Ablington

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MIRIAM:

Los tres meses y medio que estuve viviendo en el centro de Londres me fueron más que suficientes para darme cuenta de que el deseo que había tenido siempre de vivir en una gran ciudad no era tan ideal como esperaba. Un solo mes después de mudarme fue cuando empecé a buscar opciones de traslado. La casa infantil en la que trabajaba me encantaba, conseguir que los niños que se entraban allí sin padres sonrieran me daba vida y más cuando encontraban una familia de acogida donde por fin ser felices, pero necesitaba salir del tráfico a todas horas y de la gente yendo agobiada arriba y abajo. Fue difícil encontrar un pueblo cerca de Londres donde poder ir a vivir, pero finalmente lo encontramos.

A poco más de dos horas de mi antiguo piso nos esperaba una pequeña y preciosa casa hecha de piedra, entre las calles de cuento. El pueblo era tranquilo, al más estilo inglés, Ablington. Había sido fácil encontrar trabajo, me dedicaría a asesorar a la escuela infantil del pueblo, así como la organización de todas aquellas cosas dirigidas a los más pequeños.

La casa donde ahora vivo es acogedora, puedo disfrutar de las hermosas vistas del entorno verde desde cualquier habitación de la vivienda. Durante los más de seis meses que hace desde que estoy aquí me han servido para decorar la casa a mi gusto y llenarla de fotografías donde salgo con mi familia y mis amigos. Una casa encantadora por fuera y recubierta de piedras pero recién reformada por dentro, una autentica preciosidad.

Me siento con mi taza de chocolate caliente frente a la chimenea encendida para observar por la gran vidriera la puesta de sol, extendidos a mi lado se esparcen varios papeles con la organización de la próxima semana. He cogido esta costumbre desde que comenzó el otoño y llenó las calles con su frío helado, haciendo de las habituales tardes grises del sábado un rato agradable y cálido. No tardo mucho en escuchar los pasos de Lola, que se pone encima de mis piernas. La acaricio y ella masculla.

Lola entró en mi vida el segundo día que pasé en Londres, aunque me estaba habituando y me sentía triste y sola, las nubes de ese día quizás también influían. Fue cuando pasé por delante del recinto donde ella se encontraba cuando supe que eso pronto cambiaría. El ruido de la campana avisó de mi llegada, sus ojos grises enseguida se clavaron en los míos, no paraba quieta. Con un inglés bastante avanzado, gracias a los años anteriores pasados ​​fuera de casa recorriendo el mundo, pregunté su nombre. Diez minutos más tarde salía con ella tapada en mis brazos. Con los trámites de su adopción dentro de mi bolsa me dirigí a comprar todo lo que hacía falta en casa por la bienvenida de mi nueva compañera felina.

Ahora meses después y habiendo crecido bastante, le acaricio su cola mientras ella lame mi mano manchada por el chocolate.

- No sabes lo mucho que te quiero, pequeña. Te has convertido en mi compañera de vida. - ella sólo maúlla. El sonido de mi móvil hace que se escurra entre mis brazos dirigiéndose hacia un rincón de la sala donde se encuentra su juguete preferido.

- ¡Aiti! ¿Cómo va?

- Bueno, acabo de llegar a casa. ¡Hoy he tenido la reunión con aquellos productores y ha ido todo bien, me han dicho que escucharán las dos canciones y que durante la próxima semana me dirán algo!

- ¡Felicidades! Te lo mereces más que nadie. ¡Triunfarás y yo estaré en primera fila!

- Tengo tantas ganas de verte, Miriam... Cuando tenga algunos días libres vengo hasta Ablington. - me promete. Yo también la echo de menos, la última vez que nos vimos fue cuando hacía una semana que vivía en este pequeño pueblo. Y a pesar de que intentamos hablar cada día, me llama más ella que mi propia madre, echo de menos su alegría y, incluso, su música en directo.

- Lola y yo te esperamos. ¿Tienes a Miguel, por aquí?

- No, hoy salía con unos del trabajo. Por lo tanto me toca cenar sola, creo que me pondré aquel programa de canto que vuelven a hacer ahora.

- Lástima que desde aquí no pueda ver sus canales televisivos, y que no tengo suficiente tiempo para verlo después. - río, pero sé que en su tono hay un cierto punto de añoranza. Escucho como desde el otro lado de la línea suena el timbre de casa y me despido de mi amiga permitiendo que pueda abrir la puerta con tranquilidad, prometiéndole que mañana seré yo la que la llame.

Mi silencio se ve eclipsado por el ruido de las campanas que marcan las nueve de la noche. Guardo los papeles sobre la mesa de escritorio y me dirijo a la habitación seguida de mi gata, me termino de retocar el maquillaje simple que me he hecho esta mañana y me pongo las botas de tacón.

- Bonita, vigila la casa. Mamá vuelve dentro de un rato. - digo acariciándola y proporcionándole un beso cariñoso.

Escucho como llaman a la puerta y bajo rápidamente las escaleras. Tenía ganas de que llegara el fin de semana y poder salir un poco y así desconectar del trabajo. Me ha sido fácil adaptarme al horario inglés: despertarme bastante temprano para poder desayunar e ir al gimnasio antes de trabajar, comer antes de las dos de la tarde, ver las tiendas cerradas a las seis, y haber cenado a las ocho, obligándome así a acostarme pocos minutos después de las diez de la noche.

Cuando abro la puerta veo a Dan y a Ellen. Felicito a la chica de piel pálida, cabellos finos y rubios y ojos azules, este es el motivo de nuestra salida nocturna. Pocos días son los que salgo, el pueblo tampoco tiene muchas opciones salvo de un Karaoke y de un pub, que a las doce ya cierran. El chico me mira con sus ojos misteriosos y una sonrisa tranquila mientras me acerco a él, sus brazos hacen que disminuya el frío que mi cuerpo ha cogido al no verse rodeado del calor de la chimenea. Ellos dos son los mejores amigos que tengo aquí, pero no los únicos. Dan trabaja en la escuela infantil mientras que a Ellen la conocí en su cafetería el mismo día que llegué. Entre los dos hicieron que me adaptase rápido y sin problemas, transformando mi miedo en una gran amistad.

Y con una gran sonrisa nos dirigimos a disfrutar de nuestra noche, la noche inglesa.


Y aquí tenéis el primer capítulo. Poco a poco iremos descubriendo el presente y pasado de nuestros personajes, ¡recordad que han pasado cinco años desde que supimos de ellos!

Nos vemos la semana que viene, aunque no sé muy bien qué día será.

Podéis dejarme vuestras impresiones e hipótesis por aquí. Os dejo también mi Twitter @Lia150008 por si queréis decirme cualquier cosa.

Lia



Procuro olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora