Capitulo V: Primer Viaje

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Juliana por fin se encontraba en el silencio y tranquilidad de su habitación para descansar del agitado día que había tenido, desde cumplir con sus obligaciones en el estudio hasta acompañar a su padre en la larga velada con el cuerpo diplomático y demás invitados la habían agotado. Lo único que deseaba era relajarse y liberar tensión. Activó su música favorita en el reproductor, se retiró todo el maquillaje que traía puesto y se desvistió para dirigirse al cuarto de baño y disfrutar de una larga ducha.

Mientras se encontraba completamente desnuda disfrutando del agua caliente que caía sobre su cuerpo escultural sintió, a través del cristal que separaba la bañera del resto del cuarto de baño, la mirada lasciva y descarada que le regalaba la castaña, quien como un sigiloso ladrón había irrumpido en su habitación y se había colocado de pie justo en la puerta de entrada desde donde la observaba. Sus ojos azules se habían transformado en llamas de fuego ardiente, se mordía los labios hirviendo en deseo y le devoraba cada centímetro de su piel. La pelinegra no sabía cómo reaccionar si gritar o quedarse callada y vivir el momento porque al final de cuentas también lo deseaba, se moría de ganas porque Valentina recogiera cada parte de su ser con besos y caricias que la llevaran a éxtasis, que la estrechara entre sus brazos como hizo en la playa y como había hecho algunas horas antes en el jardín.

Con una sonrisa insinuante y sensual reflejada en su rostro Juliana cerro la salida del agua y abrió la puerta de cristal, fijando sus ojos en las pupilas dilatadas de su acompañante, quien entiendo perfectamente la invitación y sin ningún tipo de preámbulos se quito la vestimenta y se aventuro desnuda a ir por su pelinegra que se encontraba deliciosamente fresca con su cuerpo recién bañado. Ella la recibió gustosa haciéndole espacio en la bañera, colgándose de su cuello y ofreciéndole su boca como si fuese toda para suya.

Valentina ardía en deseo, la abrazaba por las caderas y la pegaba a su cuerpo como si su vida dependiera de ello. Juliana respondía de la misma manera, con besos húmedos y posesivos, le prestaba su lengua para que hiciera de ella su voluntad; a ratos se miraban a los ojos y se daban permiso de continuar la locura que habían empezado.

La castaña atacaba su cuello con feroces succiones mientras la pelinegra enredaba sus manos en sus cabellos y la guiaba hasta el altar de sus senos, donde ella se detenía y con devoción le brindaba caricias con su boca, lengüetazos, mordiscos y succiones leves que la hacían hervir en excitación. Los jadeos en ambas se hacían presentes una y otra vez mientras que se rozaban, pero se callaban a besos y con caricias se recorrían de principio a fin.

Valentina descendió lentamente mientras besaba su abdomen y con ambas manos le apretaba el culo con fuerza, con las ganas propias de la primera vez. Se colocó de rodillas y la miraba fijamente, pidiendo permiso para saborear las mieles del paraíso entre sus piernas. Juliana echo la cabeza hacia atrás y las separo un poco más perdida en deseo, con eso otorgándole licencia para poseerla del todo y así lo hizo. Paso lentamente su lengua entre sus pliegues y le regaló tiernas caricias y besos, que se transformaron en pequeñas succiones y que aumentaron en intensidad a medida que la pelinegra llenaba sus oídos de gemidos y gritaba su nombre una y otra vez pidiendo más y más, rogándole que no se detuviera. Se miraron nuevamente a los ojos y la castaña supo que era el momento de entrar ella, cosa que hizo de inmediato utilizando dos de sus dedos. La penetraba con agilidad sin dejar de estimularla con su lengua, recibía sus savias y las disfrutaba mientras Juliana se sentía morir, se deshacía en excitación, recibía espasmos despiadados que anunciaban el eminente orgasmo; su cuerpo tembló y sentía que sus piernas no podrían sostenerla un segundo más, ella experimentó la pequeña muerte y Valentina reía orgullosa por haberla llevado al límite, de haberla probado y disfrutado.

Con sonrisa malvada se puso de pie y le regaló besos en el cuello, luego le comió la boca una vez más en otro beso demandante y pasional y por último le chupo el lóbulo de su oreja izquierda y le dijo: - Ya es hora de despertar princesa. -

Amor & PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora