(Sobre)vivir

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MIRIAM:

20 de junio, observo por la pequeña ventana las nubes grises que hace una semana que tapan el cielo de Inglaterra. Faltan sólo cuatro días para cumplir las treinta y cinco semanas de embarazo y mi enorme barriga pronostica que se acerca el final del que está siendo el viaje más bonito de mi vida. Una sacudida me hace cerrar los ojos y pocos segundos después siento una cálida mano acariciarme el hombro. Unos ojos oscuros me preguntan en inglés británico si todo va bien y me recuerdan que no dude en acudir en ella para cualquier cosa. Asiento amablemente y me acaricio la barriga cuando veo que ella se aleja por el estrecho pasillo de este avión que dentro de pocas horas aterrizará en casa. Paso el viaje intentando recuperar las horas de sueño que el niño que se mueve dentro de mí durante las noches no me deja conciliar.

Un chico joven se ofrece para coger las enormes maletas que llevo y el capazo de Lola y acompañarme hasta la salida. Se despide tímidamente cuando ve las tres personas que me esperan y se emocionan al verme. Mi padre y mi madre son los primeros en acercarse a mí, y minutos después una Marta con los ojos llorosos me abraza acariciándome la barriga.

Durante las horas que dura el trayecto en coche hasta casa les cuento a mis acompañantes como ha estado el último viaje en avión que he podido hacer estando embarazada. Queda todavía más de un mes para poderle ver la cara a mi hijo, pero por recomendaciones médicas y de la compañía aérea me alertaron que a partir del octavo mes me aconsejaban no volar más. Con Roi no habíamos dejado las cosas muy claras, aun, pero durante las últimas semanas habíamos decidido que nuestro hijo nacería rodeado de las tierras donde se habían criado sus padres. Por un lado, me hacía ilusión que su nacionalidad fuera la inglesa, era donde él se habría criado y donde, de momento, él viviría durante su infancia, además también le podía abrir muchas puertas en un futuro. Por la otra, el hecho de dar a luz rodeada de todo lo que más quería no podía hacerme más feliz y si al final decidía que el niño y yo volvíamos a Ablington él obtendría la nacionalidad unos años después.

Así que mi futuro y el de la personita que llevaba dentro eran bien inciertos.



AITANA:

Junio ​​no había empezado de la mejor manera y, de momento, no mejoraba. Poder cumplir mi sueño de crear canciones y que éstas vieran mundo sabía que me llevaría muchas cosas que hasta los más de veinte años volando por este mundo no había visto.

Sabía que llevaría cosas buenas y cosas malas. No tener vacaciones aún no lo había clasificado en ninguna de las dos listas. Mis amigos y amigas ya hacía días que habían comenzado a planear las escapadas conjuntas durante los siguientes meses y yo sólo podía observar como mi agenda se iba llenando con más y más conciertos y sesiones de composición.

Por un lado, me encantaba mi trabajo, me daba vida y me hacía feliz, por la otra hacía meses que no bajaba al pueblo, entre el traslado a Madrid y las horas de trabajo se me hacía bastante complicado encontrar unos días para visitar a mis amigos, por lo tanto, sólo me había reencontrado con pocos familiares que me habían venido a ver, así como Marta y Miguel que utilizaban sus días de vacaciones para sacarme de casa y hacerme ver el sol, aunque veía a mi amiga más decaída que en meses anteriores. Con Miriam seguía hablando cada día, fuera sólo por voz o también por vídeo, ver cómo día a día iba creciendo su barriga y su pequeño me llenaba.

Hace unos minutos que he estado precisamente hablando con ella por videollamada. Al contrario que en otros días la llamada sólo ha durado cinco minutos, ha sido extraño pero ver la cara de felicidad y el brillo de sus ojos me han dejado claro que todo le iba perfectamente. Las miles de cosas y novedades que quería explicarle han quedado en un segundo plano cuando ella me ha frenado diciéndome: ¡Eh Aiti! Estoy a punto de llegar a Cirencester que tengo cita con la doctora, hablamos más adelante. ¿Sí? Te quiero. Quizás nuestra relación se había ido enfriando con la distancia, hacía demasiadas semanas que tenía un viaje pendiente para ir a verla pero todavía no había podido cuadrar del todo la agenda.

Siendo totalmente inevitable para mí, me cae una de las muchas lágrimas que se han albergado en mis ojos durante estos últimos veinte y cinco días. La inminente visita de Marta me ha obligado a salir de casa y cambiar la única ruta que he hecho durante estas semanas, que ha sido ir desde casa a la discográfica y viceversa. Una pareja dándose un beso ha sido el detonante. El vacío que hay dentro de mí desde que Luis cerró la puerta de golpe me ha hecho perder unos cuantos kilos, pero mis sentimientos me han hecho posible crear más de un par de canciones. Y aunque estas sólo me traen recuerdos agridulces, a mi representante le hacen sacar una sonrisa para, como dice él, poder crear maravillas como estas.

El mensaje de Marta que me ha llegado después de cortar la llamada con Miriam, era breve y preciso: Subo ahora en el AVE, ¡en dos horas estoy aquí! Espero que la casa esté menos desordenada que la semana pasada y la nevera ya no esté vacía. Te quiero. Ya hacía días que estaba alertada de su visita. Habíamos quedado que, ya que Miguel estaba de viaje de negocios, ella estaba sola y yo no podía volver al pueblo por la cantidad desmesurada de eventos que llevaba el verano, ella vendría y pasaríamos la verbena de San Juan juntas. Lo que no sabía era qué día ni a qué hora vendría, esto siempre lo decidía a última hora cogiéndome a mí, siempre, por sorpresa. Como hoy, siendo 22 de junio.

Y es por eso que ahora entro al pequeño supermercado que hay a dos calles de mi casa. Y es que ella tiene razón, estos últimos meses he estado sobreviviendo como he podido, y la mayoría del tiempo encerrada en casa componiendo. No he encontrado ni el tiempo ni las ganas ni siquiera de hacerme la comida.


...


Acabo de arreglar los cojines de tonalidades amarillas y azules que decoran los sofás grises y veo como la pantalla de mi móvil se ilumina dejando ver que me ha llegado un mensaje.

"Estoy a punto de llegar, ¿bajas a recibirme?"

La imprevisibilidad de mi amiga me hace reír, hay veces que me ruega ir a buscarla en la estación, otras aparece detrás de la puerta, y las hay que me espera sentada en el sofá antes de que yo llegue gracias al juego de llaves que le di por si las necesitaba.

Bajo por las escaleras viendo que el ascensor tarda en llegar más de lo previsto, seguro que la señora María se ha quedado encantada hablando con algún otro vecino. Cuando por fin estoy abajo veo que el taxi que ha llevado mi amiga se detiene. Pero dentro no sale ella, porque la imagen que tengo delante hace que las lágrimas salgan más rápidamente, más rápido que lo que lo han hecho estos últimos días.



Un capítulo un poco de transición importante para saber cuáles son los sentimientos de las dos chicas. Digamos que no están pasando una buena temporada, sobre todo Aiti, y parece que a Marta también le pasa algo...

A esta segunda parte le quedan pocos capítulos. No os puedo decir cuántos, la verdad. Sólo os diré que tengo empezado el epílogo.

Pronto podremos descubrir quien ha ido a ver a Aitana. ¿Tenéis alguna idea?

¡Muchas gracias por leerme y compartir este ratito conmigo! ¡Nos vemos la semana que viene! También podemos encontrarnos en Twitter: @Lia150008 o por CuriousCat, ¡que me hace mucha ilusión recibir vuestros mensajes también por allí y poder charlar un poquito más!

Lia


Procuro olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora