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—Oye, compórtate y ayúdame a cuidar a los niños —le llamó la mujer mientras ataba sus cabellos grasientos en una cola baja. Luego de no obtener respuesta, se giró para percatarse de que su hijo seguía peleando con su hermano. Enfadada, la mujer se le acercó y le tomó brusca del brazo para alejarlo—. ¡YoonGi! Te dije que vinieras, mierda, ¿acaso estás sordo?

El muchacho de apenas seis años la observó con rabia y luego sus ojos rasgados se dieron cuenta de que lo estaba tocando con demasiada presión. Se soltó de un manotazo de su agarre, sin bajar la barbilla de ninguna manera. La mujer dio un respiro de impotencia mientras los alaridos divertidos de sus otros hijos hacían desastre en sus oídos. Ninguno de los dos apartó la mirada, ella, encolerizada, empezó a hablar de nuevo.

—¿Por qué mierda no comprendes cuál es tu lugar aquí? Tienes que cuidar a los menores en vez de estar jugando como perros con tus otros hermanos —gruñó la omega, tomando de nuevo su mano. Su hijo la rechazó, volviendo a darle un manotazo y entonces ella se bajó, dándole una cachetada. El menor no dijo nada—. Me vas a ayudar y te quedas tranquilo.

—¿Por qué te tengo que ayudar yo? —preguntó en voz baja después de un minuto en silencio. Con sus ojos pequeños, negros y rabiosos. Su madre iba a contestar, pero el pequeño siguió hablando. Sonrió luego para echar cizaña con sus ojos venenosos—. Yo no tengo la culpa de que estés caliente como una perra y tengas hijos que no puedes mantener. ¿Eres pobre y no hay nadie quien te ayude? Mala tuya, pero yo no voy a cuidar hijos que no son míos. Cuando yo tenga hijos, a diferencia tuya, no te voy a obligar a que te hagas cargo de ellos. ¿Estás aburrida cuando está ese Alfa? Busca algo de la casa que hacer, deja de tener sexo sin protección y así la comida nos durará más de un día. De todo lo que trabaja ese malhechor, ¿cuánto cuesta el condón? No seas sucia.

La palma de su mano corrió como una lagartija y se marcó en su rostro, dejando cinco dedos largos rojos en su piel. YoonGi abrió sus ojos un poco atónito, para luego volver a guiar sus ojos donde estaba esa mujer llena de cólera y odio. Sí, ya YoonGi lo sabía, ella lo detestaba con toda su vida. Temblaba de la rabia y el descontento de saber las palabras de su hijo.

—Si no fuera porque ya estás comprometido, te hubiese matado —susurró, con el rostro escarlata y ojos brillantes en lágrimas.

YoonGi sintió un retortijón en su estómago que le incomodó, pero no dejó de mirarla.

—Oh, comprendo. Yo soy el que te cuida a esos mocosos, hazme algo y ellos se van conmigo al cementerio —aclaró con voz fuerte, dándose la vuelta para empezar a caminar cuesta abajo—. Cuidaré de nuevo a los chiquillos esos por unas horas. Si me llego a cansar, será culpa tuya si los ves rodando por la cuesta.

—Ni te atrevas a dejarme con la palabra en la boca, maldito error.

—Mira cómo te dejo con tus babosadas en la boca, perra estúpida.

YoonGi se fue antes de que ella siguiera hablando, y aunque escuchaba sus gritos, la ignoró. A la corta edad de seis años, YoonGi había tenido que madurar de forma precoz debido a que había notado de inmediato las injusticias en su casa. Él sabía bastante bien por qué había sucedido aquello, y qué era lo que lo mantenía mirando a sus hermanos desde lejos, separado de ellos por la barrera que eran sus padres. Era omega. Y entendía. Sus hermanos mayores eran alfas ya de más edad, rozando casi los trece y doce años. No, no le molestaba que ellos lo fueran. Ni la diferencia de edad, ni nada.

Le molestaba saber que habían más hermanos omegas, y que él era el encargado de cuidarlos a pesar de ser menor. Eran en total siete hermanos, él era el cuarto. Dos alfas mayores, un omega tercero, él cuarto y tres menores que eran alfas de igual manera. Hablando de ellos, entró a su pequeño cuarto donde dormían los tres. Con amargura se sentó a su lado, no sin antes cerrar la puerta con seguro para que la perra loca aquella no se dignara a entrar y molestar más el mal día que llevaba.

Anormal [KookGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora