Mudanza

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El viernes por la mañana, la alarma de mi teléfono comenzó a sonar y yo no tenía la más mínima ganas de levantarme, pero debía de hacerlo. Hoy mis padres partirían de viaje, su vuelo despegaba temprano en unas horas y por nada del mundo dejaría que se fuesen sin antes despedirlos. Además, para mi mala suerte, luego tendría que ir a la preparatoria obligadamente. Sería, sin duda, un día agotador.

Soltando un suspiro, mis ojos se perdieron en un punto fijo del techo; sin ver realmente. Un montón de imágenes de la noche donde conocí a mi nuevo tutor invadieron mi mente, acelerando mi corazón con cada pensamiento respecto a lo que sucedió con Draco en mi cocina. Pero, desde ese día, gracias a dios no volví a verlo.

Flashback.

Mis padres continuaban  conversando con Draco sobre temas sin importancia, comiendo  el postre que tanto me costó servir, ignorando el hecho de que su hija no decía ni una sola palabra. Sin embargo, en el fondo lo agradecí; yo sólo miraba mi helado, y en nada más, para evitar que notaran lo afectada que estaba por el reciente encuentro con Draco en la cocina.

¿Cómo se atreve...?

—Hermione.— Llamó mi padre, interrumpiendo mis pensamientos. Parpadeé.

—¿Qué?—Respondí un poco confusa y aproveché el momento para dejar la cuchara a un lado, sin apetito.

Papá sonrió con cariño.

—¿Por qué no le preguntas a Draco cómo es Inglaterra?—Lo miró un momento, y volvió la vista hacia mí—. Tú siempre quisiste viajar y conocer como es por allá.

Algo que no supe distinguir brilló en los ojos de Draco.

—Oh.—Musitó interesado, la comisura de sus labios se elevó con soltura—. ¿Te gustaría conocer Inglaterra?

—Ya no quiero.—Me apresuré a decir, sin mirar a nadie más que a mi copa de helado para evitar cierta mirada que alteraba mi corazón.

—¿Por qué?—Papá frunció su ceño, seguramente extrañado por mi respuesta.

Mis ojos se elevaron, inevitablemente, para conectar con los de él.

—Alguien me hizo cambiar de opinión.—Me encogí de hombros, lanzando una pequeña sonrisa cínica hacia Draco.

La sonrisa en sus rosados labios creció.

—Que rápido cambias de opinión.

—Si, muy rápido.—Repliqué.

—Pero Inglaterra es muy linda, hija.—Mi padre nuevamente rompió la tensión, electrizante, que parecía rodearnos cada vez que estábamos cerca.

Tomé una disimulada respiración.

—Oh. Si era tan linda...—Utilicé mi tono íronico, procurándo que soló Draco lo percibiera, y sonreí de la manera más inocente cuando lo notó—, ¿por qué no te quedaste?

Draco dejó escapar una leve risa, sin alejar su mirada de mí.

—Cosas del destino.—Le quitó importancia, sonriendo hacia mis padres—. ¿Un pequeño Pequitas, tal vez?

Me ahogue con mi propia saliva y comencé a toser.

—L-Lo siento.—Balbuceé mientras limpiaba mi boca, aceptando agradecida la copa de agua que mi padre me alcanzó.

—¿Pequeño Pequitas?—Mi madre pareció intrigada.

Draco se apoyó contra el respaldo, con sus ojos en mí y una enorme sonrisa insolente que amenazó con ahogarme de nuevo.

viviendo bajo el mismo techoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora