Vida

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AITANA:

Abro la puerta de casa, estoy agotada, no he parado durante toda la semana y entre el cambio de horario y el viaje en avión no puedo más. Siento que he dejado a Miriam tranquila, aunque es inevitable que esté nerviosa, antes de Navidad intentará aclarar quién es el posible padre pero sino recurrirá a la prueba de paternidad.

Cuando dejo las llaves dentro del frasco del mueble de la entrada sé que mi compañero de piso también está, hay sus claves. La televisión está encendida aunque el volumen se mantiene casi al mínimo. La pantalla los ilumina, Miguel y Marta yacen abrazados y dormidos, uno cuenco en la mesita me indica que hace un rato estaba lleno de palomitas.

Me acerco hasta mi amiga y le dejo un beso en la frente, se mueve un poco entre los brazos del chico y despacio abre los ojos.

- Mmm, Aiti... ¿Cómo está Miriam? - dice aún dormida.

- Bueno, mañana hablamos. ¿Quizás estaréis más cómodos en la cama, no? - ella asiente y con cariño despierta a Miguel, sin dejarlo abrir los ojos lo estira hacia la habitación para poder volver a conciliar el sueño.

Le explicamos a Marta lo que pasaba tres días después de recibir la noticia y comprobar que todo iba bien. Ella nos había llamado cada día y no podíamos engañar más. A través de la pantalla, mediante Skype, pudimos ver la alegría que le provocó la buena noticia, la misma reacción que nosotras hacía unos días, y nos garantizó que no explicaría nada.

Dejo el abrigo en el perchero del lado de la puerta después de haber entrado en mi habitación y darme cuenta que todavía lo llevaba puesto. Me quito los zapatos y no tardo mucho en quitarme el chándal que me había puesto para ir cómoda durante el viaje por un pijama no muy grueso pero que me permita mantener mi cuerpo bien caliente.

Una hora después de haberme acostado vuelvo a abrir los ojos por el ruido que hace mi barriga, me pongo unos calcetines bien gruesos para no helarme los pies y dirigiéndome a la cocina aumento unos grados la calefacción de la casa. Me preparo un vaso de leche con colacao y mientras me lo tomo me dedico a mirar por la gran ventana, que los días de sol ilumina toda la cocina evitándonos abrir las luces.

Pienso en mis inicios aquí, una ciudad que no duerme ni a las cuatro de la mañana. Siempre despierta y en constante movimiento. Un grupo de amigos que vuelven de fiesta cantando demasiado fuerte e intentando mantener el equilibrio mientras caminan. Una luz encendida del edificio de enfrente deja entrever la silueta de una madre amamantando a su hijo que inmediatamente me hace recordar a Miriam. Una ambulancia pasa rápido con las sirenas encendidas y un coche de policías siguiéndola de cerca. Dejo de mirar para intentar relajarme, este constante movimiento me ha asfixiado.

Recuerdo el pueblo, un lugar contrario a éste. A veces lo echo de menos. Echo de menos su tranquilidad y calma, conocer la gente que te vas encontrando durante el día, ponerte a hablar en cualquier lugar con alguien que hace pocos días que no veías pero a la que ya tienes muchas cosas que decir. Echo de menos a mis padres, la seguridad que me daba estar bajo el mismo techo que ellos. En mi primo, que decidió quedarse a estudiar en la universidad más cercana de casa. A mis amigos, a quedar a cualquier hora de un sábado y quedarnos dormidos bajo las estrellas entre risas que explicaban un rato lleno de secretos y confianzas.

Echo de menos demasiadas cosas de mi vida anterior pero la oportunidad que me está brindando la nueva la llevo deseando toda la vida. Aún no me he parado a pensar la propuesta de la discográfica y no faltan muchas horas para que se convierta en una realidad. Una sensación de nervios me recorre entera. Mi sueño está a punto de cumplirse y no puedo esperar el momento de hacer volar mi música por todas las calles del país, sólo espero que todo salga bien.

Dejo la taza ya vacía dentro del lavavajillas y me dirijo de nuevo en mi cama, antes pero abro la puerta de la habitación de Miguel y compruebo que ambos siguen durmiendo. Ya me he acostumbrado a ver constantemente a Marta por casa.

Los ojos se me cierran poco a poco mientras en mi cabeza aparece la imagen de mi amiga, que en estos momentos duerme en territorio inglés, con un bebé entre sus brazos mientras yo los miro desde arriba de un escenario.


...


Ya llevo rato despierta cuando Miguel aparece en el comedor.

- ¿Ya tocas? - dice desviando su mirada desde mi piano al reloj que cuelga en la pared, encima de la televisión - No son ni las diez de la mañana de un domingo, Aitana. Buenos días - dice ahora dándome un beso en la frente.

- ¿Te he despertado? - niega - Tengo que trabajar, la discográfica me ha aceptado y esta tarde voy a firmar el contrato. - una sonrisa se escapa de mis labios y él me mira sorprendido, le cuesta reaccionar pero unos segundos después ya me encuentro entre sus brazos.

- ¿Y Marta lo sabía? - no tengo tiempo a responder cuando la reciente mencionada aparece vestida con la camiseta de pijama del chico que tengo al lado.

- Le prometí que no se lo contaría a nadie - dice intentando justificarse, la cara de enfadado desaparece de Miguel y sus dedos no tardan en ponerse en la cintura de mi amiga para llenarla de cosquillas.

Vivir con él me ayudó a acostumbrarme a esta ciudad. Llegó un año después de que yo estuviera instalada en este piso. Al principio de todo estuve semanas intentando encontrar un compañero y finalmente encontré una chica. Ella acababa de llegar aquí para estudiar y nos adaptamos bastante bien, gracias a ella empecé a conocer más gente y salir más por las calles de Barcelona. Pero por culpa de un problema familiar tuvo que volverse a Valencia, y a día de hoy todavía seguimos manteniendo el contacto. Durante unas semanas la estuve esperando pero finalmente me confirmó que si volvía sería dentro de unos años. Miguel no tuvo tanta suerte a la hora de compartir piso, hacía unos meses que se había mudado a la ciudad cuando Samantha se fue. Llevaba semanas mal con su compañero de piso y le propuse que se viniera al mío, aceptó sin pensárselo demasiado y la convivencia fue fácil.


...


Vuelvo a casa pasadas las siete, la sonrisa y el brillo de mis ojos que visualizo a través del espejo sé que no han desaparecido desde que he travesado las puertas de las oficinas donde he vertido mi futuro. He estado más de un par de horas allí, conociendo productores, representantes y otras joyas de la música actual que en ese momento se encontraban trabajando en unas de las oficinas que mueven toda la música del país. Mi representante me ha encomendado todas las ganas de trabajar que él ya tiene y me ha presentado al compositor que me ayudará durante los próximos meses.

La luz del comedor está abierta pero después de recorrer todas las estancias de la casa compruebo que estoy totalmente sola. Sólo tengo tiempo de cambiar mis botas por unas alpargatas cómodas cuando resuena el timbre. Tengo la esperanza de que los culpables de dejar las luces abiertas antes de partir estén al otro lado de la puerta, pero no podía tener tanta buena suerte en un mismo día.


- Cepeda.




¿Y ahora qué? Podéis dejar vuestras opiniones en comentarios, os dejo también mi Twitter @Lia150008 por si queréis decirme cualquier cosa.

¡Sabéis que me encanta leeros y estoy abierta a cualquier petición!

Lia


Procuro olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora