Barcelona

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AITANA:

Escucho la puerta de entrada. El reloj marca las cinco de la mañana y sólo hace tres horas que estoy en la cama. Ayer, después de ver el programa de canto en la tele, aprovechando que estaba sola en casa decidí estar un rato en el piano, un rato que se convirtió en horas y éstas en canciones. La inspiración me llega por la noche. Escucho sus pasos por el pasillo y la puerta se abre, yo permanezco quieta ya que ahora que he encontrado la postura perfecta no quiero tener que pasar una hora más dando vueltas por la cama. Él se acerca y me deja un beso en la frente.

- Buenas noches, Aitana.

Pocos minutos después de abandonar la habitación escucho como se introduce en la suya. Y por fin, vuelvo a cerrar los ojos.


...


Cuando decido despertarme no son ni las siete de la mañana. Me visto con una camiseta y unas mallas deportivas y me hago una coleta mirándome al espejo aún con los ojos cerrados. Intento cada mañana salir a correr un poco, ya que después todos los minutos restantes los dedico a la música, quiero llegar a ser alguien y de momento no puedo perder tiempo.

La casa está completamente en silencio y en la oscuridad. Antes de coger mis llaves del bote de la entrada miro la temperatura que hace fuera en la calle, 13 grados, no hace frío y es algo a lo que todavía no me he acostumbrado. Hace cuatro años que llegué en esta ciudad y no me he acostumbrado al invierno de aquí, por muy extraño que parezca echo de menos el viento helado que te dejaba sin respiración o el frío que te llegaba a los huesos, hasta no ver más de un metro allá por culpa de la niebla. Cojo un pañuelo para taparme el cuello, no puedo permitirme perder la voz, y hoy las nubes tapan el cielo.

Unos kilómetros después vuelvo a subir por el ascensor antiguo hasta llegar al noveno piso. Todo sigue a oscuras y en silencio. Encerrándome en el baño me deshago de mi ropa mientras espero que el agua salga caliente. Cuando salgo me seco el pelo y me plancho el flequillo. Cuando este está totalmente perfecto me pongo otro chándal que me permitirá estar cómoda por casa.

Me preparo dos tostadas de pan con queso y un zumo de naranja, cuando estoy a punto de empezar a desayunar lo veo aparecer. Observo con atención sus movimientos mientras mastico. Toma una pastilla de la estantería de los medicamentos, algo de bollería y pone en marcha la cafetera.

- Buenos días - me besa en la frente.

- ¿Ayer llegaste tarde, no?

- ¿Te desperté? Lo siento, pensaba que no me habías oído.

Los dos acabamos el desayuno en silencio y pocos minutos después él sale cambiado y con la bolsa del gimnasio en el hombro, me da otro beso en la mejilla en forma de despida y cierra la puerta de casa.

Una vez sola me siento en el piano que ya forma parte de la decoración de mi comedor e intento que la inspiración me abrace despacio.


...


He pasado todo el día entre instrumentos y melodías. Miguel no ha vuelto a aparecer por las paredes que hace tres años que compartimos. Ahora, escuchando los últimos éxitos musicales a través de mis auriculares conectados al móvil, me desplazo en bus hasta el bar donde trabajo algunas noches.

Una vez allí, el piano y un micrófono me esperan sobre el pequeño escenario. Hay bastante gente.

- Aitana, creo que tendré que ampliar tu horario. Ayer, como no estabas, había poquísima gente, y mira hoy no cabe nadie más -sonríe mi jefe, mientras me señala el nuevo contrato que a continuación firmo.

- Gracias por haber confiado en mí, Jesús.

Canto varias versiones que siempre gustan al público y voy intercalando algunas de propias. Es en una de estas últimas cuando, dirigiendo la mirada entre el público que me escucha atento, lo veo. Sentado con una cerveza entre las manos. Quieto con su mirada fija en mí. Y como si no hubiera pasado el tiempo, mis ojos verdes se encuentran con los suyos oscuros, sus dedos se deslizan entre sus rizos castaños esos en los que me encantaba perderme, su mandíbula ahora más marcada y cubierta por una incipiente barba que rodea sus labios.

Nos desconectamos el uno del otro cuando tras saludar y dar las gracias desaparezco hacia detrás del escenario. Siento el deseo de llamar a Miriam, pero es demasiado tarde allí donde vive, por otra parte necesito encontrarme de nuevo con aquellos ojos llenos de mundo, pero una risa me hace detenerme.

- ¡Aiti! ¡Lo has hecho genial, como siempre! - dice Marta viniendo hacia mí mientras arrastra a Miguel enlazando sus dedos. Con la otra presencia me había olvidado de buscar a mis amigos entre las numerosas mesas. Pero sabía que estarían, y es que aunque la mayoría de conciertos que hago termino cantando el mismo repertorio ellos siempre están.

- ¡Gracias! - me abrazo a ella buscando consuelo intentando que mi amiga no lo note.

- Te esperamos en la barra, no tardes - me avisa el chico dejándome sola para poderme cambiar de ropa. Aprovecho el momento para avisar a Miriam de los últimos acontecimientos pero un mensaje suyo hace que me olvide por completo y que el buscador de mi móvil busque el próximo avión que sale para llegar lo antes posible a Ablington.



¡Y por fin estoy aquí! Contadme que creéis que ocurre... ¿De quién son esos ojos, que querrá Miriam?

Os dejo también mi Twitter @Lia150008 por si queréis decirme cualquier cosa.

Lia


Procuro olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora