Makis:
Desde que tenía consciencia del estado delicado de Juliana, había cambiado de habitación con Natalia, dándome la oportunidad de poder verla todas las noches y agradecer cada mañana por tenerla un día más. Ella solía reprenderme, alegando que estaba siendo demasiado aprensiva en algunos aspectos y que no tenía que cambiar nuestra dinámica porque ella tenía esa cosa que se comía sus pulmones.
Juro que lo intentaba, pero me era imposible no preocuparme un poquito más cada vez que teníamos que separaros para ir a clases o nos enfrentábamos a largas jornadas de trabajo en las que apenas teníamos un par de horas para disfrutar de nuestra compañía sin caer rendidas al cansancio de horas acumuladas.
Dos semanas habían pasado y nosotras seguíamos en esa especie de rutina que se había instalado en nuestras vidas desde entonces. Me encantaba el simple hecho de que ella aceptara que yo la consintiera en todos los sentidos posibles.
Pero esa tarde cambiaría todo, partiendo por una Olga completamente horrorizada que caminaba en mi dirección con intenciones desconocidas. Sus libros impactaron con fuerza sobre la mesa de la cafetería y sus ojos parecían estar cubiertos por una profunda tristeza imposible de controlar.
—La quiero, Makis. — Masculló. — Quiero a Juli y sé que la amas con todo el corazón. — Estaba confusa, no entendía en qué dirección iba la conversación. — Pero no puedo guardarle el secreto, cuando veo que se está muriendo.
—¿¡De qué estás hablando Olgui!?
—Desde hace casi un mes, que está sufriendo ahogos. — Su cuerpo se tensó y como si eso mismo la impulsara, terminó por caer pesadamente sobre la banca. — ¡Tiene los malditos dedos azules, Makis! ¡Y no fue capaz de decir nada!
—¿Cómo lo sabes? — Mi voz temblaba en cada palabra. — ¿Te dijo?
—Casi se desmayó camino a la sala de enlaces. — Masculló entre dientes. — Una compañera la vio en pleno ataque. — Olga parecía desesperada. — ¡Se le va el aire y ni siquiera es capaz de caminar, es como...como!
—Como si tuviera un ataque de asma. — Completé con pesar. — Es como si estuviera respirando vidrio molido y como si cada suspiro rasgara sus pulmones. —Miré los ojos sorprendidos de Olga. — Sus dedos se ponen azules, casi como si alguien estuviera apretando sus muñecas para cortar su circulación, y estos se adormecerán con el paso del tiempo. — Dejé de ver sus ojos, porque me dolía simplemente ver la pena. — A veces, los ataques serán tan fuerte que tus pulmones no serán capacees de hacer llegar aire a su cerebro así que se desmaya. La apnea nocturna es recurrente, llegando a superar el minuto de duración.
—¿Ella te lo dijo? —
Negué con suavidad. — Busqué las características de la enfermedad de Juli, leí cada página de información, cada pequeña pestaña. — Mi mano comenzó a jugar tenuemente con el borde de las hojas de mi libro. — Hasta que leí una que decía "Síntomas de la fibrosis quística terminal" y ahí estaba todo lo que está sintiendo Juli en este momento. — Mordí mi labio con furia, intentando retener el sollozo que se me quería escapar. — Le queda un rango de vida de dos meses y no puedo hacer nada por evitarlo.
—¿Hablarás con ella? — Olga parecía dispuesta a derrumbar hasta el Vaticano con tal de encontrar soluciones. — Tienes que hablar con ella, no puede seguir como si no le pasara nada.
No podía arrebatarle las ganas de vivir, y de ninguna manera podía permitir que ella estuviese etiquetada como "enferma" cuando tenía ganas de disfrutar del tiempo que le quedaba. Era egoísta de muchas maneras en su decisión, que se estaba exponiendo enormemente y que estaba tomando muchos riegos innecesarios; pero es lo que ella quería y yo no se lo podía quitar.
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Una Botella de Amor - (Ventino) [Julkis] [Nalga]
RomantizmUna noche de tragos y de atrevimientos puede causar estragos, sobretodo cuando dos mundos completamente diferentes chocan.