Mi refugio.

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Narra Pete.

Llevo días buscándolo, no ha podido salir de mi cabeza aquel rostro pálido. Después de analizar mis recuerdos pude percatarme de lo asustado que lucía, no fue vergüenza o timidez, aquello fue miedo.

Todas las tardes después de salir de la universidad iba hasta ese lugar en el que tropezamos, deseaba poder encontrarlo y después, disculparme... no lo sé, no estaba seguro de qué podría pasar después.

Pero no había rastro de él, era como si el viento se lo hubiese llevado mientras se alejaba de mi aquella tarde.

Sostuve los mechones de mi cabello, levanté mi rostro y dejé que algunos rayos de sol que atravesaban por los enormes árboles, golpearan mi cara.

La única imagen que veía aún con los ojos cerrados, era a él, no entendía el porqué, no entendía de qué se trataba.

Por alguna extraña razón mi corazón no estaba tranquilo, sentía ansiedad en alguna parte de el, algo me hacía querer saber si estaba bien.

Un día más, otro día había pasado en el que regresaba a casa sin haber podido dar con él. Quizá solo pasaba por ahí, quizá no era su camino habitual, quizá ni siquiera aquella escuela que se veía a lo lejos era la suya.

Los días pasaban eternos, cada minuto me hacía querer arrancarme la piel. Lo único que me seguía manteniendo cuerdo era mi hermano, Jumpol era el único que me hacía mantener los pies sobre la tierra.

Sabía que él algo me ocultaba, podía verlo. Había estado evitando mi mirada y ya no intentaba estar pegado a mi todo el tiempo.

Conozco a mi hermano incluso más que él mismo, puedo descifrar cada uno de sus pensamientos.

Jumpol es como un libro abierto, uno en el que te interesas enseguida y que te permite leerlo y descifrarlo tan rápidamente que te empapas de sabiduría, te toma y no te vuelve a soltar.

Así es él. Te hace parte de ese mundo, de su mundo.

-¿Por qué ya no me buscas después de que llego de la universidad? — pregunté intentando que su atención fuera hacía mi, puesto que no había dejado de ver su plato desde que la cena comenzó —Jumpol... ¿Jumpol?

-¿Qué? ¿Qué dijiste? —respondió nervioso.

-¿Sabes que cualquier cosa que esté sucediendo puedes hablarla conmigo, verdad?

-Sí... pero, no es nada.

-No me quiero enterar que de nuevo estás ocultándome que te molestan en el colegio... Off... no dejaré que nadie te haga daño.

-No, no es eso... tranquilo.

-¿Entonces? ¿Conociste a alguien? — hubo un silencio y después continué —¿Un chico?

-¡No! No... estás loco, no es nada.

-Está bien, tranquilo. Ya no volveré a preguntar — moví mis manos sobre mi plato, lo entendía, él aún no aceptaba el hecho de que le gustaban los chicos — Por cierto, ¿Donde estuviste anoche? Escuché que llegaste tarde.

-Salí... con mis compañeros — sabía que mentía con solo escuchar su voz — ademas no era tarde... ya deja de regañarme.

-Sabes que lo hago para protegerte.

-A veces no es necesario que me protejas... me asfixias — aquello último fue como un susurro, uno que logré escuchar y que llegó a mi pecho como una puñalada.

Los ojos de mi ángel. (OffGun) ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora