Consultorio.

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Estoy tomando un poco el aire, sola. Veo a mi grupo de amigos juntos pero no me acerco, me quedo un poco más apartada, centrada en mis pensamientos.

- ¿Por qué tan sola? - Me sorprendo cuando alguien me habla y pone su mano sobre mi hombro.

Me giro para ver a Aleix sonriendo.

- Estaba pensando. - Digo volviendo mi atención a mis amigos.

- ¿Quieres divertirte un poco? - Me pregunta él poniéndose frente a mi y tapándome las vistas. - Tú ya sabes a que me refiero.

- No, gracias. - Me limito a responder.

- ¿Cómo que no? - Me pregunta sorprendido.

- No, no lo necesito y soy consciente de lo que conlleva la dependencia de cualquier droga. - Digo mirándole a los ojos.

- Hablas como mi madre. - Me sorprende un poco sus palabras. - Haz lo que quieras.

- ¿Ya está? - Pregunto aún sorprendida. - ¿No me vas a intentar convencer ni nada?

- No eres tan importante. - Me contesta. - Bueno, si quieres, ya sabes donde encontrarme.

Él se va y yo me quedo sorprendida  aún más pensativa que antes. Tal vez tenga razón, no soy tan importante. Por eso Pol no aceptó la exclusividad, no soy tan importante.

- Gabi. - Reconozco la voz de mi hermano alargando las vocales al pronunciarlas.

Lo veo moviendo su mano de un lado a otro delante de mis ojos.

- ¿Qué haces? - Le pregunto cansada de que mis pensamientos jodan mi buen humor.

- No me hacías caso. - Me explica. - Hace mucho que no hablamos como hermanos.

- ¿A qué te refieres? - Le pregunto pero me parece que no hace falta.

- ¿Hacemos un consultorio mellizo? - Me pregunta haciendo morritos y yo solo río.

- ¿Te va bien ahora? - Digo sacando las gafas redondas de pasta negra. Nunca me las pongo pero es una de las reglas, llevar siempre las gafas para un consultorio mellizo.

- Perfecto. - Dice haciendo lo mismo con sus gafas cuadradas. - Algún día tendremos que cambiar las normas, seguramente nos vemos ridículos ahora mismo.

- Sí pero será una bonita historia para contarle a nuestros hijos. - Digo estando de acuerdo.

- ¿Empezamos? - Me pregunta y asiento para que empiece a hablar. - Pues, tú sabes que me gustaba Berta, ¿no?

- Y me parece que fuisteis vosotros quienes le mandastéis la mierda a Eugeni. - Le digo para que entienda que le escucho y sé de lo que habla.

- Exacto, espera, ¿Cómo lo sabes? - A su pregunta me encojo de hombros y, como ve que no voy a hablar, sigue contando. - Da igual, ahora tengo dudas porque también me gusta otra persona y lo de hacer tríos no es lo mío.

- Chica, ¿no? - Le pregunto y me asiente. - Vale, ¿Crees estar enamorado de Berta?

- Qué va. - Me dice mirando al grupo de chicas.

- Y, la otra persona que te gusta es... - Hago como que pienso un poco. - Mònica.

Su falta de palabras me hace reír y poder asegurar que sí.

- ¿Cómo...? - No dejo que acabe y le hablo.

- Lo sé porque lo sé. - Le digo y pienso en que responderle. - Sinceramente, sé como eres y parece que eres un tipo duro pero eres muy frágil.

Gabieleven (Pol, Joan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora