11.

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YoonGi negó al ver el juego de comedor. Por alguna razón no le gustaba que tuviera tantas sillas. JeongGuk estaba a su lado. Se le notaba cansado, seguro era por todo el trabajo que tenía. Se iba a las cinco de la mañana para regresar a la misma hora de la tarde, y no había comido en la casa porque dijo que era más importante comprar la mesa y las sillas. No veía necesidad en comprar eso en el presente, no era como si tuvieran visitas o algo por el estilo. Estaba seguro que su repugnante madre no iba a ir por el hecho de que le había gritado. Menos mal, se dijo en la mente con una sonrisa malvada, no quería tener que verle la cara de ninguna forma.

Entonces, Jeon le sacó de sus pensamientos al señalar otro juego.

—¿Te gusta esa?

Miró la mesa rectangular, parecía ser de mármol, blanca y con patas negras, muy bonita, pero tenía un ligero defecto.

—Jeon, tiene diez sillas, ¿vamos a tener ocho hijos o qué?

Su esposo ni siquiera se lo tomó a chiste como hizo él, a lo que YoonGi suspiró. Tendría que acostumbrarse también de que JeongGuk no era un algodón de azúcar siempre y que a pesar de que le tratara bien la mayoría del tiempo, no significaba que en ocasiones necesitara que se callara un poco la boca. Seguro que había tenido un mal día como para que él viniera con sus tonterías. Miró a otro lado intentando buscar algo con lo que entretenerse a lo que el castaño buscaba lo que pretendía ser correcto.

—Puedes escoger cualquiera, iré a ver otras cosas.

Se dio la vuelta, alejándose del alfa. JeongGuk le notó irse cada vez más lejos, y se dio un golpe mental por haberse quedado en silencio. Pero era que no podía dejar de pensar en la empresa. Haber dejado su trabajo en manos de aquel hombre había sido lo peor que pudo haber hecho, en serio, había dejado un desastre en su oficina. Luego de haber regresado de la Luna de miel con YoonGi, todos estaban tensos en la empresa, y claro que sí, si aquel hombre se había ido con un dineral de la mayoría, e incluso suya, y ahora no aparecía ni siquiera debajo de las rocas. Estaba enojado, ¡claro que lo estaba! Sólo quería tomarlo del cuello y sacarle el dinero de donde lo tuviera. La próxima, no dejaba a nadie, ni siquiera se iría. Una lástima, pero son cosas de la vida. Por lo que veía, él no podía ser un líder, sino un jefe como su padre, así que no se iba a negar demasiado tampoco.

Sin embargo ya estaba investigando, en algún momento de su vida iba a dejar de esconderse ese desgraciado, y ahí lo llevaría a la cárcel por hacerle aquello. Se llevó una mano a su fruncida frente. Sentía hasta dolor de cabeza del enojo que le daba seguir pensando en ese hurto, ¡y que nadie le dijera nada tampoco! Lo que había contratado su padre habían sido puros perezosos y puros malos trabajadores, y eso se multiplicaba porque algunos estaban esperando tener su puesto. Eran dignos de ese silencio que le habían dado cuando aquel idiota le estaba sacando el dinero y ni siquiera quisieron llamarle. Entonces había ido iracundo a su casa a llevarse a YoonGi porque recordó la estupidez de su suegra por las sillas, y pensó que estaría bien tenerlas en su casa desde ya, pero había estado en silencio a diferencia de Min, y ahora que se había ido a observar quién sabe qué, le molestaba que fuese así.

Observó otros juegos de mesa, y se fue por uno que tenía menos sillas. Lo que había dicho su esposo era cierto, ¿para qué querría tantas en su casa? Mientras el hombre apuntaba en unos papeles lo que él quería para buscarlo, JeongGuk colocó sus manos en sus bolsillos. Pronto sintió que alguien le tomaba del hombro, y se giró esperando ver a YoonGi, pero notó a su amigo, el del hotel y sonrió un poco apenado.

—Hola, JiMin. Qué gusto verte de nuevo —saludó, dándose la mano. El alfa regular sonrió, apretando ambos sus manos antes de mirarlo bien.

—Lo mismo digo. Bro, te ves cansado. ¿Pasó algo?

Anormal [KookGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora