Capitulo 20.- La abuela Bejarano.

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Juliana:

Los pájaros parecían cantar mucho más felice esta mañana, incluso parecían decir su nombre con fuerza mientras dormía medio desnuda a mi lado, y yo solo podía verla con una cara de completo enamoramiento. La adoraba, la amaba, ella era todo y yo ya no lo podía seguir negando.

Mi cuerpo completo reaccionó a ella cuando se movió lentamente para acomodar su mano bajo su mejilla para seguir durmiendo; me las arreglé para abrir sus brazos y meter mi cabeza entre su cabello y mi pierna entre sus muslos. La manera en la que su piel se cernía a la mía era tan maravillosa que incluso me sentí babear en cierto sentido por su olor.

Era casi inconsciente que su mismo cuerpo respondía al mío, como ella se aferraba a mi como si fuese una boya en medio del mar, como si fuese el único tramo de tierra en kilómetros y kilómetros de mar. Me tenía completamente enamorada la manera en como respiraba contra mi cuello y como sus suspiros escapaban cuando la punta de mis dedos trazaban la perfecta curvatura de su espalda.

—Juli. — Rezongó cuando mis labios pasaron cepillando su cuello. — Deja de hacerme cosquillas. — Terminó por quejarse con esa voz ronca que tanto me volvía loca.

—Lo siento. — Susurré contra su cuello, besando con ternura su punto de pulso sin dobles intensiones. — Pero es que no me puedo controlar cuando se trata de ti, no cuando tengo tu cuerpecito bonito entre mis brazos.

Makis se volteó sin deshacer mi abrazo, amoldando su espalda a mi pecho. — No puedo creer que dejara que anoche me sedujeras. — No pude evitar reír. — Estamos en casa de tus padres, tu no tienes respeto promiscua.

—Igual gritaste mi nombre. — Le piqué las costillas para que se riera un poco. — Igual querías hacer el amor conmigo. — Besé su mejilla de la manera más sonora que podía, escuchando como su risa preciosa hacía presencia en medio de la sala. — Me quedaría todo el día abrazándote.

Makis soltó una risa ahogada por la almohada. — Pero no lo haremos, porque ya desperté y tengo hambre.

Sin querer hice un puchero. — Tu siempre tienes hambre.

—Tu también. — Contraatacó.

Estaba resignada, completamente resignada a tener que levantarme y tener que separarme de ella. No quería dejar de sentir su cuerpo contra el mío, mucho menos quería dejar de sentir que nos pertenecíamos de cierta manera la una a la otra; en esa cama, todo el mundo se había detenido para dar paso a una realidad paralela en la que no existía nadie más que nosotras dos.

—Está bien. — Rezongué un poco melancólica. — Pero...pero...pero dame un besito más.

—Eres demasiado mimada Juliana Pérez. — La manera tan dulce que tenía de reír chocó en mis oídos, aturdiéndome al punto de quedar completamente embobada por ese hermoso sonido. — Demasiado mimada preciosa.

Aún así, ella sin ningún tipo de restricción cruzó la pierna por mis caderas y se sentó en mi vientre bajo, mirándome con unos ojitos de adoración que lo único que podía hacer era mover mis manos en busca de más contacto, finalmente decidí extender mis palmas abiertas contra la curvatura de su cintura, maravillándome por la hermosa manera en que encajábamos como si fuésemos una especie de puzle.

Su boca bajó con de súbito, o quizás solo eran las consecuencias de estar completamente embobada que parecía que ella iba demasiado rápido para mi pobre cerebro. Ni siquiera fui capaz de procesar su beso, solo sentí que sus labios envolvieron los míos y su lengua se empujó de manera desesperada hacia la mía; me sentía completa solo por tenerla contra mi cuerpo, de saber que estaba conmigo, que ella me aceptaba y me amaba tanto como la amaba yo.

Una Botella de Amor - (Ventino) [Julkis] [Nalga]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora