Capítulo IX

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   Entré rápidamente al baño de chicos, teniendo un gran rubor en las mejillas y el corazón acelerado. Gracias al cielo May había llegado interrumpiendo la conversación para saludar a su novio.

   George salió de uno de los cubículos, envuelto en el short lycra y empapado. Tenía una bolsita plástica que contenía sus cosas de aseo y uniforme, al igual que la mía.

   —¿¡Y!? —preguntó enseguida, colocándose frente al lavamanos. Ahí había un espejo amplio donde, aparte de mi belleza, se podía ver los cubículos que estaban detrás de nosotros—. ¿¡QUÉ TE DIJO!?

   —Shhh. Hay chicos ahí... —señalé con mi boca los cubículos ocupados. Luego me dispuse a dejar mis cosas sobre el lavamanos mientras le respondía en voz baja—. Sólo bromeó por lo de sus fotos en su cuenta, diciéndome que le había parecido muy bonito el acoso.

   Mi amigo se cubrió la boca para soltar una carcajada que, aún así, hizo eco por todo el baño. Unos cuantos alumnos salieron de los cubículos, lo miraron raro, y salieron riéndose de él.

   —¿Y tú qué le dijiste?

   —Que me disculpara si eso lo había incomodado, pero me dijo que no me preocupara porque le alegraba y lo elogiaba que alguien como yo se interesara en él. Y yo le dije que... que debía estar acostumbrado a eso porque él era atractivo.

   Una vez más, soltó una espléndida carcajada que casi me dejó sin tímpanos.

   —¿¡EN SERIO!? ¡QUÉ IMBÉCIL ERES, PAUL! ¿¡POR QUÉ LE DIJISTE ESO!?

   —¡No supe qué contestar! —me defendí. Comencé a desprender los botones de mi camisa de uniforme de forma rápida—. Y después él dijo: así que te parezco atractivo... ¡Y no sabía qué responderle! Hasta que llegó la profesora —susurré.

   —A mal tiempo que llegó —George hizo una mueca. Las gotas de agua se deslizaban desde su cabello hasta el resto de su cuerpo—. Me hubiese gustado saber qué le hubieras respondido tú.

   —No me ayudes tanto, idiota. Sabes que no hubiese podido hacerlo. Menos mal que ella llegó.

   Desprendí la camisa, y me dispuse a quitarme los zapatos, así como las medias y el pantalón hasta lograr quedar semi-desnudo. George seguía riéndose de la situación vergonzosa, y probablemente me lo recordaría por algunos días.

   —Y te falta la vergüenza con Winston —recordó, esbozando una sonrisa ligeramente malévola—. ¿También hiciste lo mismo que con John?

   —Agh, ya. —Bufé. Saqué la barra de jabón de la bolsa, así como también el short lycra de nado—. ¿Puedes por favor guardar mi ropa?

   —Sí, no te preocupes.

   Me dirigí hacia un cubículo vacío, y me adentré al mismo cerrando la puerta con seguro. Acto seguido abrí la regadera y sumergí mi cuerpo, no sin antes desprender mi bóxer y colocarme el short. Deslicé la barra de jabón por mi piel para hacer espuma y darme así un rápido lavado antes de ir a la piscina.

   Aquello duró unos cinco minutos, y de inmediato salí. George estaba esperándome con mi ropa guardada en la bolsa y con las suya debajo del brazo.

   Él silbó mientras yo guardaba el jabón en la bolsa plástica.

   —Mira todo lo que Klaus goza...

   —¡Agh, ya! Ni siquiera me lo recuerdes. Es tan imbécil que ni siquiera sé por qué sigo con él.

   Me quedé en la puerta del cubículo para así poder apreciar la imagen casi completa de mi cuerpo. Deslicé mi mano por mi cabellera empapada para así apartar los mechones de mi frente.

A Little Trace of Innocence ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora