Acostumbrarse

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AITANA:

Mayo se termina con un sabor demasiado dulce. La acogida del disco fue espectacular y la gira de firmas por casi todo el país ha sobrepasado todas mis expectativas. He subido varias veces sobre el escenario y no hay lugar en el mundo donde me pueda sentir más cómoda.

Camino hacia Madrid, después de tres días arriba y abajo por pueblos y ciudades presentando mi disco, pienso en el gran cambio que he vivido durante estos últimos meses. Hace cinco años no me lo imaginaba, en el pueblo todo siempre ha sido demasiado tranquilo y lejos de todo. No había ido a un concierto importante, sólo a los que ofrecían por las fiestas más cercanas, tampoco había conocido ningún famoso, ni siquiera visto. Estos hechos quizás habían hecho que nunca hubiera admirado un famoso de verdad, tener un ídolo, seguir todo lo que hace. Y ahora todo esto es demasiado nuevo para mí... Tener chicas y chicos pendientes de mí en todo momento, ir por la calle y tenerme que detener cada segundo, sentirme observada. No me he acabado de acostumbrar, pero tampoco me molesta. Pero a quien le está afectando de verdad es a Luis.



Era un viernes por la noche y decidimos salir a cenar, como ya habíamos hecho algunos días. Hacía unos quince días que había salido mi disco, había estado de promoción y de firmas durante todos aquellos días y ya necesitábamos un rato para nosotros, los dos juntos.

Realmente parecía que él estaba emocionado por todo lo que pasaba a mí alrededor. Era el primero en acercarse a aquellos que me llamaban cuando íbamos juntos por la calle, o coger la cámara para hacer la fotografía que me pedían y aguantar las cosas que llevaba para que pudiera firmar todo lo que mis fans me pedían. También era el primero en leer las noticias y hacerme promoción por las redes sociales, donde también tenía contacto con mis fans. Yo estaba contenta de que él se hubiera adaptado tan bien a mi nueva forma de vida.

Pero ese día todo explotó.

Una chica nos paró a pocos metros de la entrada del restaurante donde nos dirigíamos. Vi en la mirada de Luis como no estaba del todo cómodo. Hacía días que sólo nos veíamos los cinco minutos antes de que él se fuera a trabajar, o ni siquiera eso, pues yo tenía que desplazarme hacia otras ciudades o me pasaba todo el día encerada en el estudio. Y por las noches cuando él llegaba yo llevaba bastante rato dormida en el sofá por el cansancio acumulado o, era yo la que llegaba bien pasadas las doce o, incluso, las dos de la noche y él ya hacía horas que dormía en nuestra cama. Sabía que él quería y necesitaba un rato conmigo, y yo, sinceramente, también lo hacía.

Al final pudimos entrar en el restaurante y sentarnos en una mesa bastante alejada del comedor central. Todo parecía ir bien, hasta que vino el camarero que nos atendería toda la noche. No dejaba de mirarme, sólo se dirigía a mí y cuando lo hacía se mostraba muy simpático y utilizaba palabras cariñosas. Las pocas veces que se vio obligado a dirigirse a Luis lo hizo en un tono totalmente diferente al utilizado hacia mí, un tono seco y una mirada penetrante que ponían cada vez más furioso a mi acompañante.

Finalmente, después de acabar los platos que habíamos pedido, decidimos terminar de pasar el rato en un bar que teníamos cerca de casa. Allí la cosa no mejoró. Al ser bastante tarde y viernes, había bastantes jóvenes disfrutando de la noche, como nosotros. Al verme, no fueron pocos los que quisieron acercarse a decirme algo o hacerse una foto conmigo. Algunos muy amablemente, otros un poco pasados ​​de copas a pesar de ser bastante temprano, todavía.

Acabamos la noche durmiendo uno a cada lado de la cama, sin ni siquiera el contacto de nuestras piernas. Toda la rabia que llevaba acumulada Luis estalló una vez cerrada la puerta de nuestro piso y en ese instante no fuimos lo suficientemente maduros para dejar atrás nuestro orgullo y dejarnos vencer por el amor.

Minutos u horas después de ponernos en la cama, ninguno de los dos había logrado conciliar el sueño. Fue él quien, sigilosamente, se acercó a mí y me atrapó entre sus brazos. Me pidió infinitas veces perdón y dejó un millón de besos en mi cuello. Por fin, un poco de mimos más tarde, conseguimos dormirnos con los brazos y las piernas entrelazadas y unas sonrisas delatoras en nuestros rostros.



Ya ante el portal de casa sólo necesito tumbarme en el sofá y recibir las caricias y besos del chico que me vuelve loca. Espero con paciencia los segundos eternos que tarda en hacer el recorrido este viejo ascensor. Y finalmente hago girar la llave en la cerradura.

- ¡Amor! ¡Ya estoy aquí! - llamo emocionada, pero mi respuesta es un profundo silencio. - ¿Amor?

Avanzo por todas las estancias del piso sin éxito, incluso doy un vistazo a la terraza. Me fijo con la estantería de la sala y veo como faltan un par de libros. Rehago los metros que hace un par de minutos he recorrido y veo como sus llaves continúan encima del mueble del recibidor. Sus zapatos también están en el suelo, sin perder la mala costumbre de no ponerlos dentro del zapatero. Su chaqueta fina, que siempre está en el colgador, ya no está. Antes de llegar a nuestra habitación reviso el baño, que está más ordenado de lo habitual y hasta parece más vacío.

La puerta de aquella habitación donde nos hemos refugiado, hemos jugado y reído, hemos llorado y nos hemos convertido en uno, compartiendo nuestro amor y nuestra pasión, está cerrada. Lo abro poco a poco para no romper su sueño, en caso de que durmiera. Pero la cama bien hecho y colocada me avisa que no, sólo hay una maleta cerrada encima. Observo la habitación y finalmente lo veo sentado en el suelo, junto a mi lado de la cama. Me acerco sin hacer ruido, tiene la cabeza entre sus piernas con los brazos cruzados encima de este, puedo escuchar su respiración pesada y entrecortada.

- Luis... - no hace ningún gesto, no se mueve, ni siquiera levanta la cabeza para mirarme - cariño..., ¿qué ocurre?

Me siento a su lado, también en el suelo. Acaricio su pelo y escucho como él suspira. Su respiración se acelera y sus sollozos cada vez se hacen más perceptibles.




Ya conocemos la visión de todo lo que Aiti está viviendo. Evidentemente todo es ficticio y lo he querido acercar lo máximo posible a lo que ellos puedan estar sintiendo, ya que todo esto yo lo vivo desde demasiado lejos.

A Luis le ocurre algo ¿alguna sugerencia u opinión sobre lo que le pasa? ¿Lograra Aitana ayudarlo?

Nos vemos la semana que viene por aquí, aunque ya sabéis que nos vemos más a menudo por "Aire entre los dos", mensajes o por Twitter (Lia150008).

Recordad que tenemos un niño al que poner nombre, se aceptan sugerencias (de momento tengo una larga lista, gracias @Maria12CI )

Gracias una vez más, ¡deseo que paséis un buen día del Trabajador! ¡Besitos!

Lia


Procuro olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora