muy bien el límite antes de que me enfade enserio y te detienes... Nunca te has aprovechado de mí... Siempre me has respetado, y lo que quiero... No te aprovechaste incluso cuando me encontraste ebrio en aquel izakaya... Cualquier otro lo habría hecho... Pero tú... Me pusiste a salvo en aquel hotel, y a pesar de quitarme toda la ropa, tú... No me tocaste ni un sólo cabello...  Esperaste a que tus sentimientos fueran correspondidos... Y me tocaste, solo cuando yo ya estaba   perdidamente enamorado de ti... Todo el tiempo me has protegido... ¿Cómo puedes pedirme que me vaya? Cuando... Te amo tanto...
No sé que te pasa... Pero estaré aquí todo el tiempo para apoyarte.

---P-pero yo... Anoche... --- sus labios temblaron, las lágrimas amenazaban nuevamente y Yokozawa las limpió de nuevo, no dejó de acariciar el cabello del mayor y selló sus labios.

---ven... Te diré lo que pasó anoche.--- Kirishima se tensó, Yokozawa bajó de donde estaba y se acomodó en la sala, atrayendo hacia él a Kirishima, de esta manera el castaño estaba sobre su regazo, prácticamente recostados sobre el sofá, y Yokozawa acariciaba gentilmente la cabellera castaña.--- ayer... Cuando salimos del trabajo, estabas muy cansado, después de todo, el fin de ciclo es así... Casi te caes de sueño mientras cenamos, apenas pude hacer que tomaras un poco de la cena, pero no podía dejarte ir a dormir sin cenar... Llevarte a la habitación fue una pesadilla, pesas demasiado y apenas pude hacerte caer sobre la cama... Pero... Tuviste una mala noche, parecías... Tener un mal sueño, intenté despertarte pero no lo logré... Te subió la temperatura así que traté de bajarla y te dejé dormir, aún así... No parecías tranquilo... Creí que era por la fiebre...

---...¿estás mintiendo?

---no tengo porqué... Si tú... Me hubieras lastimado como crees... No dudaría en dejarte, tomaría a mis hijos y me alejaría, pero, no permitiría que eso pasara en primer lugar.
Tú... No me has lastimado, puedes comprobarlo por ti mismo... En mi cuerpo, no hay ninguna marca que delate que me has lastimado, nunca la ha habido y jamás la habrá, porque... Sé que me amas.

---te amo...

---con locura...

---te amo con locura, Takafumi.

Kirishima por fin sonrió un poco y los ojos de Yokozawa se aguadaron; Kirishima no lo veía, pero si había lastimado a Takafumi, porque Takafumi sufría al ver el rostro del castaño sumido en esa angustia y desesperación, y deseo que ese sueño jamás hubiese existido y porque deseo haberle podido despertar a tiempo.

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