Capítulo 1: Flor blanca.

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En su lacio y suave cabello estaba posada una pequeña flor que encontró en el jardín de su madre. Decidió ponerla en el centro de su cabeza pero al ver que no tenía un objeto con el cual sostenerla; prefirió hacer sostén entre su oreja y las hebras de su cabello.

Miró su complexión en el espejo y sonrió cohibido. La flor blanca lo hacía lucir más delicado de lo que solía ser; sus mejillas estaban ligeramente rosadas y mientras mordía su labio inferior con una sonrisa en la cara, y sus usuales pliegues formándose a un lado de sus ojos, se aceptó como era.

Porque le gustaba lo que veía. Le gustaba como lucía.

—El jardín no es para robarte las flores de tu madre, Louis. —Mark, quien ahora se hallaba en el marco de su habitación, lo miraba con evidente reproche.

Louis tenía entendido que, no podía coger ni hurtar pertenencias que eran de Jay ya que, eran los únicos recuerdos que tenían sobre ella. Y no pondrían en riesgo su cuidado por actitudes de los integrantes de la familia.

—No la robé —se excusó—. Cayó y la recogí; no le hice daño —sonrió triste y con lentitud fue tomando la flor que aún adornaba la parte izquierda de su cabello, para finalmente, con dedos temblorosos y dudosos retirarla de él.

La observó por algunos momentos entre sus manos y sonrió nostálgico. Jay solía decirle que él era como una flor blanca porque simbolizaba la inocencia de su alma, el encanto de su personalidad y la pureza que únicamente un ser tan especial, bondadoso y solemne como Louis podía ser.

Porque su amor, era tan puro y sincero que él, era la estrella nocturna que deseabas ver cuando la noche estaba fría; helada, pero justo ahí, justo cuando volteabas, te dabas cuenta que la tormenta valía la pena pues, el brillo de la estrella algún día volvería a aparecer y te iluminaría con su sencillez.

—Devuélvela al jardín —ordenó—. Se te hace tarde, Louis —refiriéndose al colegio, le exigió con una mirada recriminatoria.

—La devolveré —le sonrió amable sin obtener respuesta de su padre.

Desde que Jay falleció, la actitud de Mark hacía sus hijos cambió. Ahora ya no era el padre amoroso que solía ser, ya no era comprensivo, ni afectivo. Ahora, sus desplantes de hombre infeliz torturaban los sentimientos de sus hijos; pero aún más, hacía Louis porque él creía, que si no hubiera sido por la obstinación del chico todo estaría bien y Jay, seguiría viviendo. Seguiría con ellos.

Pero a pesar de eso, a pesar de que Mark ya no sintiera amor hacía su único hijo varón, para Louis siempre sería un ejemplo a seguir, seguiría siendo su héroe y por quién buscaría la manera para que lo perdonara, aún sabiendo que él no erró en ningún momento.

Porque era su papá y un un hijo siempre busca la comprensión, cariño pero sobre todo el amor, que solo un padre puede darte.

Cuando Mark se retiró de su habitación, Louis acarició con gentileza y devoción la flor blanca. Creyó que la mejor idea era regresarla al jardín, justo como Mark se lo ordenó pero en un arrebato de egoísmo, la guardó en su mochila y sonrió pequeño.

Caminó hacia el estante de su habitación en donde varios libros reposaban austeros y con unas leves matas de polvo incrustado. Sopló el polvo y algunas basuras recayeron en su ojo, haciéndolo soltar una diminuta risa con labios cerrados.

Examinó algunos de ellos y se decidió por el mismo libro que tanto amaba leer, y releer hasta saciarse. Una obra enigmática que tanto adoraba: Macbeth de William Shakespeare.

Muchas personas no comprendían la esencia literaria y el gran significado que una obra como Macbeth expresaba, ellos creían que todas las novelas tenían que basarse en el amor no correspondido que una persona nunca podría ofrecerte. Pero la verdad era que, una historia donde lo principal era la ambición, el poder supremo para un matrimonio sin licitud y el destino que precede de Macbeth acerca de lo que sucederá posteriormente, era más interesante que un amor no correspondido.

Mr. Styles [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora