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Los días después de aquel incidente pasaron bastante bien

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Los días después de aquel incidente pasaron bastante bien. YoonGi permanecía tranquilo mientras hacía su típica limpieza diaria del hogar mientras que mantenía a JeongGuk haciendo ejercicio o diciéndole cosas sobre su pasado, ya que ese era un tema que le interesaba mucho. Siempre se quedaba mirándole con atención cuando empezaba a hablar sobre como se conocieron. Se dio cuenta pronto que JeongGuk había pasado un mes sin recordar nada, y suspiró al tachar el día. Además, no podía olvidar el asunto con sus hermanos. Estos pobres todavía seguían con aquella mujer, pero todavía, lamentablemente, no podía ir porque JeongGuk acaparaba toda su atención. Sin embargo, siempre rogaba de que todo estuviese bien con ellos y que pronto pudiese saber qué pasaba con sus vidas y qué podría hacer para que estos vinieran a su lado, en la casa.

JeongGuk se había tenido que quedar solo esa mañana. No había tenido ganas de salir al supermercado, y YoonGi tampoco le obligó a ir ya que no quería tener que estar comprando cosas que según él no eran necesarias, por lo que se quedó en la parte de abajo mientras hacía lo que le pidió el omega. Estaba en una lista, cerca suyo en la pared. En ese instante estaba pasando la escoba tal y como pedía, pero tenía hambre, y mucha. En la nevera en serio que no había nada, YoonGi no se había tomado el tiempo para ir al supermercado. El gato que había traído estaba mordiendo una de las cortinas, jugando con ella. Al castaño le importaba poco que hiciera aquello, aunque tenía el presentimiento de que si el omega se daba cuenta, le iba a dar una patada tanto a él como al pobre gatito todo jodido allí en la esquina.

Siguió pasando la escoba. Tenía el televisor encendido porque no le gustaba el sonido del silencio. No sabía ni siquiera lo que estaban dando, quizás eran las noticias. No obstante alguien tocando la puerta le hizo detener lo que estaba haciendo. Dejó la escoba a un lado, acercándose para mirar por la ventana cercana a la puerta. YoonGi no se lo había dicho en algún instante, pero era humano y por lo tanto, en él albergaban instintos. Su alfa le dijo que estaba en un estado donde no le podría abrir la puerta a cualquiera. Quien sabía quién estaba detrás de ella.

Algo asustado se quedó adentro. Nadie le inspiraba confianza. Sin embargo, escuchó una voz femenina.

—¿YoonGi?

¿Conocía a YoonGi? Con lentitud se acercó de nuevo, mirando por la ventana. Era una mujer de cabello largo y negro, una falda que duraba hasta sus rodillas por lo que podía notar, era delgada y pálida. Le pareció igual a su esposo de repente, así que abrió la puerta. Entonces lo confirmó. Era igual a YoonGi. Con los ojos pequeños, pálida como la nieve y con una sonrisa donde mostraba sus encías con los dientes pequeños.

Aunque... algo dentro de si le dijo que había hecho mal en abrir la puerta. Notó que ella llevaba unas bolsas en sus manos, en sus dedos que estaban rojos.

—Hola —se atrevió a saludar. La fémina sonrió aún más.

—¿YoonGi está en casa? —preguntó. El tono era suave y delicado. El otro negó.

Anormal [KookGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora