Capítulo XII

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   Todavía permanecía con los ojos cerrados, y había puesto mi boca de trompita para, nerviosamente, corresponderle a su beso. Me temblaban las piernas, tenía el corazón palpitando fuerte y un cosquilleo en el estómago.

   "¿Por qué tienes los ojos cerrados?"

   Los abrí repentinamente, dándome cuenta que John se había acercado a mí y pasado su mano detrás de mi espalda para poder tomar el cojín del sofá que estaba a tan solo un par de metros del puff donde nos encontrábamos.

   —¿Los o-ojos cerrados?

   —Sí... —seguía mirándome un poco extrañado, mientras colocaba el cojín sobre sus piernas envueltas por aquel pantalón negro ligeramente ajustado—. Tenías los ojos cerrados.

   —¡AH, ES QUE ESTABA PENSANDO!

   —¿Piensas con los ojos cerrados y la boca de trompita?

   —¡SÍ! ¿¡USTED NO!?

   —No...

   —¡INTÉNTELO!

   John dejó escapar una risita floja, aumentando así el rubor que comenzó a extenderse violentamente por mis mejillas y orejas.

   Oh Dios. ¿En qué estaba pensando? ¿En qué me iba a besar?

   —Dámelo.

   —¿¡QUÉ COSA LE DOY!?

   —El portátil... ¿O eres tú el que va a escribir?

   —¡No, no!

   Cuidadosamente la aparté de mis piernas y la coloqué sobre la suya. Como ya estaba encendida, John abrió una hoja de Word y movió sus dedos para ejercitarlos, mientras suspiraba seguramente para atraer la inspiración. Miró la hoja que reposaba sobre el teclado, y luego miró a lo más lindo del universo, es decir: a mí.

   —Primero quieres que aparezca la boda con la chica que le obligaron casarse...

   —Ajá —asentí—. Quiero que eso sea lo primero que se narre.

   —Bien... ¿Hiciste la ficha de ese personaje, no? Tuve que habértelo corregido en el cuaderno las clases anteriores.

   —¡Sí! Aquí lo tengo —me levanté de un salto, y me dirigí al escritorio para tomar la liberta y después volverme a sentar junto a él en el puff—. Un momento... —comencé a pasar las páginas, hasta que me apareció el título "personajes secundarios" en una de ellas—. Aquí están varios, y entre esos ella.

   Él la leyó con detenimiento.

   —Pero no describes su forma física —acotó—. Ni su nombre.

   —Lo sé. Yo le dije que estaba indeciso ese día, ¿lo recuerda? Usted me dijo que viera revistas o fotografías de personas en internet y que eligiera una de ellas para hacer la descripción.

   —¡Ah, sí! Claro, ya lo recordé... —me miró—. Pero no lo hiciste...

   —No lo escribí, pero ya sé cómo quiero que sea. —Le dije.

   —Okey, ¿y cómo quieres que sea?

   —Quiero que sea una asiática de cabello largo y negro. Y que usted la deteste y no la quiera y me quiera a mí... ¡DIGO, USTED NO, EL JOHN DE MI HISTORIA! ¡Y TAMPOCO YO, PAULINNE, A ELLA ME REFIERO!

   Hubo un corto e incómodo silencio, en donde lo único que hicimos fue intercambiar miradas.

   —¿Una chica de cabello largo y asiática como May?

A Little Trace of Innocence ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora