YeonJun no era normal.
Oh, claro que no.
Su pasatiempo era vigilar y fotografiarla a ella.
A su amor.
¿Cómo de la admiración se puede llegar a la obsesión?
⚠
Su vida era un tanto aburrida, disfrutaba de salir de fiesta y estar con sus amigas.
Va...
El ruido de una puerta metálica siendo abierta, alarmó por completo a Namjoon.
—Bien, estás despierto.
Cerró la puerta detrás de él y se acercó al mayor.
Él se mantuvo en silencio.
—¿Estás cómodo en esa mesa de metal?— Preguntó burlón.
Rió al ver el rostro lleno de furia del moreno.
—Te traje a un amiguito. — Subió una cajita de plástico a la mesa y la abrió— Se llama mordisquitos, espero que se lleven bien. — Sacó una tarántula y la puso sobre el brazo de Namjoon.
La respiración de Nam se aceleró, tenía miedo, mucho miedo.
—Los dejo solos. — Sonrió para comenzar a caminar hacia la puerta — Oh, casi lo olvido. — Abrió un cajón de un mueble que estaba cerca y sacó un trapo blanco y lo amarró en la boca del chico— Ahora sí, me retiro. — Le guiñó un ojo y se fué.
Dejó a Namjoon solo, mientras la araña caminaba sobre su cuerpo, tensaba cada parte de él cuando sentía sus patas recorrer su piel.
Miraba con atención las acciones del insecto, lo único que le preocupaba era que lo mordiera.
YeonJun sí que era un verdadero hijo de puta.
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—Es el último plato que te daré. — SooBin bajó la cabeza.
Ella lo miró confundida.
—Hoy vuelve YeonJun y ya sabes... — La chica asintió y comenzó a comer.
—Está bien, gracias por cuidar de mí de todos modos. — Él sonrió.
—Lo que sea por ti...
Ya tenía una semana dentro de esa asquerosa habitación, lo único que la mantenía cuerda eran las visitas constantes de SooBin, y de vez en cuando él dormía con ella.
Pero esa tranquilidad acabaría pronto.
YeonJun iba a volver y sabe los que haría.
Cuando por fin terminó su plato, SooBin lo recogió.
—Nos vemos después, linda. — Besó la comisura de sus labios y la dejó en la habitación.
Suspiró cansada.
En todos esos días de ausencia de YeonJun, ¿SooBin no pudo ayudarla a salir? No, no pudo, cada vez que ella le rogaba por ayuda él se negaba, aún sino la ayudaba en ese momento ella tenía un plan.
Se dirigió al baño, su tobillo aún dolía, pero no tanto como antes.
Subió al sanitario y dirigió sus manos hasta la ventana. Tenía un candado que impedía que fiera abierta.
